-¿Cómo que te casas? – digo sin poder creer lo que acabo de escuchar de la boca de mi amiga - ¿Cuándo? ¿Por qué?
Todos se ríen de mí. Tengo que tener una cara de boba. Mi mejor amiga se casa...
- Nos casamos el 29 de octubre de este año. Adri, hemos terminado la carrera, tenemos la edad perfecta para formar una familia. Además, quiero hacerme viejita con mi muñequito – dice mientras pone cara de tontita y se da un piquito con Mario.
-¡Pero esto es una locura! ¿Cuánto tiempo lleváis saliendo? ¿¡Cinco, seis meses como mucho!?- sigo en estado de shock, es una autentica locura. Entonces caigo en la cuenta...- ¿No estarás embarazada?
- ¡Ay hija! De verdad... ¡Claro que no estoy embarazada! Nos queremos y queremos hacerlo ¡No hay más! – dice entonces mi amiga con un tono bastante serio - ¿No puedes alegrarte por mí y ya está?
Laura está muy enfadada. Al ver su gesto, soy consciente de lo absurda que ha sido mi actitud. Se lo feliz que es Laura con Mario al igual que sé que él no le puede tratar mejor de lo que lo hace. Mario me cae genial. No entiendo porque me he puesto así. Me he pasado tres pueblos.
- Lo... Lo siento. Claro que me alegro muchísimo por ti. Lo único que me ha caído de sorpresa. Es algo que no podría ni imaginarme. – me disculpo y sentándome a su lado la abrazo – de verdad que no puede estar más contenta. Eres mi mejor amiga, sé cuánto os queréis. Siento muchísimo mi actitud. No sé por qué he reaccionado así. Lo siento...Perdóname, yo... - la emoción no me deja decir ni una palabra más y mi cara se convierte en un mar de lágrimas.
Al separarme de Laura, veo que ella está en la misma situación que yo. ¡Vaya dos patas para un banco! ¡Menudas lloronas estamos hechas!
- No hay nada que perdonar, morenita mía. Yo hubiera reaccionado de la misma forma. – dice mientras limpia mis lágrimas con sus dedos - Solo intentas protegerme, cómo hemos hecho siempre. Pero te aseguro que esto no es capricho de los míos. Ambos estamos muy seguros de lo que vamos a hacer.
- ¡Ay que te casas! – gimoteo mientras auténticos ríos de lágrimas de pura emoción surcan mi cara. No puedo parar de llorar. Me abrazo a mi amiga hasta que ambas conseguimos tranquilizarnos.
-¡Yo tengo que ser una dama de honor!
- ¡Cuenta con ello amiga!
Esa noche, para celebrar la gran noticia de la boda, pedimos al restaurante italiano que tanto nos gusta a Laura y a mí y cenamos pizza carbonara y raviolis de setas sentadas en el suelo sin parar de hablar de trajes de novias, violines, y tartas nupciales mientras que los chicos se divierten jugando a la Play Station.
A las tres de la madrugada Laura y Mario se van y Kevin y yo nos quedamos solos en su casa. Mientras recogemos los restos de la cena, no hago más que pensar en Laura y en su boda. Estoy muy feliz por ella pero no puedo evitar entristecerme. Una vez que se case, ya no estaremos tan unidas como hasta ahora...Un nudo de emociones se me forma en la garganta. Voy a llorar. No quiero llorar... Pero al final, incapaz de reprimirlas, suelto los platos sucios sobre el fregadero y con las manos apoyadas a cada lado de este y la cabeza hundida, lloro en silencio. No sé por qué narices lloro. Laura no podría haber encontrado un chico mejor que Mario. Es un sol y adora a mi amiga.
-Ehh, pequeña... ¿por qué lloras? – me pregunta Kevin mientras me coge de la cintura y me gira hasta queda frente a él.
Soy incapaz de articular palabra. Kevin intenta secarme las lágrimas que caen de mis ojos pero al ver la cara de preocupación de Kevin, lloro y lloro. Y cuanto más lloro peor me siento. Estoy preocupando a Kevin sin ningún motivo y eso hace que me sienta aún peor... ¡Dios mío, pero que sensible estoy hoy!
- No... No lo sé, Kevin. Pero...
Kevin no me deja terminar la frase, me abraza y yo me respondo a su abrazo, apretándome más a su cuerpo. Eso me calma. Durante algo más de diez minutos estamos los dos abrazados en medio de la cocina sin decir ni una sola palabra. Cuando estoy segura de que puedo hablar sin hipar ni que salga ni una sola gota de mis ojos, me separo de él y le miro a los ojos.
-Gracias por aguantar a esta llorona.
- Eres la llorona más guapa del mundo. – dice mientras lleva sus manos a ambos lado de mi cabeza y me acaricia la mano. Sin poder aguantarme ni un segundo más, junto mis labios con los suyos y nos fundimos en un apasionado y necesitado beso.
Solo así consigo deshacerme del nudo de emociones reprimido en mi garganta. Solo así, junto a mi chico, me siento bien.
Nos besamos dulce y lentamente hasta que mi cuerpo se arquea en busca de su cuerpo. Con una delicadeza que nunca habíamos experimentado nos vamos despojando de toda la ropa que nos sobra.- ¿Seguimos? –me pregunta Kevin mientras me toca las costillas preocupado por si pudiera hacerme daño.
Sin aliento, asiento con la cabeza mientras vuelvo a juntar los labios con los suyos. Seguimos nuestra particular batalla hasta que finalmente nos convertimos en necesidad, amor y deseo.
Cuando me despierto, son las nueve de la mañana. Kevin duerme a mi lado. No sé por qué me habré despertado tan temprano si anoche cuando caímos rendidos, ya entraba luz por la ventana. Estoy muerta del sueño, pero las costillas me avisan de que anoche me pasé bastante y esta mañana están resentidas.
No es la primera vez que hacemos el amor después del accidente. Desde que salí del hospital, Kevin siempre ha sido muy delicado conmigo y hemos tenido mucho cuidado para no estropear lo que mis costillas habían mejorado. Pero anoche me confié y hoy lo estoy pagando.
Sin hacer mucho ruido, me levanto de la cama y voy a la cocina para tomarme un ibuprofeno.
Cuando entro en ella, veo los platos sucios de anoche y al recordar por qué no se limpiaron, un calor sube por todo mi cuerpo e inconscientemente, empiezo a abanicarme con la mano mientras yo sola me río.
Sin querer pensarlo más,me dirijo hacia el armario donde Kevin guarda los medicamentos, cojo un zumo de la nevera, me tomo la pastilla y vuelvo a la cama. Mi cuerpo no está al cien por cien. Necesito descansar unas horas más y como es domingo, me lo puedo permitir.
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Besos de esos #EDIT
ChickLitSi a Adriana le hubieran dicho que su vida iba a dar un cambio de ciento ochenta grados, quizá hubiera tomado por loco a quien lo dijese. Su vida era de los más normal, demasiado monótona a veces, levantarse a las siete, salir de casa a las ochos...