Capítulo 54

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Por la mañana, me levanté temprano y fui directa al árbol a abrir mis regalos. Como ya suponía, un sobre con dinero de mi abuela y ropa que fui a comprar con mi madre. También estaban los regalos de mi hermano, por su puesto le había regalado algo. Lo más básico, calzoncillos. A mi abuela junto con mi madre un collar de plata y a mi madre una pulsera de oro com el dinero que tenía ahorrado yo sola.

Esa mañana estuvimos las tres con tazas calentitas comentando los regalos, y yo haciendo pases de modelo con la ropa nueva.

No había ningún rastro de un regalo de mi padre, dijo que quizás me llevara alguna sorpresa así que supuse que podía esperar un poco más para comprobar que estaba equivocada.

Y así fue;

Tocaron a la puerta y como mi familia estaba muy distraída hablando me decidí a ir yo a abrir.

Me encontré con un chico bajito, que no ocultaba del todo su pelo rojizo escondido debajo de la gorra. Su barba de dos o tres días rojiza contrastaba con sus ojos marrones claritos. Iba vestido con uniforme de repartidor y sujetaba una caja en una mano mientras en la otra llevaba una tabla con un papel sujetado encima.

—¿Sammantha Scoffield? —Preguntó mirando el papel.

—Soy yo.

—Muy bien, firma aquí. —Tendió el papel con la tabla y un bolígrafo y firmé donde me indicaba con el pulgar.

Le devolví el papel y él repartidor me dio la caja y se marchó dejandome con la duda.

Miré en dirección a la caja y la moví un poco intentando imaginar que podría haber dentro. Pesaba un poco, decidí no zarandearla más por si acaso.

Al lado de mi madre y mi abuela, la apoyé en la mesa captando la atención de estas dos. Las miré haciendo una expresión de no saber que contenía la caja. La abrí, y habían algodoncitos por encima de lo que parecía una caja más pequeña en vuelta en papel de regalo. Desenvolví el papel imaginándome lo que podía ser aunque no quisiera creerlo.

—No puede ser. —Murmuré emocionada.

Miré a mi madre y le sonreí con la boca abierta.

En el interior de la caja se hallaba un portátil nuevo marca Apple plateado. Ya tenía uno más viejo que fallaba un poco pero me conformaba con el hasta ahora. No me importaba reconocer que un portátil me hacia más ilusión que la ropa de mi madre.

Por su puesto sospechaba que había sido idea de mi padre pero no encontraba nada que me lo afirmara. Eché un vistazo por la caja otra vez y debajo de unos algodones sobresalía la punta de un papelito pequeño.

«Feliz Navidad cariño, te quiero. Papá.»

Una lágrima se deslizó por mi mejilla y mi abuela —situada a mi lado—me consoló pasando un brazo alrededor de mi cuello.

—¿Te gusta? —Preguntó mi madre entusiasmada y divertida por mi reacción.

—¿Qué si me gusta? —Volví a mirar el portátil. —Me encanta. Tengo uno nuevo por fin.

—¿Acaso te gusta más que la ropa que te he comprado yo? —Hizo gesto de ofendida. Le di un beso en la mejilla. —Me alegra que te guste, tu padre no es mucho de sorpresas ya lo sabes.
—Afirmó.

—Entonoces alguien tuvo que ayudarle. —Dije esperanzada.

Mi madre solo ojeó el portátil y levantó las cejas y sonrió negando.

—Ves a llamarle anda, seguro que estará esperando tu llamada.
—Advirtió mi abuela. Hice caso omiso y subí las escaleras aún emocionada y lo llamé. Después decidí llamar a mi novio también.

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