"En el juego del amor las cosas son así, un tramposo, una mujer y un infeliz" Alonso M.
Ben lo espero impaciente, apenas los ojos verdes del chico se encontraron con una silueta familiar adentro de la cabina, colgó el teléfono. Harry avanzó hacia él, trotando y Ben también lo hizo, con pocas ganas pero al final, salió para encontrarlo. Como si todo fuera en cámara lenta, los años pasaron como un relámpago sobre sus ojos. Harry no iba a da el primer paso para abrazarlo, así que únicamente, el de ojos verdes se atrevió a poner una mano en su hombro, como señal de apoyo. Ben acepto el gesto con una sonrisa, sin exigir nada a cambio y simplemente miro hacia el piso.
–Me alegró que aún sepas cómo encontrarme – confesó Ben. –Pero, sé que no has venido aquí por decisión propia, mi madre te pidió que me buscaras, verdad? –
–¿Por qué no contestas el teléfono? –
–Lo olvide en casa de mi novio – Ben quería ver la reacción de Harry al pronunciar la última palabra, pero no fue como lo imaginaba. Harry solo forzó una sonrisa, asintiendo con la cabeza. –Yo, no... quería hablar con nadie – manifestó, preocupado.
–¿Quieres que vayamos por algo de comer? No he desayunado y van a ser las dos de la tarde, puedes usar mi teléfono para avisarle a tu mamá, está muy preocupada –
Ben tomó el teléfono y comenzó a marcar el número, siguiendo muy de cerca, los pasos del ojiverde. Así, mientras Harry buscaba en el camino un buen lugar cercano para que pudiera comer, el otro podía seguir atendiendo la llamada. Cuando al fin encontró un lugar, busco una mesa para que ambos tomaran asiento. Hasta que se sentaron en la mesa, Ben colgó y le entregó el teléfono a su dueño.
Eso no podía llamarse reencuentro, pensaban. Durante la comida, solo habían hablado del lugar, el último año de la universidad y las próximas vacaciones. No hablaron del pasado, de la gran escena romántica de la mañana o del padre de Ben. Parecía haber un código entre ellos que ninguno podía romper por la salud mental de ambos. Al terminar, cada quien pagó su cuenta. Tan simple, sencillo y sin importancia.
–No quiero ir a casa – le dijo Ben cuando observo las intenciones de Harry por despedirse.
–¿Y qué quieres? ¿Ir a la mía? – preguntó con pausa, como si tuviera que pensarlo dos hasta tres veces.
–Si eso quieres–
Había un silencio cómodo entre los dos. Por una parte, Ben no quería arruinar sea lo que sea que estaba pasando. Y por el otro, Harry no quería alejarlo. Incluso se habían sentado en la fila del final del autobús y habían dejado un espacio entre ellos. Era incómodo pero hasta cierto punto, seguro.
En el departamento de Harry; Ben buscó el primer sofá que vío para acostarse, Harry miro a su alrededor y era un desastre. Louis tenía razón en querer limpiar cada vez que venía. ¡Mierda Louis! ¡El abogado Horan!
–Oye... tengo que llamar a la oficina de mis prácticas para avisar que no voy a ir – le comentó, mientras marcaba el número en su teléfono celular y caminaba a la cocina para tener más privacidad.
–¿Hola? Buenas tardes, ¿me puede comunicar con el abogado Horan?... soy Harry, gracias. ¿Buenas tardes? Sí soy yo... hable para disculparme, no creo poder ir hoy a la oficina, estoy en la Universidad y tengo que hacer un examen importante, lo siento mucho, me presentaré mañana sin falta... sí, de acuerdo. Gracias – colgó.
Volvió a marcar otro número:
–¿Hola? Ed... sí, estamos en mi departamento. No quiere hablar con nadie, me lo ha dicho. Solo convence a mi prima, para que se quede en donde está. No puedo obligarlo, sí, sí, entiendo que esté preocupada pero por eso hable, dile que está bien. Sí, yo le digo, nos vemos mañana – suspiro con cansancio y también colgó.
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El Ruido de tus Zapatos (Larry Stylinson)
RomanceLouis es un exitoso abogado penal, casado con dos hermosos hijos ¿Qué hace con un insaciable amante de 19 años? "Cuando se cierran las puertas del amor cotidiano todos necesitamos una salida de emergencia"