Capítulo 30: Examen SIMCE.

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Lo que ha sido ahora entre Armin y yo se basa en sólo miradas fijas sin conversación alguna. De vez en cuando realizábamos guerras de miradas para ver quién pestañeaba primero, aveces acabábamos riéndonos porque resultaba muy tonto.

Ayleen hace poco me envió pantallazos de una conversación que tuvo con él, donde explica que posiblemente esté interesado en alguien para salir. Um, me pregunto quién será, eh... Igual, interesante.

No hay mucho que agregar, la verdad. Un día, el profesor Levi me castigó después de clases haciendo ejercicios para hacer el famoso examen SIMCE que era dentro de uno o dos días, donde evaluaban un montón de materia de matemáticas, también de otras asignaturas. Al finalizar de hacer todo lo que pude -creí que estaría más chungo, no fue así, para mi suerte-, el profe se sienta en la mesa de al lado mío, no, no sobre la silla. Sobre la mesa.

- Señorita Harrison, ¿alguna explicación a porqué decidió rendirse académicamente, sabiendo que puede?

- ¿Es necesario repetir la misma excusa de siempre? -consulté de vuelta, en un tono de voz débil.

- No me digas "flojera", di algo más -cruzó los brazos.

- Dejaré el colegio.

Di un salto de susto cuando recibo una bofetada suya, fue despacio, pero me sorprendió muchísimo.

- Polly, ¿es jodidamente en serio? -asentí, con una mueca incómoda- ¿Y qué pretendes hacer de tu vida sin estudios?

- No, no... -negué desesperada- Sólo lo que queda de año, busco una escuela mejor.

- ¿No le gusta cómo explico la clase? -frunció el ceño.

- ¡No! No es eso -tosí un poco, para aclarar mi garganta, ni me salían las palabras-. Usted no, ni otros profesores más tampoco son malos. Me refiero a... el ambiente, este, no soporto ni me concentro con... la gente que me hace pasar malas rachas. Por eso es que tampoco he podido salir adelante si no tengo voluntad para.

- Ah, ya veo... Creo que ya sé a quiénes te refieres -chasqueó la lengua.

- ¿Uh? -murmuré, confundida.

- Soy profesor, lo sé todo, de ti, de los demás... Que no abra el hocico es otra cosa -no evité dejar escapar una leve risita-. Bueno, comprendo cómo te sientes, sin embargo, ¿no crees que es demasiado cobarde?

- Lo es -afirmé.

- ¿Y no te importa que piensen que eres una cobarde por ello? -negué- ¿En serio?

- Son vagos, sólo lo pensarán. Dudo que se den el tiempo de localizarme en las redes sociales tras bloquearlos.

- ¿Pretendes huir toda una vida? -negué, rechinó los dientes-. Tsk, bien, respeto tus decisiones. Sólo te digo que no es la mejor.

No me atreví a responder.

...

Le dije a mi mamá que no tendría sentido dar el SIMCE si al final, iba a repetir el año. Me envió de todas formas a dar el dichoso examen, que... Dios, no era complejo, de hecho, era increíblemente fácil. De un lado del salón al otro, Armin y yo intercambiábamos miradas, todavía con el juego de no pestañear y las risitas tontas. Era divertido, ¿vale?

Al finalizar toda esa movida, no había más que hacer, sólo desperdiciar el tiempo en el salón de clases y que un profesor nos cuide... Medio mundo gritando como simio, en sus respectivos grupitos, cómo no.

Fue bonito desperdiciar el tiempo, como siempre, sólo que ahora lo hice con permiso de los profesores. No sé si sentir vergüenza o indiferencia, es que... no sé, necesito ir lejos de toda esta mierda y rehacer mi vida escolar para obtener algo bueno, además de sentirme satisfecha, que es lo que necesito.

A la salida, Ayleen me hizo señas para que la siguiera. Acepté y corrí detrás suyo hasta que llegamos a la plaza cercana al establecimiento educacional, tomamos asiento en el pasto, no más. Jadeé antes de quejarme por cualquier cosa.

- ¿Y eso qué fue? -me llevé una mano al pecho para sentir mi acelerado pulso cardíaco- ¡Casi me matas!

- Sorry, es que no quería que nadie más escuchara -forzó una sonrisa más o menos traviesa.

- Bueno, ¿qué pasó? ¿Quieres que te preste algún cuaderno o algo? -crucé los brazos, prestándole mucha atención a lo que quisiera decirme.

- Ah, ¿cómo lo digo? -rió con delicadeza- Le pregunté a Armin si saldría con una chica rubia porque una lo estaba esperando.

- Y... -fruncí el ceño- ¿a cuál chica rubia te refieres?

- ¡A ti! -exclamó, sonriendo de oreja a oreja.

- Pero yo no soy rubia, soy castaña. Castaño claro es mi pelo.

- Ah, que bueno -suspiró-. Porque dijo que no le gustaban las rubias, porque le recordaban a sus hermanas y eso le daba un poquito de asco. Entonces yo le dije que la rubia se teñiría de pelo rosado para conquistarlo.

- ... -tosí bien fuerte- ¡¿Pretendes que me tiña el cabello de color fantasía aunque lo odie?!

- Fue una broma, no más -rió en voz alta-. Le dije eso y se cagó de la risa, dijo que también odiaba el tinte y que prefería algo natural.

- ¿Y cómo chucha le gustó Stacy si el tinte barato de colores se le nota a kilómetr...? -me tapó la boca con su mano.

- Eres natural, castañita -y retiró la mano-... ¡Tienes aún oportunidad!

- Um, sí, claro -forcé una risita por lo rara que me sentía-... ¿Eso no más pasó?

- Sí, eso, no más -hundió los hombros.

- Muchísimas gracias -me levanté del pasto-. ¡Hasta mañana!

- ¡Hasta mañana, amiga mía! -gritó mientras caminaba, dándole la espalda.

Detuve mi paso, apreté el puño por lo bajo en impotencia. Me sentí mal por ella, no podía decir lo mismo de ella porque sólo me apoya en las buenas, cuando la necesito en mis dramas, nunca está ni nunca ayuda como mis otras dos amigas. No le contesté nada, me fui sin más, con un amargo sabor de boca por esas dos últimas palabras que me dijo.

¡La stalker del nerd ataca! (Armin Arlert, SNK)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora