Hace algunos días conocí a una chica; estaba sentada en el vagón salón leyendo a Bukowski. Me senté a un lado de ella y luego de muchos minutos intentó sacarme conversación.
—¿Qué lees? —Bajé el libro, la miré a la cara y luego volví a subirlo.
—No me gusta mucho Verne. —dijo— Prefiero cosas menos científicas.
«Tú no conocerías de ciencia, ni si te pegase en la cara.» Pensé. Luego bajé un poco el libro, enderecé la espalda y continué leyendo.
—Por cierto, me llamo Elena.
—Darwin.
—Todo un científico, eh. Apuesto a que eres ateo.
—A nuestra edad no deberíamos pensar en religión, pero no, soy católico con excepciones.
—¿Qué significa? —Fue todo, me levanté y me largué de allí.
Al caminar por los otros vagones me di cuenta de que no había otro lugar tranquilo como el que acababa de abandonar, así que nuevamente volví, y como no había más asientos libres, tuve que sentarme junto a ella.
—Volviste.
—Escucha. No tienes que buscarme conversación. Lee tu libro en silencio y yo haré lo mismo.
Pude terminar el libro y largarme de allí adonde me esperaban mis medicinas y mis tratos nostálgicos. Es algo así como un mundo aparte, y a veces me enferma la gran diferencia que hay entre los dos.
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Un instante Feliz
ContoDarwin Wolff es un chico especial que vive a la expectativa, sin involucrarse, hasta que un día le dan una desastrosa noticia que vuelca su mundo patas arriba: pronto morirá. Darwin trata de hacer todas las cosas que nunca pudo: salir con sus amigo...