La espiral eléctrica de color azul oscuro apenas dura un segundo en sacarnos de ahí, pero la sensación desgarradora perdura aún incluso después de llegar al otro lado. Mi cuerpo está adolorido, late como si aún estuviera recibiendo latigazos.
Aunque ya no hay heridas abiertas, la transformación impuesta ha causado un colapso de nuestro sistema. Nos tienen incapacitados, a su merced, en un lugar que prefiero reconocer como el campo de guerra.
Estamos en el palacio.
Trago sonoramente y cierro mis dedos en una medida desesperada para tocar la pulsera y encontrar paz. Tengo que volver, debo dejar toda esta neblina de dolor que me impide reaccionar.
Una respiración se abre a mi lado y alcanzo a verlo de reojo.
—Lo lamento mucho —me dice con la voz reseca, claramente está igual que yo.
Su cuerpo al igual que mío está en el suelo, siendo presa del dolor remanente.
— ¿Erick? —pregunto confundida, me cuesta mucho manejar mi voluntad.
Alargo mi mano hacia él, esperando que con mi gesto se sienta mejor. No ha sido su culpa, fui yo quien lo sacó de su lugar y quien lo terminó arrastrando a esto.
La mano se detiene a menos de dos centímetros de la mano del príncipe. Estamos separados por una barrera de agua. ¿Cómo podríamos ser capaces de escapar después de semejante trato?
Mi mirada se alza sobre nosotros y el lugar revive un recuerdo que creía olvidado. He visto antes esta habitación en la memoria de un monarca, una memoria tan cruel que me provoca repulsión inmediata, pero que solo insta a que se repitan los acontecimientos frente a mí.
Es el recuerdo grisáceo, aquel que pertenecía al padre de Erick, al rey. Ahora estoy más que segura.
Pensar en él solo atrae más memorias del resto y un sabor amargo se posa sobre la boca de mi estómago. Cada monarquía tiene secretos oscuros que me perturban hasta los huesos. Pensar que soy descendiente de ellos solo me hace aborrecer mi linaje.
El ligero sonido de un carraspeo se abre paso en la sala que hasta este momento ha permanecido en silencio y el monarca del reino vecino toma su lugar frente a nosotros. Su cola y pose indican resolución y reticencia al cambio.
Mis manos se forman en puños listos para atacar, pero mi cuerpo se queja por el sobre esfuerzo. Si el rey lo nota no dice nada al respecto.
La monarca de mi reino aparece a su lado segundos después, tras ellos se encuentran la reina del norte y mi madre.
La regente de mi colonia me dirige la mirada unos breves segundos, no hay nada en ellos, es como si observase a una desconocida por primera vez. Intento encontrar algo en mi madre,aún con la esperanza latiendo dentro de mí, pero no hay nada más que una clara señal esquiva, no piensa verme. Estoy por mi cuenta.
La mirada fría del monarca se posa sobre su hijo y demuestra decepción, una tan familiar que me cala los huesos. ¿Realmente le importa Erick?
El príncipe a mi lado hace ademán de incorporarse pero sus codos no son capaces de soportarlo y cae sobre su espalda. No hay reacción alguna de ellos.
Él realmente se ve muy mal a mi lado, parece haber recibido la peor parte.
—Príncipe Erick —habla la monarca del sur con un tono parecido al reproche— ¿Podría revelar el motivo de su reclamo?
La miro a ella con confusión antes de seguir con la mirada a Erick. Toda la tensión de la sala se ha cernido sobre él.
—Desacato real, su majestad —responde con su voz rasposa. Aún está muy débil.
ESTÁS LEYENDO
SIRÈNE
Fantasy¿Cómo te sentirías si tu identidad vacila constantemente? ¿Si no tienes ni idea de lo que pasa a tu alrededor? Así es como se sentirá nuestra protagonista, constantemente perdida en medio de dos mundos, y como si no fuera poco, algo la persigue, alg...