Capítulo 17

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El domingo estuve por la mañana en casa de Saray ya que había vuelto su hermano pequeño de una excursión y teníamos que cuidarlo mientras sus padres no estaban. Me quedé a comer, pollo y patatas fritas. Jugamos con el a la Wii y luego se quedó dormido. Decidí irme a casa, tenía muchos deberes que acabar.

Por fin, después de cuatro horas acabé todos los deberes y me fui a dormir sin sin quiera cenar.

(...)

—Holsss. —Saludé mientras entraba en el coche.

—Hola Sammy, ¿qué tal?—Me preguntó el padre de Bella.

—Bien. —Me devolvió la sonrisa y mientras hablábamos Bella y yo por el móvil llegamos al instituto.

Le di muchas vueltas al tema de tener una amistad con Jack. Pero aun no me había olvidado de aquellas palabras.

«A ver si te enteras tú, que digas lo que digas eres absolutamente mía.
No quiero que nadie te toque, nadie.»

Aquellas palabras seguían acechando en mi, porque si ahora eramos amigos...se supone que yo ya podría tener relaciones con chicos o bailar con muchos Eirics sin que nadie me estampara en un baño para decirme que soy suya. Ya podía hacer lo que quisiese aunque ya lo hacía pero sin miradas penetrantes puestas en mi.

Fuimos a las taquillas, Bella estaba a dos de la mía.

—Hola nena. —Volteé para ver quien había llamado de esa manera a mi mejor amiga. Alexander.

—Hola Alexander. —Bella se estaba sonrojando, ¿por qué? odiaba que los chicos causaran tales efectos en nosotras.

Y sin ser avisada Jack apareció por la puerta del instituto con las manos metidas en los bolsillos. Todas las chicas lo miraban y los chicos se apartaban y se pegaban en las taquillas para que él pudiera pasar.

Me ruboricé.

Mierda.

No me gustaba la sensación.

—Hola chicas. —Jack paró enfrente de mi mientras Bella junto con Alexander lo saludaron.

Jack estampó su mano en la taquilla al lado de mi pelo.

—¿Vamos a clase amiguita?—Me reí y fui detrás de él hacia clase con Bella y Alexander de la mano y ni si quiera habían tenido la cita aún.

Las horas pasaron muy lentas...demasiado. Hasta que llegué a casa andando como de costumbre.
Cuando llegué a casa me encontré con algo que me restauró la sonrisa que no tenía desde por la mañana.

—¡Mamá!—Grité emocionada con lágrimas en mis ojos, las dejé escapar.

—Hola cariño.—Saludó mi madre, esperando un acto cariñoso por mi parte que por supuesto recibiría.

Corrí a abrazarla y ella hizo lo mismo. Le di un beso en la mejilla y volvió a abrazarme, siempre se iba pero siempre que volvía la recibía así.

Estaba feliz. Feliz. Feliz porque en ese momento no tenía preocupaciones en la cabeza. Mi madre estaba en casa y era lo que importaba.

—¡Eh eh que yo también quiero!
—Gritó divertido Ethan.

Después de eso fuimos a una pizzería que había cerca y hablamos de nuestras cosas y charlamos.

—Bueno...hay algo que quería contarte, Sammy.

Mi madre parecía estar reflexionando cada palabra que salía de su boca lentamente y por lo que entendí, mi hermano ya sabía de que se trataba.

—Tu padre...pues...tu padre...—Tenía las manos temblando, esta situación me estaba poniendo mala.

—Mamá tranquila, Sammy lo va a entender. —La tranquilizó Ethan.

Mentira. Me estaban poniendo de los nervios.

—Sammantha.

Cuando me llama por mi nombre completo nada bueno puede pasar.

—Tu padre se ha ido a vivir a Alemania, por temas de trabajo.

Ya no quería oír más, aquellas palabras me dolían, solo con esas palabras: vivir, Alemania, trabajo.

¿Irse? Se debía de haber olvidado en Seattle a sus hijos como en la peli Solo en casa, reí para mis adentros intentado no creerme esa situación pero por más que lo intentaba no podía.

¿Me había dejado aquí?

Lo vi hace unas semanas cuando era verano como todos los meses. Me quedé con el dos meses en su apartamento en esta misma ciudad.

—¿Cuánto tiempo?—Fue lo único que pude articular.

—Seis meses.

Eso si que me golpeó, y muy adentro.
De esta no podría salir. Me dolió mas que nada que se divorciaran y ahora...él se había ido.

Por eso aquellas ultimas semanas estaba tan raro, y unas semanas después de empezar el curso yo tenía muchos exámenes y no podía verlo pero una tarde fui y el estaba muy raro. No paraba de abrazarme y decirme lo que me quería y yo le respondía igual.

—¿Y porqué me lo dices tú?
—Pregunté con involuntaria incrueldad, me salía sola cuando estaba triste o cabreada.

Mi cuerpo se tensó esperando una respuesta que llegó a mis oídos.

—Se lo dijeron cuando tu ya habías empezado el curso, cuando fuiste a verlo aquella tarde...era ese día justamente cuando se lo dijeron.
—Sus labios se movieron una vez más. —Cariño lo siento.

Mi padre era un empresario muy conocido y mi madre trabajaba en ONG muchas veces, no cobraba dinero pero con la custodia de mi hermano y yo y que también ella trabajaba en una guardería nos daba bien a fin de mes.

—¿Podré hablar con él? —Mis ojos cristalinos no aguantarían mucho más este dolor.

—El mismo dijo que te llamaría bueno o te escribiría cartas cuando se hubiera instalado y tuviera el trabajo organizado. —Dijo mi hermano tocando mi mano.
—Tranquila, solo son seis meses. Volverá.

Ya sabia que el volvería eso estaba más que claro. Pero el no tuvo el valor de decírmelo aunque por un lado lo entiendo pero por otro no.

—Quiero irme a casa.

Ya nos habíamos acabado las pizzas y habíamos pagado así que hicimos lo que dije.

Me acosté en la cama y no paré de sollozar en un buen rato hasta caer dormida. Estos seis meses serían duros sin ver a una de las personas mas importantes de mi vida.

Mañana les contaría a mis amigas todo lo ocurrido. Las necesitaba mas que a nada.

Intentaba entenderlo todo pero no podía, mi padre no había tenido el valor de decirme que se marchaba, que tontería. Había sido un cobarde y se lo diría sin remordimientos, a lo mejor yo podría reaccionar así si fuera el pero soy su maldita hija, no puede irse y luego esperar que yo.me enterara y le perdonara. Quería escuchar sus razones lo más pronto posible.

Duele quererte Donde viven las historias. Descúbrelo ahora