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Sostuve una pequeña caja entre mis brazos con la intención de dejarla en el suelo de madera mientras seguía observando todo a mi alrededor. Escuché las pisadas de alguien mas por el simple crujido que producía el viejo suelo.

Me gustaba todo lo antiguo y no era porque me desagradara lo moderno pero siempre me había gustado ese toque viejo a las cosas, supongo que por eso me había enamorado de este apartamento, en cuanto le vi no dudé en hacérselo saber a Drew.

—¿Segura que éste es el apartamento que quieres? Sabes que puedo romper cualquier contrato si no estas feliz.

Miré a Drew notando las intenciones de seguir hablando con mas excusas al creer que yo no me encontraba del todo contenta.

—Para, me mareas—solté una pequeña risa añadiendo—Drew, es perfecto. Lo amo y es nuestro.

Me detuve a contemplarlo, el cual no parecía muy convencido de mis palabras pero él solo quería que yo me sintiera a gusto.

—Cierto, lo siento. Es nuestro hogar—le vi voltear a mirarme, suavizando automáticamente las duras expresiones de su rostro.

Si en un principio no estaba del todo convencida con la idea de vivir juntos, ahora estaba mas que convencida al ver nuestro hogar. Las extensas paredes paredes blancas se veían interrumpidas por otras que eran de ladrillo, la perfecta vista a un parque que ahora estaba cubierto de nieve me resultaba fascinante que ya me veía sentada en el gran ventanal leyendo algún libro mientras me deleitaba con un amargo café.

—¿Esa era la ultima caja que quedaba por bajar?

Drew me preguntó yéndose a la que recordaba que sería nuestra habitación, joder se sentía raro decir nuestra habitación. Ayer había sido toda la mudanza pero hoy nosotros trajimos las cosas mas pequeñas y entonces nos veíamos viviendo hoy en nuestro hogar.

—Creo que si.

Procedí a contestarle con la intención de seguirlo, baje los puños de mi suéter blanco para cubrir mis congeladas manos. Mis ojos se toparon con la alfombra de color blanco, que por cierto, obligue a Drew a ponerla aquí, él se veía convencido en comprar una negra pero después de todo, accedió a que sería una peluda en color blanco. Supongo que nuestros gustos no eran nada similares.

—De verdad odio esa cosa peluda—dijo apuntando mi nueva adquisición.

—A mi me gusta, creo que combina bastante bien.

—Halle, todo es blanco a excepción del suelo—le vi blanquear los ojos molesto pero no podía aguantar las ganas de burlarme.

Recordé ayer cuando ordenábamos el armario, toda su ropa era negra y todo lo que era mío, estaba en una amplia gama de colores.

—Bueno son las consecuencias de vivir conmigo, creo que no soy una buena compañera de piso.

Se giró a mirarme desde la cama pero se levantó sin prisa para caminar hasta donde me encontraba.

—Te equivocas, eres una excelente compañera—dos pozos azules me miraron con cautela, las espesas pestañas se removían inquietas en cada pestañeo que daba—. Eres lo mejor que he tenido, si es que puedo decir que te tengo.

—Me tienes, Drew. Realmente si—la forma en que me veía me provocaba una corriente eléctrica en cada centímetro de mi anatomía.

Los dedos del pelinegro descendieron sin ataduras contra mi suéter, las sentí contra mi cálida piel como si quisiera explorar cada centímetro de ella, como si quisiera adueñarse sin importarle absolutamente nada. Me vio inquieto e inseguro pero le interrumpí al plantar mis labios contra los suyos y mis manos por acto de reflejo descansaban en su pecho repleto de tinta; como si cada espacio de su piel fuera un mapa o un maravilloso lienzo el cual quería ser llenado.

Hit Me © | Terminada |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora