XXIV. La imposibilidad es solo una excusa

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"todo tiene arreglo, nada es imposible"

Entré a aquella pequeña y misteriosa casa con mis nervios multiplicados por 100. Estaba en la casa de una completa desconocida y tenía que mantenerme concentrada y alerta.

Me invitó a sentarme en un sofá color marrón o "caca", como le hubiera llamado Flinn, de cuero, la casa era acogedora, se sentía un ambiente familiar que a cualquier persona del orfanato le gustaría sentir.

—¿Qué te trae por aquí? —me preguntó sacándome de mis pensamientos.

—Si le soy sincera, necesitaba despejarme un poco y... aquí estoy.

—¿Cómo te llamas?

—Paula —sonreí apretando su mano —¿y usted?

—Lía.

—Vaya nombre más... —se escapó de mi boca y ella soltó una risita.

—Ya te digo.

Comencé a hablar de cosas triviales con aquella encantadora señora, y me invitó a quedarme esa noche en su casa.

Lo único que pude hacer fue aceptar sabiendo que moriría en manos de Darcy.

Eran las 10 de la noche y me encontraba acostada en aquel sofá que parecía resultar más cómodo que mi habitual cama.

Tenía los ojos abiertos, con la mirada en el techo, pensando en toda mi vida y en como desearía haber nacido con unos padres de verdad, unos que no me hubieran abandonado.

Morfeo se estaba apoderando de mi, cuando de repente escuché como estaban forzando la cerradura, y con los nervios a flor de piel me levanté.

cogí lo primero que vi, una escoba, me dispuse a esperar a que entrara el posible asesino o ladrón en serie.

Justo cuando entró le pegué en la cabeza con la escoba y le di una patada en las pelotas. Satisfecha, encendí la luz y me encontré a un chico de unos 17 años en el suelo quejándose.

Yo comencé a gritar como loca del pánico y él todavía más, haciendo que Lía, su nieto y su otra nieta (la cual todavía no había conocido), salieran.

—¿Qué pasó aquí? —preguntó Lía sorprendida.

—Pues que él es un ladrón —lo señalé y todos menos el chico y yo comenzaron a reir.

—Él es mi nieto, Liam.

—oh —Pronuncié inocentemente.

—Sí, oh. Estoy bien gracias por preguntar, loca —dijo desde el suelo y rápidamente lo ayudé a levantarse sintiéndome avergonzada.

—¡No es mi culpa! Estabas forcejeando la cerradura —me quejé soltándolo y este se resbaló en el suelo.

—Se me perdieron las llaves y no quería despertar a la abuela —se excusó.

—aja.

—loca.

—idiota.

—fea.

—monstruo.

—retrasada mental —Me insultó y yo totalmente molesta me di cuenta que todos se habían ido a dormir y solo quedábamos nosotros dos.

<<Oh, yo también puedo jugar a eso>>

—Feto de foca retrasada con problemas mentales.

—Muggle.

—Eso dolió ¿sabes?

—Lo sé —sonrió.

—Estúpido mundano.

—Hija de Snow —se río y yo molesta le pegué en la cabeza —auch, agresiva.

—Al menos no soy una ladrona en potencia.

<<bueno...>>

<<cállate conciencia>>

—ya te expliqué todo, además ¿tú quién eres?

—¿Yo? Una persona ¿y tú? ¿Eres de mi misma especie?

—Sí ¿Dónde vives? —me siguió el juego.

—En el planeta tierra ¿tú?

—También, que hermosa casualidad.

—Lo sé —me di la vuelta y me senté en el sofá de nuevo.

—No, ahora enserio ¿Quién eres?

—Paula.

—Bonito nombre ¿Cómo llegaste a mi casa?

—Con los piés.

—Ja, ja. Qué graciosa —dijo sarcásticamente.

—Lo sé y respecto a tu pregunta, me perdí y tu abuela me dejó quedarme aquí.

—Ah.

—Buenas noches Liam.

—Buenas noches —dijo y subió las escaleras hacia su habitación.

Me quedé pensando en ese chico, en mi extraño comportamiento, en lo poco tímida que había sido y en lo guapo que era.

Alto, pelo negro, ojos verdes...

Al fin y al cabo Flinn tenía un poco de razón, era una muñeca no del todo rota.

Muñeca rotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora