Capítulo 1: Una chica común.

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El despertador sonó temprano ¿Por qué tuve que decirle que si a Berta? "Vida sana, cuerpo sano" bésenme el... ¡_____ (N)! No quiero levantarme. Mamá ¿Dónde estás en estos momentos? ¡Qué va! Me levanto. Me levanté y fui de camino al baño luego de apagar ese aparato que por un momento pareció que iba a sonar toda la vida, aunque no entiendo muy bien por qué iré a la ducha, si en unos minutos más estaré toda sudada y tendré que repetir lo mismo otra vez. Otra ducha, mi cabello se dañará y seré la chica con el cabello más feo del mundo. ¡Déjate de ser tan superficial! Espera ¿De verdad estoy hablando conmigo, otra vez?

Me amarré el cabello con un lazo y me desvestí lentamente mientras me miraba en el espejo, una delicada sonrisa apareció en mis labios cuando mis manos pasaron por mi estómago y comencé a jugar con él, pretendiendo que mi ombligo era una boca y con una voz juguetona decía "Buenos días señorita, estamos un poco más rellenitas, soy el señor ombligo, bla, bla, bla!" imitando a la chica de aquella película "Hotel Transilvania", creo que Mavis era el nombre de ella. No lo recuerdo, no era de mucha importancia. Entré a la ducha luego de prender el agua y lentamente acaricie mi rostro, dejando el agua caer sobre él, lavándolo suavemente. Luego de lavarme completa y rápidamente, salí de aquella cabina y me dirigí hacía mi cuarto para ponerme el traje deportivo, ya quedaba poco para reunirme con Berta. Caminé hacía la esquina de mi habitación donde estaba el closet y tomé la ropa que me iba a poner, sujetándola bajo mi brazo mientras caminaba de vuelta a la cama y la tendía ahí, vistiéndome rauda. No tarde un par de minutos y sentí que alguien tocaba mi puerta, debe ser ella.

-¡_____ (N)! ¿Todavía estás dormida?- escuché a Berta gritando desde el otro lado de la puerta.

-¡Voy!- respondí y me paré de la cama luego de ponerme las zapatillas.

Fui a abrir la puerta y ahí estaba ella, la primera persona que se atrevió a hablar conmigo el primer día que ingresé en el salón. Berta, una niña muy simpática, de llamativos ojos color café, cabello que de vez en cuando era negro o castaño o cobrizo, de estatura promedio, mi mejor amiga.

-¿Qué te hizo tardar tanto? Te esperé en la cafetería cerca de la casa de la vieja Lucy por media hora.- me dijo con una voz animosa, así era ella.

-Me quedé unos cinco minutos en la cama y luego me levanté y me duché.- le respondí mientras buscaba mi iPod en el cajón de la mesita de luz y las llaves del apartamento.

-Para la próxima vez, te dejaré dormir.- ella rió y luego agregó. –creo que estás buscando esto.

Me volteé y la vi sujetando mis llaves. Siempre tan oportuna. Me reí como tonta y cuando ya tenía listas las cosas que llevaría, nos fuimos por la puerta y bajamos por las escaleras a modo de cardio, luego salimos por la entrada principal después de despedirnos del viejo portero. Después echamos a correr.

-¿Sabes? Después de esto, me comeré un gran trozo de pastel y no lo lamentaré.- le digo mientras ella parecía concentrada en lo que hacía, pero luego, la escucho reír melódicamente.

-Creo que yo también. Tengo bastante sin comer cosas dulces y necesito una nueva religión, el café es tan vieja escuela.- me responde con una risita.

-Parecemos hipsters, lo único que nos falta es vestirnos así.- blanqueo los ojos juguetona, no soy una gran fan de tal moda.

-¡NI QUE LO DIGAS, _____ (N)!- ella dice y luego agrega, cambiando el tema de conversación completamente- oye, escuché que traerán la exposición del Capitán por una semana al Lincoln Center, con unos compañeros iremos a verla. ¿Te nos unes?

La miré por unos segundos y asentí. Desde que llegué a este país, lo único que he conocido es el Times Square, vagones de metro con excesivo olor a sudor, restaurantes de comida rápida y uno que otro lugar, la verdad no tenía tiempo de viajar fuera del estado de Nueva York, lindo sería que me trajeran una parte de otro a esta gran ciudad. Aparte que íbamos a visitar la exposición del primer vengador, el Capitán América. Muchas veces escuché sobre él y su grupo en mi país de origen, las hazañas realizadas, la gente que han salvado, cosas buenas y malas. "El Capitán América" murmuré para mí y seguí corriendo por los alrededores con Berta, escuchando música en mi iPod mientras nos dirigíamos a Central Park.

Llegamos a tan visitado parque en menos de diez minutos o al menos eso fue lo que calculé con las canciones que había escuchado en nuestro camino hasta ahí. Había mucha gente ejercitando, era gracioso, no porque se estaban cuidando y su forma de vida, no. Era gracioso porque en tu país, en las calles que te vieron crecer, no se veía un ente dedicándose al deporte tanto como esta gente, pero me gustó, era agradable ver que la comunidad de hoy se preocupaba por estas cosas, me sentí mucho más motivada desde que me forcé a levantarme de la cama esta mañana. Saqué mi iPod de mi bolsillo y cambié la canción que sonaba, pasando por una cantidad de canciones hasta que puse "D.N.A" de Little Mix, subí el volumen y comencé a correr más rápido.

-¡A qué no me alcanzas!- le grité a Berta y aceleré aún más, estaba emocionada.

Doblé en una de las cuantas intersecciones del parque para dirigirme hacía el lago, correr por el contorno de éste era lo que más me gustaba hacer, en especial porque en esta época de primavera, podía ver a los pequeños patitos que nadaban en él con su mamá. Movía mi boca como cantando la canción que tanto me prendía, creyendo que era una cantante famosa o algo así y este era mi video clip, pero en realidad sabía qué hacía el ridículo, porque tomaba bocanadas de aire de vez en cuando. Mi costilla por el lado derecho ya había comenzado a doler.

-¡TE ALCANCE!- escuché la voz Berta mientras sentía su mano en mi hombro y me detenía, era tiempo de descansar, estábamos frente al lago, meta cumplida.

-Igual te saqué ventaja de un par de minutos.-le digo, haciéndole cosquillas por un breve momento.

-Creo que te emocionaste cuando te dije que iremos a la exposición del Capitán ¿verdad?- la escucho decir. No evito asentir rápidamente mientras corro a una pequeña banca y me subo en ésta, llevando mis manos a mi cintura y posando como heroína.

-¡LARGA VIDA AL CAPITAN!- grito, pero luego cierro rápidamente la boca y salto de la banca cuando veo a un guardia de seguridad del parque acercándose a donde estábamos. - ¡Corre, Berta! ¡Corre!

Ambas echamos a correr para salir del parque, nuestro breve descanso se vio interrumpido por mi tierna torpeza y una vez que salimos de éste, comenzamos a caminar por los alrededores.

-¡Eres un bombón!- escucho a Berta decir y siento sus brazos por mi cintura.

Blanqueé mis ojos una vez más mientras esbozaba una sonrisa feliz en mis labios y la abrazaba de vuelta. De una manera u otra me gustaba que me llamen así, no porque pensara de mí como una persona dulce, era porque los demás lo creían o al menos los que me valoraban y Berta era una de esas personas. Me sentía tan agradecida de tenerla a mi lado, me sentía agradecida desde el primer día, cuando se acercó para preguntarme si quería almorzar con ella y con el que era su novio en ese entonces. Ella es una gran persona, mis pies sobre la tierra.

Cuando terminamos nuestra rutina de ejercicios que era básicamente correr, caminar, correr y caminar, me devolví a mi departamento luego de despedirla fuera de la pequeña residencia en la que vivía. Una vez que llegué al piso y cerré la puerta después de mí, me tiré en la cama y me hice una pequeña bolita, comenzando a rodar y reír de felicidad. Berta me había dicho que esa noche íbamos a la exposición y ya no podía esperar más. Capitán, oh mi Capitán, voy a por ti.

De papel y estrellas fugaces (Bucky Barnes y tú) (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora