sábado 5 de agosto

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El martes fui a Rudmer para los exámenes, pero antes ya lo sabía. El lunes me enteré de todo.

El lunes por la tarde mamá y papá habían salido a cenar a un restaurante al norte del pueblo. James había ido a dar la vuelta, y Andrew se estaba bañando; yo estaba en mi cuarto, leyendo la Carta Robada de Poe.

Entonces me dio curiosidad. Algo que no te había mencionado de mi primera visita al psiquiatra, fue que él había recomendado que me hicieran unos exámenes. Mamá asintió, y eso fue lo que nos tomó más tiempo. Cuando a mi madre le dieron los resultados, fue que lloró horriblemente.

Esos papeles me dieron curiosidad, así que entré al cuarto de mis padres, y donde yo sabía que mi madre ponía los papeles comencé a buscar, pero no los encontré allí; los encontré donde mi padre esconde sus revistas y las cosas importantes. Así fue como me enteré de todo, entre revistas pornográficas y facturas a pagar.

Era un tumor.

Entré en shock, y Andrew fue el primero en encontrarme con los exámenes en mano, luego llamó a mis padres y, cuando llegaron, empecé a gritar. Les exigí que me hicieran otros exámenes, que no creía en ellos, que solo querían... En fin, lo demás no te lo contaré, porque no estoy orgulloso de haberlo dicho, pero exploté, saqué todo lo que tenía por dentro, y herí a mis padres y a mi hermano.

Mi madre comenzó a llorar. Mi padre se contuvo, pero su mirada estaba vacía, triste, con aire de decepción. Asintió en silencio y luego Andrew se metió en la conversación. No sé qué fue lo que dijo, pero le dije que era un fracasado, que no había hecho nada con su vida y que ni siquiera había podido entrar en una universidad. Entonces Andrew se retiró, con la misma mirada de papá; pero esta tenía rabia y lástima.

Corrí a mi cuarto, lloré como lo he hecho los últimos días y después empecé a escribirte. Mamá llamó a tía Megan para que pidiera una cita en la misma clínica. Al acabar, tía Megan le regresó la llamada y le dijo que teníamos la cita para el miércoles 9 a primera hora, así que salimos el martes.

No pude mirar a nadie a la cara; sabía que me había extralimitado, sabía que los había herido, en especial a Andrew. Ese día les pedí perdón a mis padres, pero aún no lo he hecho con Andrew, creo que con él no me alcanza la fuerza.

Todos los exámenes salieron como la primera vez: un tumor maligno, alojado en el lóbulo temporal. Solo tres meses. Dijo que se podía hacer una biopsia para futuros análisis y para hallar un tratamiento que alargaría el tiempo. Dijo muchas cosas, y yo no hice más que llorar.

Entonces mi madre aprobó la biopsia, y yo grité que no, que esos tres meses eran míos, que la biopsia (y en consecuencia los demás tratamientos para intentar retrasar lo indetenible), no era nada, no era una cura, solo era dolor.

No fuimos a la casa de la Tía Megan, fuimos directo al Blue. Llegamos al atardecer, cerca del crepúsculo.

James y Andrew nos esperaban en la sala; por lo visto mis padres les habían informado por teléfono, y cuando vi esas miradas llenas de lastima...

Solo he salido de mi habitación para comer e ir al baño, no he tenido una conversación con mi familia y aún no me interesa tenerla. Es por la mirada, no puedo soportarla; todos ellos me miran con mucha lástima, es insoportable, enfermiza, triste.

Hoy en la mañana se me vino abajo el mundo pensando en la muerte, en lo que sentiría, en lo triste que sería esperarla; entonces me dije que no la esperaría. Desperdicié tres días, y no me quedan tres meses. Le estoy rogando al dios de los solitarios para que los verdaderos efectos del tumor aparezcan en el último mes, porque sé que cuando aparezcan, seré inútil; esperaré a la muerte con más entusiasmo que nunca, pero seré inútil; mas no moriré sabiendo que desperdicié dos meses de mi vida.

Haré una lista antes de morir, lo pensaré por varios días, luego te diré. Quiero ser optimista con esto, de verdad que quiero serlo.

Un instante FelizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora