XXXXII. Vie

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"La vie est une belle merde"

—Lo que ambos tenemos ganas desde que nos conocimos Pau —siguió besándome y yo lo volví a separar.

—Esto... Esto no está bien Liam —fruncí el ceño y el me miró confundido esperando a que me explicara —Tú... Yo...

—Ya me sé los pronombres Paula —rodó los ojos divertido y le pegué en el hombro.

—Lo que quiero decir es que no quiero estar con nadie.

—No tiene porqué ser algo serio sinó quieres, sólo disfruta el momento —sonrió remarcando esos preciosos hoyuelos y yo lo besé.

¿Qué más da? La vida era una puta mierda y lo menos que podía hacer era disfrutarla y actuar como una adolescente llena de hormonas y normal por una vez en mi vida.

Me puse sobre él y ahí la noche se descontroló. Un consejo, si bebéis tequila no cerréis los ojos durante mucho tiempo porque después de eso dejé de recordar lo que sucedió.

...

Escuché un ruido y sorprendida me senté en la cama pero definitivamente no era mi cama porque me di un increíble golpe contra un techo de madera que definitivamente me dejaría secuelas.

Volví a acostarme tras el golpe y cerré en los ojos mientras el dolor de cabeza se iba expandiendo.

—Mierda —lloriqueé y tras unos minutos de respirar profundamente abrí los ojos.

Me encontraba durmiendo en una litera. ¡Una litera! ¡Yo no tenía literas!

A penas me di cuenta de ello me levanté rápidamente pero como siempre la vida no está de mi parte.

Mis calcetines resbalaron sobre el suelo de madera y caí de culo. Pero eso no impidió que saliera de allí, realmente estaba asustada así que gateando llegué a la puerta y antes de abrirla alguien lo hizo antes que yo golpeándome en la frente de nuevo y provocando que soltara un gigante y espantoso grito.

—¿Quién eres tú? —gritó esa persona que no pude ver porque estaba demasiado ocupada cogiendo mi cabeza por si se caía del golpe.

—No sé —grité medio tonta y cuando pensaba sentarme en la cama me volví a pegar con el techo de ésta —¿Enserio? —grité.

—Callaos —masculló la inconfundible voz de Liam y automáticamente yo salí de mi confusión.

—Liam Norris ¿Me acabas de mandar a callar y además metiste a una chica en tu habitación? —cuestionó la persona que supuse era su madre.

—Lo siento Mami —puso voz de niño bueno y yo reí por lo bajo.

—Lo siento Mami —lo imitó —¿Qué pasó entre vosotros anoche?

—No recuerdo nada —mascullé.

—Nada —dijo Liam

—¿Y por qué está en ropa interior? —cuestionó su madre y Liam y yo gritamos al mismo tiempo:

—¿Qué?

Yo me levanté rápidamente y comencé a buscar mi ropa pero sólo encontré una camiseta en el suelo que no sabía de quien era así que me la puse.

—No pasó nada mamá, ella vomitó todo ayer y por eso está así, la traje a casa para que estuviera bien ¿O querías que la dejara tirada?

—Está bien —masculló —puedes ducharte si quieres

—Gracias —me puse roja mientras veía como se iba.

—Paula —me llamó Flinn.

—¿Qué?

—¡Qué culito más sexy!

—Cállate.

—Paula.

—Cállate.

—Pero...

—Liam calla —lo interrumpí.

—¡Llevas puesta mi camiseta vomitada! —dijo todo súper rápido y yo me la quité sin pensarlo —bonito sujetador.

—Capullo —me metí entre las mantas.

Respiré rápido y comencé a maldecir mentalmente al ver que no lograba recordar nada. ¡Estaba en la mierda! El dolor de cabeza y todo no me dejaba pensar racionalmente como una maldita persona normal.

Definitivamente la había cagado y bien hondo, ¿En qué estaba pensando cuando decidí besarlo? Podría excusarme, sí, definitivamente sería lo que haría.

—Liam, no quiero que confundamos las cosas tras lo de ayer ¿Por cierto que sucedió? —pregunté mientras hacía sonar mis nudillos, era una extraña manía que me era imposible de dejar.

—No hay nada que confundir Paula —escuché que decía en un tono ¿Serio? —simplemente después de besarnos dijiste "Flinn" y vomitaste mi camiseta junto a tu ropa.

—Mierda.

—Ya... —susurró más para si mismo —el caso es que te traje aquí y comenzaste a desnudarte, después te acostaste y caíste muerta.

—Gracias —pensé y agradecí que no se aprovechara de mi en ese estado, aunque yo realmente no habría besado a una Paula vomitada.

Tras agradecer y cerrar los ojos con fuerza, deseé que me enterraran a 3000 metros bajo el suelo. Y mi deseo se hizo realidad. Mi teléfono sonó y con eso mi corazón fue enterrado a 10.000 metros abajo.

—Paula, Flinn está mal —escuché un sollozo y rápidamente busqué como vestirme y salí corriendo sin importar que pareciera una muerta.

Tenía el corazón en la garganta y junto a ello el presentimiento de que algo muy malo había sucedido.

Deseé de nuevo, no acertar con mis estúpidos presentimientos. Definitivamente no era el día de ser una bruja.

No lo era. ¿Sabéis por qué? Porque las brujas no existieron, sólo eran mujeres más fuertes a las que los hombres temían.

Temían que una mujer pudiera ser como ellos y por ello hacían alusiones a estúpidas creencias.

Mataron mujeres sin sabes que nos hacían más fuertes.

El problema era que no era mi día de ser una bruja, sino una persona poco inteligente que se dejaba llevar por sus sentimientos.

Y eso lo descubriría más tarde.

Muñeca rotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora