SIRÈNE

Capítulo 8

Los días pasan y él no vuelve a aparecer en clases. Lleva dos semanas ausente y aquello despierta muchas preguntas para mí, tantas que creo que me volveré loca de tan sólo pensarlas. Pero por otro lado su ausencia también me brinda algo de tranquilidad, no es cómo que este feliz por el hecho de que se haya ido para darme falsa esperanza, no, más bien es porque aún no sé qué haría si lo viera. Probablemente aprovecharía la presencia de mucha gente y haría que lo encierren, pero pensándolo bien...No creo que nada lo detenga.

Mis noches de pesadillas ahora solo se vuelven recordatorios de lo cerca que estuvo de matarme. Cada día que me levanto temo encontrarlo sentado en la misma aula, así como temo acercarme a él porque justo ahora no sé de lo que soy capaz. Nunca había encontrado esta parte tan extraña de mí, este ser que aunque sabe que él podría matarme, aun así, es capaz de ir a por él.

Esa parte la descubrí aquella noche hace dos semanas, recuerdo haber tratado de encararlo y sacarle respuesta antes de que me causara un sueño inmediato. ¿Qué cómo lo sé? Bueno, me fío en el hecho de haber despertado en mi cama al día siguiente como si todo hubiese sido un mal sueño, incluso para mi padre, que aunque no menciona el tema, sé que recuerda algo, tal vez no lo que sucedió después, pero sí a quién lo atacó. Lo he visto pensativo durante este tiempo.

Cierro el casillero con fastidio, por pensar demasiado en mis propias dudas he perdido la noción del tiempo. Siento que voy de mal en peor, no puedo tener control sobre nada últimamente, todo luce extraño y confuso, y detesto no saber en qué parte de mi propia historia estoy.  

Camino lento a la clase del viejo Johnson, sé que detesta los alumnos sean impuntuales pero no tengo excusa. Mi retraso hoy se debe a dos motivos; el hecho de que la maestra Crawford esté en sus días y se la haya agarrado con nosotros haciéndonos quedar más tiempo del debido y mi falta de control sobre mi propio tiempo.

—....parejas —se detiene cuando entro y me dirige una mirada de incredulidad. ¡Ay, por favor! ¿No puede uno llegar tarde en la vida?

—Permiso —pido con todo el respeto que soy capaz de proporcionar sobre el mal humor que llevo dentro.

—Buenas noches, señorita Hamilton —dice con rigor.

—¿Puedo pasar? —hago un ademan de entrar.

Él asiente con mucha seriedad y noto que su mirada lleva la marca de un futuro castigo o trabajo extra. Bufo cuando no me ve y tomo asiento en la última mesa.

—Como decía antes de que su respetuosa compañera Hamilton entrara—los alumnos voltean a verlo y no puedo evitar rodar los ojos. ¿No tienen nada más importante que hacer que mirar la vida de otros? —, necesito que trabajen en pareja. —unos cuantos se quejan —. Y no, esta nota no será individual — le aclara a un chico en la primera fila que levanta la mano —Necesito que lo hagan bien, no es un experimento difícil ya que supongo que deben haberlo visto en primero de bachillerato. —Más quejidos y dejo mi cabeza sobre el pupitre. ¿Por qué simplemente no me quedé en casa hoy?

El viejo Johnson los manda a callar a todos. ¡Al fin algo de silencio! Señala los implementos en su mesa y en las nuestras: dos pinzas, un vaso, agua, una fundita con sal o azúcar, dos barras negras y alargadas (dos electrodos de grafito), una pila de 9v, cables, cinta aislante, y otra barra, pero más delgada y ploma (mina de un lápiz).

—Los que hayan prestado atención a las clases sabrán que esto será Electrólisis de una mezcla de agua y sal—suena muy metódico para mi gusto y las pocas ganas de prestar atención desaparecen. Esta es otra de las cosas que ha desaparecido de mi vida, debería estar alegre de sobrevivir y prestarle más atención al estudio como nunca antes, pero no, no quiero. Prefiero estar alerta, pero no tanto como para que sospechen sobre mí, es por eso que aún cumplo con las tareas, pero aquello no tiene importancia cuando en realidad no aprendes nada.