Capítulo 8: De pesadillas y realidades.

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Me subí a la furgoneta riendo suavemente por uno de los chistes malos que había contado Stefan, si no di mi mejor debut deteniendo a ese extraño hombre que conocí en tal sombrío lugar entonces tendría que actuar como si estuviese sintiéndome espléndidamente bien y como si nada hubiese pasado y si alguien llegase a sospechar de algo podría decir que estaba cansada, era un recurso que no podía desperdiciar en una situación como esta, aparte que habíamos tenido un largo día y entenderían. Para mi suerte, me pude posicionar justo al lado de la ventana y quizás los diferentes paisajes de las ciudades por las cuales conduciríamos me distraerían de tal evento. Sentí como el motor del auto se encendía y como éste se movía. También sentí el cuerpo de un chico a mi lado, por el reflejo a través del espejo pude darme cuenta que era un gemelo, Joseph. Quizás Berta lo obligó a sentarse a mi lado ya que últimamente se las está dando de cupido.

Respiré profundamente, sentía mi cabeza pesada, mi corazón agitado, mi cuerpo sudoroso, no podía dejar de pensar sobre esos ojos azules. Apoyé mi cabeza en el vidrio helado de la ventana como si me estuviese acurrucando a este por refugio, mis piernas se juntaron y yo lentamente me encogía en el asiento, una suave ventisca recorrió mi cuerpo y enrollé mis brazos cruzándolos por sobre mi pecho ya que sentí escalofríos subiendo y bajando por mi columna, más de seguro era por el miedo y por el frío. Luego de eso una suave y cálida sensación abrigó mi cuerpo, era Joseph, quien me había cubierto con su chaqueta y luego se había apoyado ligeramente en mí.

-Está haciendo frío... –lo escuché decir mientras me arropaba en su ropa, le sonreí tiernamente.

-Debes dejártela. –murmuré mientras me acurrucaba en esta como una niña pequeña que necesitase protección.

-La usaré como excusa para poder verte mañana. –trató de bromear pero yo sabía que lo decía en serio.

No le respondí, no por mala educación sino porque mis ojos se estaban cerrando lentamente y yo estaba rendida, ahora me estaba sucumbiendo a un profundo sueño que se vería interrumpido en el momento que llegase a casa. La música que tocaba de fondo y el calor que se apoderó de mí luego de tan lindo gesto del chico de los cabellos dorados me hizo quedarme dormida.

No tardé mucho en tocar la tierra de los sueños y ahí estaba yo en ese terrible callejón otra vez, asustada, temblorosa, desprotegida, con frío. Miré a un lado y luego al otro en busca de luz, estaba todo tan oscuro y parecía como si se volviese peor en el momento que comencé a caminar, todo se volvía tan estrecho y más obscuro que antes, mi corazón latía rápidamente y la paranoia de que alguien me seguía me había envuelto en lo más profundo. Mi paso se aceleró, mi respiración se entrecortó. De pronto una luz vislumbró una calle vacía en uno de los extremos y por una milésima de segundo, la fuerte sensación que saldría de esto me abrazó pero apareció el... ahí estaba nuevamente, no... Comencé a correr en dirección contraria de este sujeto, no quería verlo, tenía miedo. "¡Ayuda!" grité pero nadie escuchó. Las luces de cada edificio comenzaron a encenderse y el lugar que antes estaba cubierto por el demonio se hizo mucho más claro sólo para hacerme saber qué tan sola estaba, nadie vendría en mi auxilio, no tendría escapatoria. El hombre seguía detrás de mí, caminando calmo como si supiese que me iba a atrapar, quería perderlo pero siempre estaba detrás de mí al acecho, no saldría de esta con vida.

"Por favor detente." Me decía para mis adentros, el aire abandonaba mis pulmones y mis costados ya habían comenzado a doler, las venas de mi corazón bombeaban más rápido que de lo frecuente. Me metí a un edificio desierto para poder pedir ayuda pero tal como paso anteriormente, estaba completamente sola, perseguida por aquel maníaco. Entré a una habitación luego de haber perdido al hombre de ojos azules de vista y me escondí debajo de una cama, movimiento torpe e inútil porque a los segundos después siento como alguien la levanta con una fuerza sobre humana y la tira a un costado y ahí fue cuando lo avisté mejor. De zapatos a cabeza el hombre tenía unas botas de pelea y unos pantalones negros que le permitían flexibilidad, llevaba una chaqueta negra y creo que eso era ¿Un chaleco antibalas? Lo miré más arriba y su boca estaba cubierta, su cabello estaba bien largo pero no le pude ver bien de qué color era, en la oscuridad se veía todo de color negro. De pronto saca un arma y la apunta hacía mí. Me cubrí la cabeza con las manos y supliqué que no me matara. No quería morir, aún tenía muchas cosas que hacer, tenía que volver a casa con mi familia, a mí amado _____ (tu país), cerré mis ojos fuertemente porque no quería presenciar el momento de mi muerte. Pronuncié un nombre mientras temblaba del terror.

-James... -sentí unas palmaditas en mi cara que luego me despertarían, por el momento estaba en un trance del cual no podía despertar y seguía llamando ese nombre "James" y sus ojos azules todavía me acompañaban en aquella habitación.

Escuché la voz de Berta a lo lejos que trataba de hacerme reaccionar, despertar y lo hice, sólo para darme cuenta que el auto había sido estacionado en un lugar y todos me estaban mirando extraño. Me incorporé lentamente en el asiento y toqué mi cabeza, me dolía demasiado, mi lengua se trabó y no pude hablar.

-¿Quién es James? –Berta me preguntó, mi ceño se frunció.

¿James? No conozco ningún James, negué suavemente con la cabeza ya que aún no podía hablar, estaba conmovida, necesitaba agua o un trago para olvidar aquel amargo momento. Estaba completamente sudada como si hubiese corrido kilómetros, mi corazón iba a saltar fuera de mi pecho en cualquier segundo. Quería preguntar qué había pasado pero no me sentía capaz de escuchar sus palabras, quiero irme a casa, estoy asustada. Mis cansados ojos recorrieron cada rincón del auto y luego se volvieron a los ojos de Joseph quien se notaba como uno de los más preocupados por mí. ¿Estuve tan mal?

Berta y yo llegamos a casa unos minutos más tarde después de reaccionar, nos bajamos de la furgoneta luego de despedirnos de todos y subimos hasta el piso del departamento en el cual vivo, me sentía mal, mareada. Abrí la puerta con la llave que escondía en una planta y entramos.

-Ve a darte un baño y luego vas a la cama, voy a preparar un té de hierbas y un emparedado, necesitas reposo.- escuché a Berta decir en tono maternal mientras caminábamos hasta la cocina.

-Tranquila, estoy bien. –Dejé la chaqueta de Joseph sobre la mesa y mi cartera sobre ésta, tomé un vaso y lo llené con agua, tomando un poco- ¿Qué me paso?

Vi como Berta respiraba profundo mientras se sentaba en una silla y se encogía de hombros.

-Te quedaste dormida luego de que Joseph pusiera su chaqueta alrededor de ti para abrigarte y te acomodaste en su pecho luego de unos segundos, los muchachos condujeron hasta los contenedores y cuando volvieron comenzaste a gritar mientras dormías, pedías ayuda y decías que un psicópata llamado James te estaba siguiendo, que te quería matar y también nos dijiste que te ibas a esconder bajo la cama... te intentamos despertar por un largo tiempo pero tus ojos parecían no abrirse. Nos asustaste a todos. –dijo mientras tomaba mi vaso de agua y tomaba un sorbo, mi ceño se frunció, no lo podía creer, nunca me había pasado algo así.

Lo que más me extrañaba era que no conocía a algún James o al menos eso era lo que mi mente me obligaba a creer pero su mirada, su mirada tan confusa, distante, triste. Recuerdo haber visto esa mirada aquella noche que fuimos a la exposición del Capitán América y yo me paré frente al memorial de Bucky. Negué lentamente con mi cabeza y le dije a Berta que estaba cansada y que ya no podía seguir despierta. La escuché decir que estaba bien, que ella no dormiría conmigo y usaría el sillón y que la ducha no era necesaria ahora. Asentí lentamente, me levanté de la silla y luego de despedirme me fui a mi cuarto, maldiciendo mi dolor de cabeza ya que sentía que en cualquier momento iba a explotar. Caí rendida en mi cama una vez estuve en mi habitación, tan agotada que se me había olvidado cepillar mi cabello y mis dientes.

Esta vez volví a soñar con él, era como la continuación de la pesadilla pero ahora yo estaba de pie y lo miraba con compasión, ya no estaba asustada, lo entendía, sabía que él no sabía lo que hacía, no sabía lo que estaba ocurriendo a su alrededor, también sabía que debía morir y quizás esa era la única manera para despertar de esta pesadilla. "Todo estará bien, James" decía una y otra vez mientras mis mejillas se empapaban de lágrimas, implorando que terminara. Dibujé una sonrisa triste y lentamente estiré mi mano hacía la máscara del hombre, quitándosela para así tener una vista completa a su cara, mi cabeza se ladeo mientras suavemente puse mi otra mano en su mejilla y la acaricié y mi voz se quebró al momento de decir "Te amo, Bucky."

De papel y estrellas fugaces (Bucky Barnes y tú) (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora