Capítulo 20

562 55 3
                                    


Me disculpo de ellos dos con la excusa de ir al baño. El príncipe me mira algo confundido, al igual que todo el rato. Empiezo a sospechar que se le complica entender cosas.

Ondina hunde sus uñas en mi brazo para retenerme, y tras ahogar un grito de dolor y una injuria como venganza, me deslizo de ella con una sonrisa forzada. Cuando volteo para irme no vacilo en lanzarle una mirada de reproche. No importa que alguien más me haya visto, con tal y para mañana nadie sabrá quién soy.

Me escurro entre las damas con una sonrisa falsa y me alegro al ver a mi madre entretenida. Ella sería la última a quién quisiera engañar justo ahora, sobre todo porque no sé qué me haría. ¿Seguiría una ley de la reina o me protegería?

Abalanzo mi cuerpo hacia delante cuando no veo a ningún guardia esperando en la puerta, aquello me influye una inyección de esperanza. Miro hacia los dos lados en busca de señales de vida, pero no noto a ninguno de ellos.

Suspiro de alivio y cierro mis ojos en un rápido movimiento para intentar recordar el laberinto que es este lugar. ¿Dónde pondrían algo de valor?

Avanzo hacia la derecha para llegar hasta las escaleras y me desespero un poco. ¿Qué se supone que diré cuando me encuentren?

Las palabras de Will regresan a mi mente y no puedo evitar sentirme insegura. Él dijo que la reina podría hacerme algo, pero si me mantiene... ¿Significa eso que me necesita para algo? La idea de que ella haya decidido esconder todo lo que me pasó me aterra, así como la idea de que sepa mi verdadera naturaleza y peor aún, tenga a mi madre tan cerca.

Muerdo el interior de mi mejilla tratando de tranquilizarme. Cierro mis ojos de nuevo intentando concentrarme y me vuelvo a preguntar: ¿Dónde alguien como ella guarda una collar tan sencillo como ese?

Una mano se posa sobre mi hombro y ahogo un grito. ¿Qué digo? ¿¡Quería ir al baño!?

—No era mi intención incomodarla.

Me giro aún más aterrada al reconocer su voz. ¿Y ahora que le digo?

Respiro profundo tratando de mantenerme serena como mamá. Él me mira expectante con una clara señal de disculpa en su rostro.

—Oh, no, no, alteza. —hago una rápida reverencia mientras se me entorpece la lengua—Me temo que ha malinterpretado todo. Sólo necesitaba salir de allí —confieso y enseguida me arrepiento.

Acabo de aceptar que no me importa en lo más mínimo su presencia.

—Necesitaba un lugar fresco —intento salvar la situación, pero su rostro sin expresión no cambia.

Unas ligeras marcas se forman alrededor de su boca y al segundo lo tengo riendo frente a mí.

Lo miro atónita.

— ¿Tampoco le gustan estas cosas, cierto? —pregunta divertido, pero al mismo tiempo encuentro algo de necesidad en esa voz.

Intento inventar una mentira, pero sé que eso no funciona cuando tienes en frente a alguien tan poderoso como él. Podría pedir que me mataran si quisiera.

—Es la primera a la que asisto —me excuso— pero por lo menos lo manejo bien.

Aquello parece darle en una fibra sensible y trago nerviosa. ¿Acabo de decirle simple?

— ¿Qué intenta decir? —pregunta con cautela y me pregunto cómo le hago para regresar aquella sonrisa algo simpática de hace unos segundos.

No creí que lograría identificar mi acusación tras aquella frase. ¡Juro que la camuflé bien!

—Es que usted es el príncipe —muevo mis manos en un intento de parecer firme —creí que alguien como usted se mostraría más relajado —agrego al recodar su comportamiento cerca de Ondina. Él estaba nervioso.

SIRÈNEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora