Acomodar

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Al otro día volvimos a la casa para limpiar e ir acomodando las cosas.
Nos llevó casi todo el día, pues había mucho polvo. Además repintamos las paredes.
El viernes, el día en que ambos salíamos más temprano, moveríamos por fin los muebles y todo lo que resta, desocupando el departamento y llenando la nueva casa, un nuevo hogar.
Entonces, en la sala de estar colocamos fotos sobre las repisas, colgué un par de cuadros que había pintado hace unos años, pues se me daba bastante bien, después de pintar y secar atravez de magia las paredes. También colocamos cortinas y una linda alfombra que conseguí en el Callejón Diagon.
Todo esto miestras escuchabamos música y yo cantaba, lo cual me hizo estornudar repetidas veces a causa del polvo. Me costó muchísimo localizar alguna señal para la radio, pero finalmente lo logré, gracias a Merlín.
Luego siguió la cocina.
Despues de pintarla, limpiar las ventanas y las alacenas y cajones e instalar un refrigerador, ya que éste se quedaba en el departamento, coloque sobre la ventana que da al patio un par de macetas con plantas que Molly nos había regalado.
Mientras tanto, Bill, se dedicaba a pintar las otras habitaciones.
La casa tenía cuatro habitaciones en el segundo piso y un baño. Vuelvo a mencionar el hermoso jardín y las preciosas vistas hacia el mar que tiene.
Yo arreglé un poco las paredes de las escaleras y los pasillos.
Luego animé una escoba para que barriera los pisos y un par de esponjas en los azulejos del baño.
Ver todas estas cosas moviéndose por si solas y realizando el trabajo me recordó a una película muggle.
Luego busqué a Bill, quien estaba en la habitación más grande, intentando atrapar a un gnomo.
-¿Enserio tenemos de esos?- le pregunté pegándole una patada a la criatura, antes de que salga por la puerta, y se estampó contra la pared. Bill lo inmovilizó.
-Eso parece. Pero no creo que sean demasiados. No les gusta mucho la arena.
-Recuerdo que me enseñaste un juego para atraparlos, el primer día que te vi.
El sonrió y yo también.
-Si, por supuesto que me acuerdo. Como me acuerdo de todos los días contigo.- eso me hizo sonrojar. Aveces podía ser demasiado tierno, lo cual también me daba gracia.
-Eso lo acabas de escuchar de la canción.- dije abrazándolo.
-Tal vez, pero es cierto.
Lo besé.
-Tendrás que probarlo. Pero primero, ¿tienes habré? Yo si.
-Yo también.
-Estaba pensando que podría ir a comprar de esas masas para piza y probar si funciona en horno...- hice una pausa- de todas formas lo haré funcionar, pero quiero comer piza.
El rió.
-Muy bien. Ve.
Desaparecí y aparecí nuevamente con una bolsa llenas de cosas para preparar pizza. Técnicamente, sabía cómo hacer una, siempre ayude a las cocineras de orfanato a preparar comidas y cada fin de semana se cocinaban pizzas. Obviamente nunca utilizaba la varita.
Pero ahora si lo hice y aceleré un poco el proceso.
-Está muy rica.- dijo Bill.- En serio.
-Genial.
Estábamos comiendo en la barra que tenía la cocina.
-¿No hubo nada diferente en el trabajo?- me preguntó mordiendo otro trozo.
-Nada que reportar. Están jugando demasiado bien. Tienen todo muy calculado.
-¿Crees que podremos... Ganarles?
-Por supuesto que sí. Sólo hay que esperar a que se les complique un poco y luego caen. Siempre hay fallas. ¿Y los duendes?
-Sabes como son ellos. No les interesan los magos, nunca hablan de nada, más que de monedas y cosas valiosas. Y ya no confío mucho en ellos, con tal de seguir teniendo oro en sus manos, pueden hacer cualquier cosa, sea la persona que sea.
-Siempre odié a los duendes.

Un Gusto Conocerle, Señor. (Bill Weasley)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora