Capítulo 26

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—Es hora de volver —me alejo de él.

—Un beso más, por favor.

—Elliot—advierto.

—Sé que quieres otro también.

— ¡Elliot! —me echo a reír a su lado.

—Está bien, perdón —levanta sus manos en el aire y me suelta.

—Tenemos que regresar, ya no podemos quedarnos mirando la luna por más tiempo, pronto amanecerá aquí y no me cabe duda de que esto no es un simple recuerdo.

—Lo sé. Tenemos que regresar a nuestro tiempo. Es demasiado peligroso.

Asiento y entonces él se echa a reír. Ajeno a mi curiosidad por saber su broma personal. Levanto una ceja retándolo.

— ¡Éramos nosotros! Aún no puedo superar eso —me da a saber.

Solo lo miro con intriga.

—Siempre me dije que eran adolescentes calenturientos a la mitad de la noche, ¡Pero jamás creí que seríamos nosotros!

Ruedo los ojos y me alejo a pasos grandes. Realmente quiero otro beso como el que me dio en casa antes de que recordara todo esto.

Sonrío conmigo misma, mis mejillas se han puesto calientes. Al parecer mi mente pervertida no tuvo nada que ver con Ondina. No puedo creer que toda mi vida he sido así, supongo que ciertas cosas nunca cambian...

—Elizabeth, no te escondas. Déjame ver tus mejillas —suplica con malicia.

Giro mi torso y le saco el dedo de en medio.

—Uy, qué madura

—Uno de los dos debe al menos serlo.

—Solo unos segundos —insiste llegando a mi lado y pasando uno de sus brazos en mi hombro.

—Myers, si quieres tener la posibilidad de que lleguemos a tener descendencia será mejor que te comportes.

—En realidad, Hamilton, la que debe controlarse eres tú. Tú eres la que tiene todo tipo de pensamientos pecaminosos —comenta con voz inocente.

Abro mi boca avergonzada ¿Yo? 

— ¡Tú eres peor! 

Elliot se ríe y me da un beso en la mejilla.

—No lo niego, pero no puedo controlarme si te tengo a mi lado —mueve sus cejas de forma pícara.

Mi dedo mágico quiere volver a hacer aparición, pero tengo una mejor idea. Lo haré sufrir un poco.

—Entonces, ¿En qué piensas ahora? —le reto.

—En besar esos lindos labios que tienes.

Seré fuerte. Si pude una vez, podré otra vez. Esto le enseñara quién sabe controlarse.

No tengo que hacer nada más, porque entonces él toma mi barbilla y me besa. Sonrío complacida de que haya caído y él sonríe por lo mismo, pero no sabe a lo que se está enfrentando. Pasó mis brazos por su cuello y lo apretó contra mí antes de subir mis manos hasta la parte trasera de su cabeza. Otra sonrisa vuelve a aparecer en su rosto. 

¡Esto será pan comido!

Me impulso sin mucha fuerza y levanto la rodilla. Entonces su mano la detiene y me congelo.

—No esta vez, querida.

Bufo inquieta y me despego de él de mala gana.

—Oh, no. No lo harás —me vuelve a agarrar divertido antes de besarme.

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