Martes 5 de septiembre

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Hoy me aburrí de estar en casa. Mamá estaba en el hospital y no tenía idea de dónde estaban los demás. Tomé las llaves del apartamento y salí a ver adonde Joanna se mudaría, y fue algo estúpido: desde afuera su apartamento es exactamente igual al mío.

Iba a subir de nuevo cuando de pronto, al pie de la escalera, la vi: la mujer de blanco y negro me esperaba. No sé por qué, pero entré en pánico y quise correr. Más que como una vieja amiga, la vi como un fantasma que venía a por mí. De pronto me fije que su cara, o lo poco que podía ver de ella, no apuntaba hacia mí, y cuando extendió las manos me di cuenta de que esta vez, su aparición no tenía nada que ver conmigo sino con un cuerpo que subía desde las escaleras del quinto piso, un cuerpo que no estaba en blanco y negro. Era como esos muñecos que son solo blancos, y sabemos que son humanos por la forma, pero no podemos decir a ciencia cierta si son niños o niñas, y parecía estar lleno de energía. Por un demonio, yo no sé nada de fantasmas ni espíritus ni la forma que usan para manifestarse, pero la mujer de blanco y negro y lo que subía las escaleras con ella no me parecían nada de eso.

En mi mente todo era una película de los 60 y, mientras subía las escaleras, una banda sonora empezó a escucharse. Frank Zinatra cantaba Zing! Went The Strings Of My Heart, mientras la mujer en blanco y negro subía al compás de la música, moviendo las caderas con cada ritmo y usando sus manos para indicarle cosas a la forma, y aunque no podía verle los labios, podría haber jurado que estaba hablando.

Los seguí escaleras arriba, hasta que llegamos al piso 8 y allí la forma entró a un apartamento y la mujer de blanco y negro regresó a las escaleras. De pronto, por unos segundos todo lo que vi fue una luz blanca, luego se fue alejando hasta que entendí que otra de esas formas había pasado a través de mí.

Soy meramente un espectador, me dije, viendo las hazañas y las vidas de otros, fuera de foco. No pude evitar sentir que lo que había pensado no solo aplicaba a esa escena de los años 60. La mujer de blanco y negro abrazó a la nueva forma, la tomó de la mano y la guió escaleras arriba. Los seguí hasta que llegamos a la azotea. Ellos aún seguían tomados de la mano, por lo que inmediatamente pensé que seguramente era su esposo, o por lo menos su novio, o quién sabe; la mujer de blanco y negro pudo haber sido, en el caso remoto de que hubiese existido hace mucho tiempo, una de esas mujeres que tiene amantes.

Pero eso me da igual. El misterio que me interesa es el de su identidad, la razón de que me siguiera a Rudmer, porque una parte de mí pudo entender que apareciera en el Blue, pero acá, en Rudmer, vamos, eso sí que es extraño. Así que me quedé allí por varios minutos hasta que la mujer de blanco y negro se apartó y caminó hacia el cobertizo, sacó algo de su vestido y removiendo uno de los ladrillos lo guardó allí.

Desapareció, y antes de decidir si era una buena o mala idea, me armé de valor y caminé hacia el cobertizo; retiré el ladrillo y allí, al fondo, estaba una caja de madera.

Corrí al apartamento deprisa, creyendo que alguien me sorprendería para quitarme la caja. Ya en mi habitación supe que solo por encontrarla el duro hecho de saber que la mujer de blanco y negro había existido, y sobre todo muerto, me azotaría en la cara. Me armé de más valor para abrirla y al hacerlo encontré sobres con cartas en ellos.

Quien las escribió se llamaba Bonnie; con el tiempo las iré anexando a esta libreta. Quiero que te queden, Richard Parker, quiero que disfrutes de sus cartas como lo hice yo, pero antes quiero encontrarlas todas, porque siento que hay más, y que es una historia que quiero entender y descubrir. ¿Es Bonnie la mujer en blanco y negro? Y si remotamente lo es, ¿por qué me persigue? 

Un instante FelizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora