Dolor, lo único que siento ahora mismo el dolor. Un intenso dolor que sale del costado izquierdo y no me deja respirar. La pierna izquierda me arde. Creo que de ella están saliendo auténticas llamaradas de fuego. La boca me sabe a sangre y siento como mi cabeza va a explotar.
No soporto el bullicio a mi alrededor. No llego a distinguir a quienes pertenecen las voces. ¿Y Kevin? ¡Oh dios! Empiezo a ponerme muy nerviosa, el corazón me late desbocado y mi respiración se acelera a mil provocando que el dolor del costado se intensifique más y más. De pronto le escucho. Siento como sus manos me tocan la cara.
-¡Dios Adriana! ¡Contéstame! ¡Dime que estás bien! ¡Adri, cariño, deja que vea esos bonitos ojos!
Esa voz... Kevin está llorando. Siento como sus lágrimas caen en mi rostro. Quiero decirle que estoy bien, que todo saldrá bien, pero por más que lo intento, mis ojos permanecen cerrados. Soy incapaz de abrirlos. Es como si me hubieran cosido los párpados. Intento moverme, pero es del todo imposible. Me parte el alma oír a Kevin llorar y hace que mi dolor se acreciente. De pronto, todo se vuelve negro y el dolor empieza a disminuir.
Oigo el sonido de una sirena y de repente, siento un poco de aire. Kevin ya no está a mi lado. No le escucho. No le siento. El bullicio que hasta ahora me ha taladrado la cabeza desaparece, aunque se sigue escuchando a lo lejos como hombres y mujeres se compadecen de mí.
-Pobre chica, no creo que salga viva de esta.- Escucho como dice un hombre no muy lejos de mí.
- La pobre se ha llevado un buen golpe. Si vive, seguramente que sea postrada en una silla de ruedas toda su vida – le contesta una mujer.
¿Cómo? ¡Dios no! No quiero pasarme el resto de mi vida en una silla de rueda. No quiero que la gente sienta lástima de mí. El dolor se acrecienta mucho más. No puedo soportarlo mucho más... Todo se vuelve oscuro de nuevo y por fin puede respirar...
No sé cuánto tiempo habré estado dormida. No sé donde estoy. A mi alrededor ya no escucho a la gente, ni sirenas, ni el ruido de la ciudad. Solamente escucho un pitido constante que ya he escuchado antes, pero ¿dónde? Estoy en el hospital. Debe de haber pasado una hora o dos desde la última vez que fui consciente de lo que pasaba a mi alrededor.
Alguien está agarrándome la mano, centro toda mi atención en averiguar quién es. Es suave y está un poco arrugada. Lleva una anillo. Me agarra con una delicadeza que solo una persona podría agarrarme. Mi madre. Pero, ¿cómo se ha enterado de lo que ha pasado? Y ¿cómo ha llegado tan rápido?
Pongo toda mi atención en la mano que me sujeta mi madre y consigo hacer un poco de fuerza con ella.
-Hija, hija mía, ¿me oyes? ¿estás despierta cariño?
Intento abrir la boca y decirle que estoy bien, que el dolor ha disminuido y pronto estaré recuperada del todo. Mis pulsaciones se aceleran debido a mi incapacidad para hablar, por lo que la máquina empieza a pitar de forma más seguida. De pronto, consigo abrir los ojos y allí está mi madre, agarrándome de la mano.
Tiene ojeras y el rostro muy cansado. Sus ojos están muy congestionados e hinchados ¿cuánto tiempo ha estado llorando? Veo como dos lágrimas caen por sus mejillas. Aún así, sigue siendo la mujer más guapa. Y con una sonrisa, consigue tranquilizarme.
-Mi niña, relájate, todo está bien.
De pronto, los párpados empiezan a caer. ¡No! ¡No quiero dormir! Pero el cansancio me puede y caigo rendida...
Cuando me vuelvo a despertarme, el dolor ha disminuido muchísimo. No estoy tan cansada. Puedo abrir los ojos y me siento con más fuerza. Miro a mi alrededor. A mi lado izquierdo hay una persona que reconocería entre un millón. Kevin está apoyado en la cama, con la cabeza enterrada entre los brazos. No se ha dado cuenta de que lo estoy mirando. Sonrío. Lo quiero tanto...
Compruebo si soy capaz de moverme, meneando mis dedos. Cuando veo que por fin mi cuerpo respondo a mi cerebro, llevo la mano hasta la cabeza de Kevin y empiezo a revolverle el pelo. Este levanta la cabeza asustado. Al ver su cara me inquieto. Está muy desmejorado, incluso diría que ha adelgazado un par de kilos.
-¡Adriana! ¡Cariño has despertado! – dice mientras se incorpora, se acerca más a mí y me besa en los labios. -¡Dios mío! No sabes lo preocupados que hemos estado estas semanas.
¿Semanas?
-¿Cómo que semanas?
- Adriana, has estado dormida tres semanas desde el accidente.
- ¿Qué día es hoy?
- 6 de mayo.
- Vaya... parece que han sido solo un par de horas...
-No bella durmiente. – contesta Kevin con una sonrisa en la cara y veo como una lágrima se le escapa de los ojos.
-Menos mal que estaba mi príncipe para despertarme – le digo mientras seco su cara.
- Te quiero tanto princesa... - me dice Kevin mientras se acerca para darme un beso.
Yo no puedo más que sonreír.
- Voy a avisar a tus padres de que has despertado. Han bajado a la cafetería a por un café. – afirma mientras saca su móvil del bolsillo delantero de su pantalón vaquero.
No pasa ni un minuto cuando mis padres y mi hermano entrar corriendo a la habitación.
- ¡Cariño! ¡Hija mía! ¿Cuándo has despertado? ¿Cómo estás? ¿Te duele algo?
Los tres lloran como descosidos mientras me besan y yo, me dejo querer.
- Sí mamá estoy bien, un poco cansada y dolorida pero no te preocupes. Que me he echado una buena siesta.
-Adri, esta vez la siesta se te ha ido de las manos, hermanita.
-Raúl, no digas eso a tu hermana – regaña mi padre a mi loco hermano, pero al ver que todos nos reímos, se une a nosotros.
- Acabo de superar tu record de la siesta de seis horas del año pasado.
- Tranquila, esto te lo dejo pasar.
Unos minutos más tarde, entra en la habitación un médico junto con una enfermera que habían sido avisado por mi madre.
Después de hacerme varias pruebas. Le pregunto al médico qué es lo que tengo y este muy amable me responde que debido al golpe, tengo una contusión muscular y varias costillas rotas pero que por suerte, ningún órgano está dañado. Debido al fuerte golpe que me llevé al caer al asfalto, he sufrido un traumatismo craneal lo que me ha hecho permanecer varias semanas en coma.
Asegura que he tenido mucha suerte, si el coche hubiese ido tan solo unos kilómetros más veloz, quizá hoy estaría hablando conmigo.
-La vida te está dando una segunda oportunidad. ¡Aprovéchala al máximo Adriana! - dice el médico mientras sale de mi habitación.
- Lo haré doctor. - digo mirando a las personas personas más importantes que tengo en mi vida.
ESTÁS LEYENDO
Besos de esos #EDIT
ChickLitSi a Adriana le hubieran dicho que su vida iba a dar un cambio de ciento ochenta grados, quizá hubiera tomado por loco a quien lo dijese. Su vida era de los más normal, demasiado monótona a veces, levantarse a las siete, salir de casa a las ochos...