1 • My name is Midnight

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Cometí una completa estupidez.

En el primer segundo que puse mi pie en Londres, llegó a mí la realización de que cometí una absoluta estupidez y que realmente no tenía ninguna razón lógica para hacer esto. No tenía porqué robarme los ahorros de mi abuela y volar a otro continente para conocer a un completo extraño que ni siquiera aparece en google cuando buscas su nombre.

Lo único que sale acerca de Lionel Kendrick Vosse es el contrato de su edificio, información legal de un problema con mariguana que tuvo en el 2003 y una pagina de Facebook con muchos amigos pero ninguna foto.

O sea que gasté 900 dólares impulsivamente para viajar por primera vez en un avión donde tuve dos ataques de pánico. Uno cuando despegamos y otro cuando hubo una pequeña turbulencia. Después tuve que ser acompañada por la azafata a recoger mi maleta porque me consideraron inestable y ahora estoy cerca de soltarme llorando en la calle porque no me está gustando darme cuenta de lo difícil que es la vida para mí específicamente.

Hacer todo esto fue muchísimo más difícil para mí de lo que cualquiera se imaginaría, o de lo que sería para cualquier otra persona. Ir al aeropuerto, comprar un boleto, incluso subir al maldito avión fue una lucha.

Y solo sirvió para recordarme lo poco que sé de la vida, a pesar de que en teoría, sé muchas cosas.

—¿A dónde quieres ir? ¿Hablas inglés? —me pregunta el taxista que tengo enfrente, como si ya hubiera repetido esa pregunta muchas veces. Tal vez porque solo me paré frente a él y me perdí en mis pensamientos en lugar de comunicarme como una persona normal.

Asiento con la cabeza sin darle ningún tipo de información acerca de mí para evitarme algún tipo de ataque y le entrego el papel donde está escrita la dirección del edificio donde mi padre biológico vive.

Una vez que estoy dentro del taxi y empieza a andar, mi corazón se vuelve loco. Estar en otro lugar es mucho más difícil e intimidante de lo que pensé que sería. No conozco nada, no conozco a nadie, no sé qué va a pasar, no sé cómo voy a sobrevivir aquí, no sé cuánto tiempo pasará antes de q...

—¿Estás bien? Por dios, muchacha ¿Qué te pasa? —pregunta el taxista después de unos minutos de manejar, volteando hacia mí cuando se da cuenta de mi estado.

Estoy respirando con todas mis fuerzas y aún así siento como si nada de aire estuviera entrando a mí. Todo se cierra a mi alrededor, y el hecho de que este hombre está tan preocupado solo me hace sentir peor.

No sirvo para esto, para vivir.

Solo sirvo para quedarme encerrada en mi habitación a leer o ver pornografía. Es lo único en lo que soy buena. Debí haberme quedado en casa donde todo es seguro y aburrido.

Empiezo a poner en práctica los pasos para tranquilizarme intentando no llamar mucho la atención, pero el taxista se estaciona antes de que lo logre y abre mi puerta para sacarme de ahí, jalándome de una mano.

Extiende mis brazos una vez que estoy parada afuera y empieza a tomar grandes respiros frente a mí, mientras me instruye que haga lo mismo que él. Y a pesar de que usualmente hago que mis ataques se acaben en menos de cinco minutos, es más fácil cuando hay alguien intentando ayudarme y diciéndome que no hay nada de qué estar asustada.

Alguien que tiene ojos tan amables y un montón de lineas de expresión alrededor de ellos, aunque no se ve tan viejo. Supongo que es porque se ríe mucho... por lo tanto es una buena persona ¿No? Quiero decir, no me parece que una persona malvada sea muy feliz. Creo que estoy en lo correcto y el taxista es bueno.

Tal vez incluso podría confiar en él si mi padre resulta ser un psicópata e intenta matarme.

¡Listo! Ya conozco a alguien. Y ya conozco un kilometro de la ciudad... un kilometro del aeropuerto hasta esta calle donde se paró el taxista, pero me puedo hacer una idea de cómo es la ciudad. Y también tengo un plan de respaldo si el plan principal falla: llamar al taxista y pedirle apoyo.

#OUTSIDERS Donde viven las historias. Descúbrelo ahora