Miércoles 20 de septiembre

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Es increíble el cariño que le puedes tomar a una persona en tan poco tiempo, y cariño no es amor, ni tampoco un sentimiento que se acerque a un te quiero. Para mí, son solo palabras; pero para Joanna son palabras que representan nuestros sentimientos.

No he hablado con Emily, y no me ha respondido desde que el miércoles por la noche le dije: Creo que te amo. No sé si fue muy apresurado, y ese te amo era en realidad un te quiero, pero... ¡¡¡Demonios!!! Cuando estás en ese tipo de conversación en la cual todas las palabras salen de tu boca acompañadas de una risilla idiota, lo último que haces es pensar; y si lo piensas, no dices lo que pensaste, porque es química pura, y es algo que como muy pocas cosas en esta vida, solo se da, no se planea; porque la vida es una banal monotonía, Richard Parker, una monotonía llena de monotonías que nos arrastra a ella sin darnos cuenta. Así que todavía espero su llamada, y no perderé la esperanza, porque qué soy yo sin ella. He sufrido por tener una mínima esperanza de vivir, pero también ha hecho que me arda el pecho estas últimas noches, y todo esto se debe a una insignificante llamada.

La señora Agatha ha preguntado por ti. Al diablo, ¿por qué tanta formalidad? Ya no somos solo conocidos, y tú entenderás si solo la llamo Agatha.

Dejé la libreta en su casa, pero solo ha leído las primeras páginas. Esta mañana cuando fui a buscarla me preguntó si mi sueño era ser escritor. Le dije que sí, y ella me dijo que jamás lo lograría.

En ese momento no quería golpearla en la cara; con unos cuantos días ya me he acostumbrado a su gran personalidad, pero lo que dijo después me conmovió:

—Querido, si dices que tienes un sueño, entonces sabes que es un sueño que jamás cumplirás. Es algo que te hará dormir bien, y hará llevadera tu vida día tras días luego de pasar la mayor parte de tu tiempo encerrado en una oficina, donde odias trabajar. Es algo que solo te mantiene, pero que no amas tanto, o simplemente no eres valiente para convertirlo en tu meta. Así que, ¿por qué no lo haces tu meta?

—Pensaré en eso.

—Antes de que te marches, recuerda que tienes que venir a las cuatro, y Darwin...

— ¿Sí?

—Que alguien te diga que no tienes talento, no significa que esa persona tenga la razón.

—Lo entiendo.

Al salir fui al apartamento de Joanna, y la encontré llorando. Quiero que lo imágines, porque no tengo la fuerza de contártelo. Esto es muy diferente a todo lo que te he contado, porque no se trata sobre mí, pero a la vez sí. Es algo que me recuerda que esta trillada vida no es solo mía, y que de alguna forma es compartida, porque no estamos solos aunque lo pensemos; siempre va a ver alguien que piense aunque sea un milisegundo en nuestro nombre, y eso no es reconfortante, es esperanzador.

Cuando paró de llorar subimos a la azotea y me dijo que la palabra bizarro no es algo malo como solemos utilizarlo, sino algo bueno, porque significa: valiente, elegante, osado, y me gustaría creer que los tres (contándote a ti), somos bizarros. Le hablé sobre la llamada y ella me preguntó:

— ¿La amas, o solamente la quieres?

— ¿Y cuál es la diferencia?

—Hablo en serio.

—Igualmente.

—Darwin, no estoy jugando.

—Joanna, no puedo saberlo todo.

—Eres un idiota.

—Sí. ¿Ahora me puedes decir la diferencia?

—Bueno... ¡¡¡No lo sé!!! Tienes que sentir la palabra. Un te quiero no es suficiente comparado a un te amo, es como la sobra del sentimiento; es algo que se le dice a las personas comunes. Pero un te amo, es una reserva del sentimiento, es una palabra que expresa esa nostalgia acumulada. Es una palabra que solo reservamos a grandes personas en nuestras vidas, y que solo sale de nuestra boca sin antes pasar por nuestra mente.

—Allí está. Luego de tanta palabrería, me diste la razón: son solo palabras.

—No son solo palabras. Otra cosa, es que las personas las hayan hecho palabras.

—Un punto muerto en nuestra discusión: antes no eran solo palabras.

—Tienes razón.

Luego salimos del edificio y recorrimos la ciudad, y ahora creo que sé, cómo se siente un ave después de ser liberada de su jaula.

Sobre Bonnie, o la mujer En Blanco y Negro, como ya viste, las cuatro cartas que encontré en el cofre son cartas cortas de amor. Todo indica que tenía una especie de amor prohibido y que sí, vivió en este edificio. El viejo Fred no ha llamado, y sí, en las películas el viejo (o la joven atractiva con respuestas a todas las preguntas jamás formuladas), siempre llama cerca del fin, cuando las decisiones parecen tan irreversibles que el espectador queda atrapado en un suspiro casi asfixiante, en una agonía por saber si el protagonista jamás llegará; pero esta vez, mi querido Richard, me temo que para el final, yo estaré en una cama, tal vez sin recordarte, deseando que todo acabe pronto. Sí, esa no es una opción. Le daré un par de días antes de empezar a preguntar. Ya inventaré de dónde he oído el nombre de Bonnie.

Hasta otro día, Richard Parker. 

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