Capítulo 31

481 41 0
                                    

—Haré como que no tengo ganas de preguntar qué pasa aquí —comenta Erick cuando llega junto a Ondina.

—No mucho. Elizabeth ha aceptado ser MI novia —sonríe, de una forma altiva para buscar pelea.

Erick me sonríe y lo pasa por alto. Debe de tener mucho apetito.

Elliot se queda algo sorprendido, pero feliz, al fin y al cabo.

— ¿Por qué están acostados en el suelo?

—Admiramos la luz cegadora que pasa por las hojas de los arboles —comenta con sarcasmo.

Ruedo los ojos. Ondina también lo ha dejado pasar, o tal vez ni siquiera entendió el tono.

Me abraza con fuerza, y presiento que es para restregárselo al príncipe. Éste toma asiento, jalando la mano de ondina para que lo acompañe.

—Relájense, la vista es hermosa —Y vaya que lo es. ¿O es sólo mi alegría lo que hace todo tan lindo?

Erick vacila, pero termina recostándose y apegando a Ondina hacia él en un acto reflejo de lo que hacemos nosotros. Llevan imitando todo lo que los demás hacen, según para encajar. Estoy tentada a reírme. Para ellos, aún seguimos teniendo actitudes extrañas, pero sé que les agrada ser partícipe de ellas.

Ondina me mira pidiendo auxilio y noto su rosto ardiendo. Levanto la vista y encuentro una palpante preocupación en la mirada del príncipe, parece haber notado la situación extraña que ha formado. Me miran suplicantes, sin moverse. Pero me hago la desentendida, y en su lugar recojo nuestra parte de la comida. Elliot sonríe cuando nota que he dejado a los chicos en una incómoda situación.

—Creo que olvidé pedirles una soda... ¿Me acompañas? —pregunta con su sonrisa de niño bueno y acepto sin chistar.

—Chicos, regresamos pronto —los dos asienten incómodos—Impidan que algún mortal nos robe nuestra guarida —les advierto y Ondina sonríe. Sólo Ondina.

Elliot agarra con fuerza mi mano y caminamos lejos de ellos hasta terminar en la cancha de futbol del colegio. Él me lanza una mirada inquisitiva cuando miro de reojo el balón. No sé jugar, pero me gusta gritar como maniática de vez en cuando, siempre que el partido lo merezca.

— ¿Sabes jugar? —me pregunta en el oído y aquella corriente paralizante me recorre de pies a cabeza.

—Deja de hacer eso —le reclamo

— ¿Qué cosa?

—Lo de provocar esa corriente, no es divertido.

Se echa a reír.

—Pues lo lamento, su alteza —hace una reverencia y le golpeo la cabeza — ¡Auch! ¡Qué salvaje eres! —ruedo los ojos. —Juro que no lo hago a propósito, pero como te habrás dado cuenta, nuestras energías son polos opuestos, lo cual es una antítesis de la realidad —se comenta para él, como si por primera vez lograra verlo de esa forma.

—En cristiano, por favor.

—Que básicamente nos repelemos.

— ¿Y por qué nos repelemos?

—No estoy seguro, pero me alegra que aun así pueda tenerte, al menos, cerca de mí sin terminar en una pelea. Bueno...No una mortal.

Lo miro atónita. ¿Es que ya olvidó que intentó matarme con una daga? O sea, hola, intentaste matarme, ¿me recuerdas?

—Elliot —lo llamo de repente— ¿Por qué tú sí lograste pasar la brecha? ¿Puedes verla?

Me mira intrigado. Es por su diferencia que pudo cruzarla, lo sé.

SIRÈNEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora