14. Me estás volviendo loco.

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                                                 14.    Me estás volviendo loco.

Salimos de la casa, miré a todas las direcciones mientras montábamos en la moto de Luke, pero no había rastros de Brook o de mi hermano, algo que no sabía si tenía que tranquilizarme o hundirme más de lo que ya estaba. Sentía que con aquello le había perdido, y, una parte de mí, no quería volver a casa pues sabría que tendría que enfrentarme a él.

Luke arrancó la moto y, a pesar de que iba rápido, no me importó lo más mínimo, quizá el miedo o la adrenalina me hacían olvidar en lo que estaba metida por hacer caso al chico rubio que tenía sentado delante de mí. Justo cuando el pensamiento de que Luke era el culpable de todo pasó por mi mente, me sentí peor de lo que estaba, no era su culpa, nada lo era, yo había sido la estúpida que se había dejado llevar, que había roto las reglas por primera vez en su vida, pero no me arrepentía porque aquello me daba vida. Luke me estaba enseñando a vivir.

Paramos frente a una casa que era demasiado familiar como para no acordarme. Bajé de la moto y Luke me siguió mientras volvía a observarme la cara en busca de alguna lágrima pero no la encontraría, odiaba que me viesen llorar amargamente y él no iba a tener el "privilegio" de verme tan débil.

—Vayamos dentro —dijo mientras posaba su mano en mi espalda y me guiaba hasta la casa de su padre que, esta vez, me alegré de visitar—. Prepararé un café, o dos, para relajarnos un poco. —Llegamos al salón y observé que había una barra americana que conectaba la cocina con aquella habitación.

—Está bien —susurré y Luke me miró durante varios segundos antes de encaminarse hacia la cocina. Observé aquel lugar en busca de algo en lo que entretenerme pero no encontré nada, no había fotos ni nada que indicase que aquello, alguna vez, había pertenecido a un adolescente. Solo había cuadros colgados en diferentes posiciones y de diferentes ciudades del mundo, Londres, Nueva York, Verona...

—Aquí están. —Luke vino al salón con dos cafés en sus manos para ponerlos sobre la mesa que había delante del sofá.—¿Estás mejor? —preguntó cuando cogí la pequeña taza para llevármela a los labios.

—Sí... —pronuncié sin siquiera mirarle, fijando mis ojos grises en el café.

—Debería, al menos, haberlo sospechado.

—¿El qué?

—Que tu hermano podría presentarse allí, Brook sale conmigo y, por ende, suele pasarse por las mismas fiestas que yo, quizá era demasiado obvio que iba a estar allí pero lo que no sabía es que tu hermano le acompañaría —confesó y le miré mientras ahora era él el que bebía de la taza—. ¿Te gusta? Los cafés son mi especialidad. —Se encogió de hombros con una sonrisa de lado.

—Los he probado mejores, Hemmings —respondí y reí débilmente observando como su sonrisa se ensanchaba.

—¿Qué piensas hacer? —De vuelta a la misma conversación de antes, y me encogí de hombros.

—No lo sé... Después de esto creo que mi hermano dejará de hablarme de por vida.

—No es así, ángel, seguro que...

—Sí, sí lo es, Luke, la confianza entre nosotros era... Es lo más importante.

—Me siento en parte culpable.

—No lo hagas, yo me he metido en esto de cabeza.

—Por mi culpa —sentenció y no respondí, solo le miré fijamente como él me miraba a mí. Ya no había azul contra gris, ahora era azul y gris. Se movió en el sofá sentándose más cerca de mí mientras seguía observándome con esa mirada que tantas cosas empezaba a hacerme sentir. Y entonces, su mirada bajó a mis labios que se encontraban entre abiertos debido a que, con su cercanía, me estaba siendo complicado respirar.

—¿Qué estás haciendo conmigo, ángel? —quiso saber de manera retórica mientras su mirada subía de mis labios a mis ojos, utilizó la lengua para perfilar su labio inferior mientras todavía continuaba observando los míos, me estaba matando y, la cercanía fue esfumándose a medida que se acercaba a mí, su nariz chocó con la mía al igual que nuestras respiraciones, entonces sentí el tacto de sus labios rozando suavemente los míos, casi pidiéndome permiso para besarme y, aunque lo que realmente quería era que me besase, no podía. Aparté mi cara haciendo que sus labios chocasen con mi mejilla. Le oí suspirar y, seguido, apoyó su frente en mi hombro, frustrado.

—Lo siento... —me disculpé pero lo extraño es que no tenía idea de por qué lo estaba haciendo. Una parte de mí deseaba besarle tanto como él me estaba demostrando que lo quería, pero la pequeña y fuerte parte racional de mí me advertía que si aquello llegaba a pasar, me tiraría de lleno al abismo que toda la vida de Luke era.

—Me estás volviendo loco —casi masculló cuando levantó su cabeza de mi hombro y me miró fijamente pero no de la misma forma que antes, me miraba con frustración, con desesperación. No sabía que hacer.

—Tú ya estás loco de por sí, Hemmings —intenté desviar el tema, no queriendo ocasionar un momento incómodo y menos después de lo que acababa de pasar, pero no lo conseguí.

—¿No te gusto? ¿Es eso? —quiso saber, no tomando mi frase como una broma.

—Luke...

—Contesta.

—No, no es eso, no quiero... no quiero meterme en tu mundo más de lo que ya estoy. Ser tu amiga está genial pero no podría soportar tener algo contigo. No quiero sufrir por ti.

—Pero...

—No hay peros, Luke. Simplemente dejémoslo estar, ¿vale? Estemos como antes, amigos, o eso o volvamos a nuestra relación de odio, pero no puedo tener nada contigo, me harías daño, lo sé.

—No sería intencionadamente, te lo aseguro.

—Pero lo harías.

—Joder, ángel, si no lo hago yo vendrá otro imbécil que también lo haga —dijo levantándose del sofá, enfadado.

—No te enfades por algo así —pronuncié mientras miraba mis manos entrelazadas, ya estaba lo suficiente consumida esa noche por lo de Ashton como para sumarle una de nuestras peleas.

—No entiendo por qué no puedo ser yo, no entiendo por qué no me dejas llegar a ti, pareces tener un muro a tu alrededor que, a la mínima que intento pasarlo, cae sobre mí y esto me está comenzando a cansar.

—Pues lo siento, pero mi actitud no va cambiar —dije levantándome al igual que él. Si quería discutir, íbamos a discutir.

—Joder, ¿por qué diablos eres tan difícil?

—¿Y tú por qué eres tan insistente? ¿No puedes, simplemente, dejarme en paz? ¿Cuántas veces te he negado tener algo conmigo? —Pero entonces su expresión cambió. Se acercó a mí y me llevó contra la pared poniendo ambos brazos a los lados de mi cabeza.

—Dime que no quieres besarme en este puto momento y te dejo en paz, para siempre —murmuró mientras miraba mis labios y mis pulsaciones me golpeaban salvajemente las sienes.

—Esto ha sido una mala idea desde el principio. —Mis manos en su pecho pusieron algo de distancia entre nosotros, no siendo capaz de responder a su pregunta.—Eres tú quien me está volviendo loca.

—Eres una cría. Eso pasa. Tienes miedo de que alguien te desee, estás tan encerrada en tu mundo que no te das cuenta, pero tarde o temprano te vas a dar contra la realidad. Madura, joder.

—Y tú eres un grosero, engreído, imbécil, eres completamente odioso y no te sop...—Pero antes de poder terminar la frase, sus labios estaban sobre los míos, provocando que todas las palabras que tenía para decirle, se quedasen atrapadas en mi boca.


Rebeldía (Luke Hemmings)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora