Ha pasado un mes de la sorpresa que me dio mi familia en la que, hoy, es mi casa. Un mes lleno de sensaciones nuevas, algunas buenas, otras, no tanto. Un mes en el que nuestro pequeño Guisantito no ha dejado de crecer ni un solo día. En la visita a Andrés, el médico, fuimos conscientes de cómo nuestro bebé había pasado de ser un guisantito a ser una pequeña alubia. Todavía no se me nota la tripa. Aunque he leído en blogs que cuando pase el tercer mes será cuando mi tripa comenzará a abultarse. En un mes espero tener aunque sea una pelota de tenis como tripa. Me muero de ganas de tener un barriga redondita y sentir a Guisantito dentro de mí.
No sé si será el embarazo o que este septiembre viene pegando fuerte, pero yo estoy todo el día debajo del aire acondicionado y el abanico en la mano. Menos mal que dentro de un par de días nos iremos a pasar lo que queda de verano al pueblo. Allí no hace tanto calor y si lo hiciera, podemos irnos a refrescar a las gargantas extremeñas.
Son las doce de la mañana. Hoy es uno de esos días en los que me ha costado horrores levantarme de la cama. Estoy muy cansada, algo mareada y muerta de calor. Estoy echada en el sofá debajo del aire acondicionado. Pipí me mira con cara de preocupación.
-Ven, sube pequeña. – digo mientras doy unos golpecitos en el sofá y mi pequeña gatita sube conmigo para que la acaricie y la dé mimitos hasta que se queda dormida y yo pronto la sigo.
Desde que estoy embaraza duermo más de lo normal. Kevin siempre se ha despertado antes que yo y él me despertaba con "Buenos días preciosa" y un beso. Ahora lo tiene más difícil, no me basta con un beso y un "Buenos días" sino que tiene que insistir e insistir para que me despierte y una vez que lo ha conseguido tiene que sacarme a rastras de la cama para que no vuelva a caer rendida. Espero que sea algo temporal, porque si no, al pobre le quedan unos duros meses por delante.
Me despierto congelada de frio, a consecuencia de quedarme frita debajo del aire acondicionado. Rápidamente lo apago. Algún día voy a coger un constipado, ya verás, y luego lloraré.
Pipí ya no está en el sofá conmigo.
- ¿Pipí? – la llamo pero nada, no contesta.
Miro por todo el salón pero allí no hay ni rastro de Pipí, salgo a la terraza
- ¿Pipí dónde te has metido?
Es muy raro que no maúlle cuando la llamo. Estoy empezando a preocuparme. Busco por toda la casa y no la encuentro en ninguna habitación. Solo me falta el despacho de Kevin, pero no quiero molestarle. Me esperaré un rato a ver si aparece si no lo hace, entonces se lo diré a Kevin.
Cuando voy de vuelta al salón, al pasar por la puerta cerrada del despacho, escucho a Pipí maullar y a Kevin hablar:
- ¿Qué pasa pequeña ? ¿Estás a gusto aquí con papá?
Solo oírlo se me cae la baba y cuando me quiero dar cuenta, tengo la mano en el pomo de la puerta y lo estoy girando para abrirla.
Lo que veo hace que el corazón se me derrita. Allí está Kevin, vestido con su traje chaqueta y su corbata gris, con mi pequeña Pipí en brazos como si fuera un bebé sentado frente a su escritorio.
- Mira quien ha llegado – dice Kevin dirigiéndose a la gata cuando me ve en la puerta – la mujer más guapa de todas.
¡Ay! ¡Que me lo como!
- ¿Qué hace aquí Pipí? – le pregunto a Kevin mientras me acerco hacia él y le doy una beso en los labios.
- Pues porque esta señorita se ha colado en el despacho mientras yo he salido a por un vaso de agua – dice mientras acaricia a Pipí.
- ¡¡Pipí!! ¡Cuántas veces te he dicho que no se entra aquí! – la regaño mientras la cojo para sacarla fuera del despacho. Pero cuando me voy a dar la vuelta para marcharme, Kevin me agarra de la cintura y tira de mí hasta sentarse sobre su regazo.
- Deja que se quede, ya había terminado – dice dándome un pequeño beso en la parte más baja de mi cuello que hace que todo el vello se me erice.
- Pues entonces vamos a comer – le digo mientras miro el reloj que tiene colgado en la pared.
- Espera quiero enseñarte el próximo libro que sacará la editorial. Sé que te va a gustar. – dice poniéndome delante un montón de folios escritos
- ¿De qué trata?
- Está ambientado en la Segunda Guerra Mundial. Se trata de una historia de amor y misterio en el que los protagonistas deberán luchar para estar juntos. Él es un espía y enseñará a su amada las técnicas de mensajes ocultos, manteniéndose en contacto a través de mensajes cifrados que irán publicando en periódicos de la prensa local.
- Vaya... lo leeré, sin duda... - contesto mientras sigo mirando el taco de papeles que ha puesto encima del escritorio.
-Ahora Pipí sal, que mamá y papá tenemos cosas que hacer- dice Kevin con una sonrisa mientras coge a Pipí y esta que es la gata más lista del mundo, sale del despacho quedándonos solos.
Una vez solos, Kevin vuelva a posar sus labios en mi cuello haciendo que mi respiración pase de cero a cien en un segundo. Su aliento choca con la piel sensible de mi cuello haciendo que todo mi cuerpo se active. Kevin rodea mi cuerpo con sus manos y me pega más a él. Empieza a besarme detrás de la oreja y yo, inconscientemente le facilito el camino echando la cabeza para atrás hasta apoyarla en su hombro. Una de sus manos se enreda en mi pelo mientras que la otra comienza a recorrer todo mi cuerpo. Sin apenas darme cuenta, me coloco a horcajadas sobre él de tal forma que nuestras caras están a pocos centímetros de rozarse. Siento su aliento cálido que me tienta, no puedo aguantar más y me lanzo a su boca, la asalto y nos devoramos con gusto mientras nos vamos deshaciendo de todas las barreras textiles que nos impiden estar piel con piel. Poco a poco, el ambiente se vuelve más intenso, el aire más denso y el calor hace que pequeñas gotas de sudor salgan de nuestros cuerpos ya desnudos. Estamos sin aliento, con las respiraciones agitadas y la temperatura por las nubes. Nuestras manos recorren cada centímetro de nuestros ya conocidos cuerpo. Los besos cada vez son más desesperados, mas anhelantes, más salvajes. Somos deseo, pasión y sobre todo mucho amor. Dejamos de ser dos personas para convertirnos en una sola. Una persona que sabe cómo, cuándo y qué hacer para conseguir la máxima satisfacción. Cuando estamos a punto de explotar, devoro su boca como tantas veces he hecho. Lo beso, lo beso y muerdo su labio inferior y nos dejamos llevar.
Sin fuerzas, dejo caer mi cabeza sobre el hombro de Kevin mientras este me rodea con sus brazos la cintura desnuda.
Poco a poco, nuestras pulsaciones se van normalizando y la respiración se vuelve más calmada. Kevin me aparta un húmedo mechón de pelo de la cara.
-Nunca me cansaré de ti – dice mientras me besa.
- Nunca lo hagas, mi amor.
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Besos de esos #EDIT
ChickLitSi a Adriana le hubieran dicho que su vida iba a dar un cambio de ciento ochenta grados, quizá hubiera tomado por loco a quien lo dijese. Su vida era de los más normal, demasiado monótona a veces, levantarse a las siete, salir de casa a las ochos...