Capitulo 5

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"El que te acusa no puede ser el mismo que te juzgue - Monarquía Absoluta.

Cuando el abogado llegó a su oficina apenas cerró la puerta se recargó en esta de espalda. Pensó en que todo era una terrible confusión, se sentía nervioso, su cuerpo temblaba de ansiedad; hace menos de tres minutos escapó de la oficina de aquel odioso muchacho de ojos verdes, esto tenía que ser una broma ¿Verdad?

Para empezar es un hombre, un muchacho, a lo mucho tendría veinte años. Segundo y más importante, él estaba casado con Eleanor, su esposa, su mujer, madre de sus hijos; y sus hijos eran lo más importante en su vida. Además el chico solo venía a estudiar, a aprender de él y de todos sus colegas, tendría que aprender a controlar sea lo que fuera lo que ese muchacho encendía en su cuerpo.

Debía admitir que a veces se sentía ruborizado por las miradas que el chico le dedicaba, a veces sumiso, a veces tierno, a veces divertido. ¡Al carajo!, el chiquillo estaba como si alguien hubiese entrado en su mente, estaba hecho para y por él. Pero no se piense que a él solo le gustaban sus miradas. No, claro que no. A él le gustaba su piel, sus codos, su camisa y jeans. Y es absolutamente normal dado que él en algún tiempo fue joven y quien sabe, tal vez solo se identificaba con él. Había buenas excusas pero solo bastaba cerrar los ojos para poder imaginarlo.

- Señor, ¿Se le ofrece algo? –Preguntó su secretaria.

- Necesito que me consigas una cita con un psicólogo por favor, es urgente. Si es posible hoy después del trabajo. –Ordenó sin pensarlo dos veces.

Apenas se calmó comenzó a trabajar de nuevo. Quiera o no, el martirio iba a acabar en una o dos sesiones, ni que fuera tan grave. El psicólogo le diría Oh señor, no se preocupe, todo hombre llega a una edad en la que siente la necesidad de experimentar emociones homosexuales, pero es pasajero y absolutamente normal. Y eso era todo lo que necesitaba escuchar, así podría seguir con su vida.

Llamaron a la puerta y firmo rápidamente los contratos pendientes.

- Eh... Abogado, aquí está el número. –Louis se había quedado impresionado cuando lo miró acercarse con el trocito de papel en sus dedos, demasiado guapo, con su cabello largo en intentos de rizos y esos ojazos. El ojo azulado se había tornado de un tinte purpura, y Louis solo pensaba que a pesar de eso no se le podía opacar el verde tan intenso que lo caracterizaba. Siempre lucía fresco y emocionado.

Louis se limitó a dedicarle una media sonrisa, no iba a dejar que se le notara demasiado su interés. Sobre todo porque el abogado no tenía interés alguno.

- Aquí tiene. –Harry dejó el papel encima de su escritorio, a centímetros de su mano, si se movía un poco lo encontraría, sus manos se rozaron y de un impulso la atrapó, sus dedos se entrelazaron con la muñeca sujetándola fuertemente, Louis juraba ver que sus mejillas estaban sonrojadas pero seguramente estaba distraído en la sensación tan reconfortante de estar presionando su mano para impedir que se fuera.

- Gracias. –Afirmó un Louis nervioso presionando el agarre.

Harry no se quejó, al contrario, sorprendido creyó estar soñando por lo que tuvo que estar viendo constantemente su mano temblando atrapada y la mirada de Louis decían quién sabe qué cosas.

- Eh... Ah... Oh... -Como niño de primaria, Harry pronuncio casi todas las vocales, no podía estar más avergonzado porque la emoción no le cabía en todo el cuerpo.

- SÍ... –Toció un poco mejorando su tono de voz –Sí no estas ocupado hoy puedes empezar a ayudarme con algunos trabajo. –Lo soltó de inmediato sin ganas de hacerlo, como si tuviera una comezón no dejo de mover la mano, buscó ayuda en el mouse de su computador para relajarla.

El Ruido de tus Zapatos (Larry Stylinson)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora