Fue una buena tarde noche con Esteban, vimos la película, comimos y cada dos por tres nos robábamos besos. Cuando estaba a punto de dormirme escucho una leve respiración y abro mis ojos, me encuentro con una imagen tan tierna, se lo ve tan tranquilo. Le aparto lentamente las gafas para que este cómodo y al verlo de nuevo, se lo ve distinto sin gafas. Empiezo acariciar su rostro con suma delicadeza, percibiendo cada facción, tiene unas pestañas largas y no me he dado cuenta hasta ahora, su mandíbula es muy marcada y se le ve tan varonil, no puedo evitarlo y me acerco a su cuello para oler su aroma, después le doy un beso, siento como su brazo me coge por la cintura para tenerme mas cerca.
– me gustaría que me despertaras así siempre- dice con su voz ronca, aparece un escalofrío por mi columna, me separo para verlo y tiene una gran sonrisa, empezamos a besarnos de una manera tan prohibida para la vista de otros, poco a poco nos íbamos tumbando en el sofá. Va apareciendo calor por todo mi cuerpo y sin esperármelo Esteban me quita la camiseta y le imito, cojo la parte baja de la camiseta de Esteban y se lo saco, nuestras respiraciones están agitadas pero aun así continuamos en este momento, sus manos están recorriendo por mi piel...
-que dolor...– me quejo y todo este ambiente desaparece de golpe, Esteban se separa. De toda la emoción del momento por lo visto Esteban se olvido de mi gran hematoma porque toco mi pierna.
–lo siento, ¿te he hecho daño?– pregunta y le miro.
–claro que si, pero no pasa nada– digo, tomo su mano– será mejor que vaya a casa.
–esta bien, ve a cambiarte de ropa aunque te he ayudado un poco– dice con una sonrisa, siento como me voy poniendo como un tomate, rápidamente con una de mis manos cubro sus ojos.
–¡cierra los ojos!– grito de la vergüenza.
–de acuerdo, pero me gusta verte...– veo como hace un puchero.
–¿tienes los ojos cerrados?– pregunto.
–si Camile– aparto poco a poco mi mano y afirmativo, tienes los ojos cerrados.
–que no se te ocurra abrirlos– me levanto y voy en busca de mi ropa que esta en la secadora. Me cambio y salgo- estoy lista– digo.
–vamos entonces– se acerca a mi y entrelaza nuestras manos.
Por el camino a casa no hablamos mucho pero no era un silencio incomodo, era todo lo contrario, cuando estábamos llegando a casa, se detiene en un semáforo en rojo.
–no sabia que tenias un tatuaje...– dice.
-¡me dijiste que tenias los ojos cerrados!– digo molesta.
–lo siento, no pude evitarlo– le miro con odio y el tiene una sonrisa en toda su cara de mentiroso– ahora si, dime que es...
–me da vergüenza decirlo...–respiro– estaciona y te lo indico, prefiero que lo mires antes que decírtelo.
–¿en serio?– pregunta.
–si– digo, aparca el coche y me mira, también lo hago– yo creo que tiene que ser como cuando te quitas la tirita, primero– le señalo– cierra los ojos pero de verdad y cuando te digo que los abras los abres, ¿entendido?.
–esta bien– levanto mi ceja– confía en mi– se quita las gafas y cierra los ojos.
–cuando cuente tres miras– el asiente, me quito el cinturón de seguridad, me desabrocho el sujetador porque el tatuaje esta a la altura donde se coloca el sujetador en la espalda, levanto mi camiseta y me pongo mirando a la puerta del copiloto– tres– digo. No escucho que dice nada y siento como toca mi piel, recorre un calor por toda mi columna.