05

21.8K 1.1K 87
                                    

Mordí inquietamente el interior de mi mejilla queriendo ocultarme. Observé detenidamente su vestimenta que consistía de unos tenis negros en conjunto a su pantalón de la misma tonalidad, pero la única prenda que era diferente, era su camiseta blanca cubierta por una chaqueta negra, por supuesto.
Su cabello azabache caía empapado por su frente y un par de mechones conseguían apegarse a su cuello, el cual fácilmente podía distinguir un par de tatuajes más.

Giré mi cabeza mirando mi bolso que estaba a un costado y rogué internamente en que no soltara algún comentario.

Por favor, repetí casi hasta al cansancio, pero mis súplicas no serían concedidas, no esta vez.

—¿Qué haces ahí? —Su ronca voz quitó todo tipo de debate que mantenía conmigo misma.

Giré levemente mi cabeza para mirarle, viendo como acomodaba el gran bolso de gimnasio a su hombro.

— Nada, quería pasar mi tarde sentada en el pasillo.

Murmuré sarcástica con una sonrisa plasmada en mi rostro.

Escuché un leve chasquido que salió de sus labios y me observó divertido.

— Pero que graciosa eres, en realidad realmente te ves patética ahí.

— No te importa, solo déjame.

Deseaba con todas mis fuerzas que se fuera y me dejara tranquila.

— Entra.

— ¿Qué?

Le miré aturdida al notar como abría la puerta de su departamento y me indicaba que fuera con él.

Rodó los ojos con molestia por no entender a qué se refería.

— Que entres Halle, no creo que quieras estar aquí. Y sea lo que sea que haya pasado, luego me lo dirás.

Quizás no se sería tan malo, estar un momento allí. Simplemente esperaría a que el conserje regresara de lo que sea que debía hacer y así volver tranquila a mi departamento, en paz y libre del gótico de mi vecino.

Tomé el bolso que se encontraba a mi lado y me dispuse a entrar al departamento. Escuché la puerta cerrarse y él deslizó su cuerpo hasta un pequeño sofá para dejar su bolso allí.

Su departamento era similar al mío, con la diferencia de adornos que había y otras cosas que cambiaban de lugar. Obviamente no tendría una alfombra peluda de color rosado pálido en la sala de estar y si la tuviera, eso sería extraño sabiendo cómo era él.

Solté una pequeña risa por mis pensamientos y él pelinegro me vio alzando una ceja por mi risa estúpida, pero no le preste atención porque me dispuse a admirar todas las medallas y trofeos que adornaban un gran mueble de roble viejo.

— ¿Quieres un café?

— ¿En serio?

Le miré sorprendida por su amabilidad, que era un tanto extraño viniendo de él.

— El hecho de que no sea amable contigo, no quiere decir que te odie.

Dijo serio, casi molesto por mis pensamientos. Le miré fijamente para luego asentir suave y hacerle entender que un café me vendría bien.

Salió hasta el pasillo que daba a la cocina, dejándome sola en su hogar.

Volví a mirar una medalla de oro que mantenía escrito "Drew Hopkins". Al ver esto, podía comprobar que era muy bueno en lo que hacía, pero a pesar de esto, aun me parecía estúpido el hecho de ver dos tipos golpearse para conseguir un trofeo todas esas mierdas del boxeo. No estaba a favor de la violencia y aunque este sea un deporte, para mi no era exactamente uno.

Hit Me © | Terminada |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora