De verdad, si tuviera que catalogar un sólo día como el peor de todos. Éste lo fue sin dudas.
La psicóloga del colegio había quedado con que me atendería en el consultorio municipal que quedaba cerca del colegio, por ello es que no asistí a clases en la mañana para esperarla allí. No llegaba nunca, esperé hasta las 11 de la mañana porque la señora llamaba y decía "ya voy en camino", no llegaba y volvía a llamar diciendo "espere un poquito más"... qué poca profesionalidad, ¿no? Al final, muy cabreadas mi madre y yo, salimos de allí y fuimos a clases, donde mi madre discutiría que me retiraría de manera definitiva del colegio con las autoridades y yo me dirigí a mi salón a pasos pesados, sin ganas de nada.
Apenas pongo pie en el salón, Armando me golpea con algo que no logré saber qué era en concreto, en la cabeza, quedé algo atontada y me choca el hombro bruscamente, para gritar en mi oreja:
- ¿Y para que viniste a clases, estúpida? ¡Te quedabai' en la casa mejor que nadie te quiere acá!
No dije nada, me quedé cabizbaja. Eso ya lo sabía.
Nayara no vino a clases, Selena tampoco. Sólo estaba Ayleen, que claro, por más amiga que ella me considere, ella no lo es para mí. Porque no me saludó, me hablaba para que le ayudara a estudiar o que habló con Armin, la amistad no es sólo eso. No tenía a nadie confiable del quién despedirme acá, sólo de Armin, quizás... No tenía ganas de nada. Si hubieron días en que mi ánimo fue horrible, este hizo un récord.
No hice la tarea, me quedé mirando por la ventana hacia afuera, esperando que un rayo de esperanza me iluminara o que algo bonito sucediera. Porque yo no tenía putas ganas de buscar algo que me subiera el ánimo.
Los minutos transcurrían de manera eterna, eternamente mortales. Contradictorio, lo sé. Me llamaron a mitad de la clase para que charlara con el inspector general del asunto. Mis compañeros me miraron mal por llegar tarde y más encima retirarme de nuevo.
Me tragué un largo discurso pseudo-motivador suyo, pretendí poner atención a cada una de esas contradictorias e hipócritas palabras. Dijo que hablaría con la psicóloga en un rato más, no acepté. De todas formas, me hicieron hablar con ella igual.
Estuvo a punto de darme una copia barata del discurso anterior. Si ya andaba cabreada por el tema del mal servicio, por el golpe en la cabeza, la impotencia de no tener a mis amigas cerca, de saber que hay una zorra desgraciada que no podía vivir su vida independiente, no, ¡tiene que hincharme las pelotas! No, no me podía aguantar nada más.
- ¡Cállate! -le grité, caminando hacia la puerta de su oficina- ¡Tu mierda no sirve, asúmelo, no te voy a hacer puto caso si me vienes con esa falsa actitud profesional! -agarré el pomo con fuerza, salí del lugar, ella se levantó de su silla, tratando de perseguirme, negué con la cabeza y di un portazo.
Corrí por largos pasillos hasta llegar a inspectoría, donde mi madre estaba discutiendo con un par de inspectores, los interrumpí y dije, de brazos cruzados y con un tono seco, furioso.
- Espero que las opciones que tenemos sirvan de alguna wea', porque esta cagá' de institución funciona como las pelotas, ojalá y los destituyan por ser tan hijos de perra a la hora de "solucionar" problemas... ¿Qué? ¿Les pica el hoyo porque una pura alumna dejará de asistir por un mes cagao' de clases y su madre no les pagará los veinticinco mil pesos mensuales que cualquier otro idiota más les paga? ¡No sean maricones! -suspiré, soltando un gruñido de por medio, me dirigí a mi mamá, los demás me contemplaron boquiabiertos- Nos vemos en casa, mamá.
Y me retiré de allí, oí como me llamaban. No dije nada. Me quedaban dos asignaturas y me iba a casa. Podía escaparme por la gran puerta de salida y salirme con la mía, no, preferí el camino más relajado que era asumir lo poco y nada que quedaba.
Regresé al salón, pensé que me llamarían de nuevo o no sé... Que bueno que me dejaron en paz, seguro se lo tomaron como "es algo de la edad", sí, claro, algo de la edad que todo adolescente debe pasar: cabrearse porque no lo toman en serio.
Hijos de puta.
Reventé varias veces en llanto en medio de la clase, cubriéndome toda la cara, llena de vergüenza.
- ¿Te pasó algo, amiga? -preguntó Ayleen, colocando su mano sobre mi hombro.
- ¡No eres mi amiga! -grité, golpeando violentamente su mano, echándome para atrás.
- ¿Ah? ¿Polly...?
- ¡Déjame en paz de una puta vez! -exclamé- ¡Quiero llorar tranquila! Joder, si necesito un apoyo, lo buscaría, ¿no crees? ¡Nunca estuviste para mí, sólo para lo que te convenía! Y lo que no te convenía, lo hacías a cambio de que te ayude a estudiar, ¿no? Vete de mi vista si no quieres que ésto acabe peor, bien por ti que seas amiga de Selena, pero eso no significa que deba ser amiguita tuya también.
No dijo nada, parecía decepcionada. Hizo lo que le ordené; dejarme tranquila.
Llegó la hora de la salida, donde me encontré con mis dos amigas... Corrí a abrazarlas como pude, nos despedimos emotivamente, sabíamos que la amistad no quedaba ahí. Les dije que las visitaría frecuentemente y toda la cosa, aceptaron. Claro, si fui amiga de Nayara estando ella en España, ¿por qué no serlo estando a un par de calles de distancia?
Antes de alejarme para siempre, noté que Armin no dejaba de observarme desde la esquina de una pared, como si estuviera ocultándose mientras me miraba... ¿Era "espiar" o sólo idea mía?
¿Tomo o no la oportunidad?
Mejor no. Lo siento.
Al llegar a casa, almorcé como de costumbre y revisé las notificaciones de mi celular, sentí un enorme nudo en mi garganta. Tenía mensajes de dos personas especiales: uno de Lars y otro de Armin, leí superficialmente un poco y ambos pedían hablar algo ... importante. Mierda, me voy para no tener malos momentos y ahora tengo un dilema.
¿A quién le hablo primero?
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¡La stalker del nerd ataca! (Armin Arlert, SNK)
FanfictionUn fiel seguidor de la buena literatura y una escritora novata se conocen, son lo perfecto para estar juntos pero la situación es muy compleja.