15/8/1968

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Acá, en la misma cama, después de incontables caricias y besos, no puedo evitar sentir que al terminar la tarde, te levantarás y te marcharás, que todo terminará. A pesar de que esta mañana me has dicho que no, que habías cambiado de opinión y que, finalmente, yo tenía razón.

No sé por qué ahora recuerdo la primera vez que te vi, las primeras palabras que te dije: «Es algo sucio el edificio, pero con tanta gente viniendo a Rudmer no encontrará nada con mejor precio.» Meses de plática y confidencia nos llevaron a esto, y años de la misma pasión, del mismo secreto bajo sábanas y del allí, en la oscuridad, con la vergüenza de saberse en pecado; en la confidencia de dos, del secreto jamás compartido, de las platicas sin ropa, sin sentido, sin tiempo. Acá, mientras te escribo, mientras sé que cuando salgas por esa puerta el futuro que hemos planeado jamás se verá realizado; acá, mientras te escribo buscando respuestas y al mismo tiempo inventándomelas, porque sé que nunca me las darás; acá, cerca de tu cuerpo desnudo, cerca de ti mientras duermes, sé que será la última noche que estés en mi cama, y que te veré acá, en una cama que hemos compartido por años y que siempre pensé que compartiríamos. Acá, mientras duermes, no puedo imaginarme una vida sin ti, pero debo, porque es el deber ser, y se debe hacer; porque mientras duermes sé que ya has pensado en cómo irte de acá, y que las mentiras que me has dicho las has dicho solo porque sabías que las creía mentira. Hemos estado comunicándonos con una especie de código, porque aunque mentimos, nos entendemos. Fue un buen viaje, una aventura, y las palabras largo tiempo temidas pueden decirse ahora: te amo, en serio lo hago.

Tu Bonnie. 

Un instante FelizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora