XXIII. Hanzel y Gretel

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Nuestras miradas estaban conectadas, y mi boca ligeramente abierta de la sorpresa por lo que él me había dicho.

—¿Qué? —la voz me temblaba ligeramente.

—Lo que oíste Paula. Estoy loco por ti, no me gusta que te hagas daño y eso me duele y me vuelve loco —dijo haciendo que mi corazón dejara de palpitar por segundos.

¿Decepción? Máxima.

—Entiendo, pues... intentaré no volver a hacerlo y cumplir mi promesa —dije con una sonrisa más falsa imposible.

—Bien —me abrazó y yo introduje mi cabeza en su pecho, mientras mordía mi labio.

—hablamos luego, que voy a salir con una amiga —. Inventé y me comencé a alejar de él cada vez más rápido.

Sí, ahora mismo sabía como se sentía que jugaran con tus sentimientos.

Dos horas después.

Caminar, caminar, sin rumbo... hasta que tus pies se cansen y tu cuerpo pida descanso.

Eso fue exactamente lo que hice, necesitaba pensar en todo.

Pero, hubo un pequeño problema... Si giraba a la derecha había un árbol, si giraba a la izquierda otro árbol.

En fin, lo que quiero decir con todo esto es que estaba medio perdida. Sí, medio pérdida porque ¿Qué tan difícil sería salir de aquí?

Comencé a caminar intranquila, pero todo era igual, un árbol por aquí, otro por allá...

Hasta que de repente encontré migas de pan. Sí, señores y señoras mi día parecía un cuento de "los hermanos Grimm".

Comencé a seguir esas migas de pan y adivinen a donde me llevaron. A una casa.

Por lo menos esta casa no era de dulces, toqué la puerta esperando que me dieran una indicación y me abrió la puerta una señora mayor, tendría unos 50 años.

—Hola ¿Puedo ayudarte en algo? —dijo mientras yo sentía mi corazón palpitar más de lo normal.

—Estoy un poco perdida —dije y de repente sentí dos pequeñas manos en mi pantalón.

—¿Eres Gretel? ¿y Hanzel? —dijo un niño súper lindo que inspiraba ternura a primera vista.

—Así que tu eres el travieso que dejó migas de pan —reí mientras lo miraba.

—Perdona a mi ángel es que mi otra nieta le acaba de contar ese cuento y pues... ya ves.

—No pasa nada ¿Podría decirme como salir de aquí? 

—Em... ¿Piensas irte a esta hora y sola? —dijo mirándome preocupada y aunque sabía que tenía razón, debía  ir al orfanato.

—Es que si no me voy me van a regañar.

—Puedo llamar a tus padres si quieres.

—No... no tengo padres —dije tragando saliva —bueno, debo tenerlos, pero me abandonaron en un orfanato.

—Oh, lo siento —me miró apenada.

—No lo sienta ¿Hay mucha distancia de aquí al orfanato Galaway?

—Muchísima, pasa y hablamos —dijo abriéndome las puertas de su casa.

Al final no era una bruja malvada ¿O sí?

Muñeca rotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora