8. Demasiado buena.

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                                                                  8.    Demasiado buena.


El despertador sonó a las diez de la mañana y, cuando la mayoría de personas dormían recuperando las horas perdidas de entre semana, yo tenía que levantarme para ayudar a mi hermano a pintar su habitación puesto que mi padre no estaba muy por la labor de colaborar. Cogí una goma del pelo haciéndome una coleta y me dirigí a la habitación de Ashton mientras estiraba mis brazos y deseaba que fuese de nuevo sábado.

Ayer, después de mi contestación a Luke confesándole que aún seguía molesta, intentó sacar algún tema de conversación distinto y que hablásemos sin discutir sobre los que nos había parecido la cena, saltándonos el problema final y, debido a mi cansancio, decidimos hablar al día siguiente.

Llegué a la habitación y Ashton ya estaba alejando los muebles de la pared y acorralándolos en el centro, mi pereza aumentó y un bufido se escapó de mis labios. Ashton se giró mirándome sonriente.

—Buenos días, pequeña —dijo mientras besaba mi frente y yo volví a gruñir sin si quiera contestar a su comentario—. Oh, vamos, lo pasaremos bien.

—Claro que sí, el mejor día de mi vida —ironicé y él rió haciendo que mi malhumor aumentase.

(...)

—¡Por fin! ¡Por fin! ¡Por fin!—grité cuando terminamos de pintar la habitación, habíamos pasado la mañana y parte de la tarde pintando aquella maldita habitación y estaba segura que respirar el olor a pintura durante tanto tiempo debía ser tóxico. Al menos esperaba que lo fuese y que Ashton me dejase irme de allí sin tener que ayudarle a colocar los muebles bien de nuevo.

—Hey, M, ayúdame con esta estantería —rogó mientras intentaba moverla, un empujón un tanto brusco hizo que varios libros cayeran hacia delante, golpeándole en toda la cara.

¡Genial! Al menos algo divertido del día quitando la parte en la que Ashton y yo habíamos empezado a darnos brochazos de pintura azul provocando que tuviésemos que hacer una pequeña pausa para ducharnos puesto que parecíamos avatar.

—¿Y papá?

—No viene hasta la hora de cenar. —Suspiré mientras iba a ayudarle con aquella estúpida y pesada estantería y, después de sus infantiles súplicas, con todo el mobiliario de aquella habitación.

(...)

La puerta de casa se abrió y me puse tensa mientras observaba como Ashton me lanzaba una mirada desde la otra punta del sofá rogándome que me calmase. Suspiré mientras rogaba porque mi padre hubiese tenido un buen día.

—Hola, niños. —Dejó el maletín en la entrada y se cruzó de brazos.

—Hola —contestamos Ashton y yo manteniendo nuestra mirada fija en la televisión, como si realmente nos importase lo que estaban dando.

—¿Habéis pintado la habitación?

—Sí.

—Lo habréis recogido todo, ¿verdad? No quiero que luego esté toda esa mierda tirada por ahí —respondió bruscamente haciéndome estremecer, su lenguaje rudo era ya rutinario.

—Sí —susurró mi hermano.

—No te he escuchado —presionó mi padre.

—Sí —pronunció hermano más alto y me estremecí, esperando que mi padre no hiciese una escena de todo aquello.

Rebeldía (Luke Hemmings)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora