Ya pasamos por la última clase. Los ánimos están elevados para el Sábado. Sin embargo, yo estoy aterrado, y molesto, muy molesto.
La clase de campo trataba de estar en una especie de cámara en forma de cilindro, y dicha cámara estaba en una habitación. Sí, en una habitación con cuatro paredes y un techo. Estoy extremadamente molesto con Maryland; me mintió, hizo que perdiera mi tiempo. Creo que momentáneamente la odio.
Bien, te seguiré hablando del lugar: en el fondo de la cámara se encontraba un ventilador gigante que giraba a gran velocidad, y que mantenía nuestros cuerpos flotando en el aire. Lo único que nos mantenía alejados de las aspas era una gruesa red y un enrejado. ¿Pero si la red se rompe? ¿Si el enrejado cae, o se fractura? ¿Si hay una explosión y una de las aspas sale volando y nos corta en dos? En toda la clase no pude evitar pensar en esto. Sudaba con cada lección repasada; no me concentraba en las posiciones de salto, sino en las aspas, que siempre imaginaba cortando y desangrando a los paracaidistas. El profesor se dio cuenta de lo que me estaba pasando, y me preguntó sobre ello:
—Le tengo fobia a los objetos puntiagudos.
—¿Sí? ¿Y a que viene eso?
—No lo sé.
Luego la clase siguió igual.
Al terminar la clase salimos a tomarnos unas bebidas con el profesor. Yo refute esto; dije que no era normal, pero a pesar de todo, nadie me prestó atención, y además, estaba tan molesto con Maryland que no quería verle la cara.
Al final, todos fuimos a Friendlier y escogimos batidos. Duramos como una hora sentados, charlado sobre nosotros y nuestro futuro. Cuando me llegó el momento de responder a sus preguntas, me sentí de nuevo en esa bóveda con el ventilador.
Respondí nervioso, con mentiras, y con rasgos de tristezas; pero antes de responder, pude observar un pequeño cambio en todos menos en el profesor; es como si ellos supieran lo que yo iba a responder, como si supieran lo que esperar... o lo que no esperar.
Luego de que termináramos esa conversación, surgió una más espontanea sobre locuras protagonizadas por nuestro profesor (que se había convertido en el principal interlocutor).
—Sabe, le recomiendo terapia —le dije, cuando terminó de hablar. Por cierto, nos dice que lo llamemos Mike.
—¿Conoces a alguien?
—Bueno, yo tomaba terapia.
—¿Por qué?
¿Por qué? Esa pregunta fue el platillo principal de mi domingo de paracaídas. ¿Por qué iba a terapia? Pensaba que era por mi fobia, pero ahora me doy cuenta de que no lo es. ¿Por mis bloqueos de emociones fuertes? Creo que eso es más para un psiquiatra que para un psicólogo. No recuerdo mucho de las secciones, pero cuando pienso en ello, veo al Doctor Norman mostrándome unas gráficas y preguntándome cosas del pasado. ¿Por qué iba a terapia? No lo sé.
—Por tu fobia, ¿cierto?
Yo asentí.
—Vale —dijo Mike, y seguimos todos con la conversación. Maryland quiso decir algo, pero yo la interrumpí y seguí hablando como si ella no estuviese allí.
Seguí pensando en la terapia todo el camino hasta llegar a casa. Quise preguntarle a mi padre, pero mamá me bombardeo con intensas preguntas sobre dónde había estado los últimos días. Tuve suerte, Andrew me ayudó a mentirle.
Ah, por cierto, hay algunas nuevas noticias en la casa:
James se va a casar: al parecer dejó a su novia embarazada y ahora se van a casar. Les dio las noticias a mis padres esta mañana, a Andrew la semana pasada, y a mí esta tarde a penas llegaba. Manejé la noticia muy bien. Lo felicité; no me alegré, pero me sorprendí, porque era una decisión que él mismo debía tomar y la tomó. Se va a mudar con ella a Loose Ends. Él dice que le vendría bien el ambiente de ciudad, como si Loose Ends fuese más que el Blue.
Escuché susurros entre mi madre y él cuando estaban en la cocina. Ella decía cosas como: ¡Lo vas a abandonar en esta situación! Y él solo se quedaba callado. Tuve que interferir y decir que no necesitaba la lastima de nadie, que tenían que empezar a hacer su vida, que cuando yo muriera... Allí me detuve; ni ellos ni yo hemos aceptado la idea de la muerte. El solo mencionarla me deprime.
Andrew va a la Universidad: tiene los planes para el año que viene. Le hice jurarme que lo haría. Después de todo, no lo veré cuando entre a la universidad. Además, creo que nuestra vieja discusión fue lo que lo impulsó a tomar esa decisión, y por mí está bien que lo haga, siempre y cuando no se sienta acorralado a tomarla.
Luego de las noticias fui al garaje y tomé todos los álbumes de mi familia desde que llegamos al Blue. Fui a mi habitación y empecé a ojearlos uno por uno.
Había fotos de cuando mamá estaba embarazada; fotos de la casa cuando recién la compraban; fotos de James y Andrew recién nacidos; a los dos meses, sus primeros pasos; Andrew golpeando James, y James o Andrew lanzando... ¿eso es excrementó? En esta foto no puedo diferenciarlos, porque mamá no colocó los nombres debajo, pero sería divertido pensar que James era el que arrojaba su excremento. Luego venían mis fotos, que solo encontré de cuando tenía tres años. Empecé a buscar en los demás álbumes. Nada. Entonces me pregunté (todavía me pregunto), si mi niñez no fue tan divertida como para capturarla en entupidas fotos.
Al parecer la familia Irlandesa vendrá a casa, por alguna razón (sospechosa razón), mi padre no quiere viajar. Esperamos que lleguen a finales de este mes.
Hoy me dolió la cabeza como nunca. Andrew y mamá dicen que los dolores pronto pasarán, pero sé que es mentira: los dolores de cabeza están aumentando, y ahora son más regulares. Es como tomar la clase de matemática: sabes que vas a ver números, pero no sabes cuales números serán.
Antes de dormir le envié un mensaje a Maryland diciendo que la odiaba. Creo que me estoy extralimitando con ella.
Otra cosa, casi lo paso por alto: Emily Brent me invitó a salir.
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Un instante Feliz
Short StoryDarwin Wolff es un chico especial que vive a la expectativa, sin involucrarse, hasta que un día le dan una desastrosa noticia que vuelca su mundo patas arriba: pronto morirá. Darwin trata de hacer todas las cosas que nunca pudo: salir con sus amigo...