Capítulo 41

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Sentada en el avión no podía esconder toda la ruleta rusa de emociones que sentía por dentro. Sentimientos tan opuestos que batallaban para declarar las lagrimas que salían sin parar como suyas. Lagrimas divididas entre la alegría de haber pasado estas semanas aquí, de haber conocido a Harry y Ana, y entre la pena inmensa que sentía de dejarlos atrás. La pena inmensa que me carcomía las entrañas al saber que el día de mañana no vería esos ojos esmeraldas, no sentiría su cálida piel contra la mía, y lo peor de todo, no sentiría esos labios que tanto me volvían loca. Esos labios tan buenos para todo lo que hacían; Desde besar, cantar hasta decir palabras tan reconfortantes que me envolvían en un capullo de pura confianza y seguridad. Sabía que lo extrañaría hasta más no poder.

Tomé mi celular que vibró para ver el reciente mensaje de Harry.

-Ni se te ocurra ser un dolor en el trasero con tu acompañante, que terminará como yo; embobado por ti.-  Sonreí. 
-No tienes que preocuparte, solo me comporto así con idiotas como tu.-

-Ya te extraño.-

-Y yo a ti.-

-Procura llamarme cuando aterrices ¿si?-

-Tendrás que llamarme tu, recuerda que cambiarás tu numero y yo no tendré el nuevo.-

-Te quiero.-

-Y yo a ti. Me imagino que ya están sentados tomándose el café-

-Lo estamos. Me imagino que ya tienes puesto el collar que te regalé.-

Abrí mi cámara y le envié una foto frontal donde se veían las pequeñas alas colgando entre mis clavículas.

-Hermosa.- Me escribió al fin. 

Mi celular volvió a vibrar y una foto de su collar en su pecho tatuado salía a relucir.

El sonido de la azafata me sacó de mi conversación al informarnos que debíamos apagar los celulares o ponerlos en modo avión.

-Estaré esperando tu llamado.- Le escribí por ultima vez con una lagrima rodando de mi mejilla y el pecho apretado.


Se dice que el tiempo cura toda herida, desde físicas hasta emocionales, pero estando en este avión, con esta herida aun sangrante, parecía como si pudieran pasar mil años y aun seguiría sangrando. Dramático, lo sé, pero es que odio las despedidas a más no poder. Y sé de primera mano que las heridas sanan, los vacíos se llenan y los agujeros se tapan, lo sé, porque me he tenido que despedir más de una vez de las personas más importantes de mi vida. Y en ese momento podría jurar que mi corazón iba a dejar de latir por la tristeza que sentía. Mi corazón estaría tan hundido en su depresión que no querría latir nunca más.
Obviamente no pasó, llegué a los Estados Unidos y en las primeras semanas ya estaba riendo y disfrutando de mi nueva vida. Sabía que la pena que estaba sintiendo ahora era algo temporal, pero algo en esto era distinto, pues sabía que volvería a ver a mi familia cada navidad, cada celebración y cumpleaños, por el resto de mi vida, en cambio, aunque las ganas estaban latentes en mi, no sabía si volvería a ver a Harry nuevamente. Nada nos unía más que el simple hecho de tener las ganas. Esa incertidumbre era lo que hacía que mi pecho se apretara y mi corazón se partiera cada vez que pensaba en ello. Esa incertidumbre era la que me transformaba en una dramática profesional.

Gracias a lo exhausta que me encontraba emocionalmente, logré dormir todo el trayecto sin molestias, agradeciendo no tener que estar luchando por las agonizantes millas que nos separaban cada vez más y no seguir llorando hasta quedar sin lagrimas.

Aterrizamos sin problemas en la ciudad y en menos de una hora ya me encontraba abriendo la puerta de mi pequeño apartamento.

Aquí vamos de nuevo, pensé. 

All The Love (Harry Styles) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora