Capítulo 30

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La alarma en el cuarto de Elliot irrumpe en mis sueños y me remuevo en mi parte de la cama. Saco la almohada y la aprieto contra mi cabeza.

Dos minutos más tarde la alarma sigue sonando. Bufo y tiro la almohada. Entonces recuerdo que Ondina también está durmiendo y me giro a verla, pero para mi suerte no parece haberle afectado que le golpeara con la almohada. Sigue dormida.

Camino descalza hacia la puerta y la giro en breve para no despertarla. ¿Por qué no les causa dolor? Se supone que tenemos los oídos más sensibles que los humanos.

Tal vez no les molesta porque son humanos ahora, me recuerdo.

¿Qué haré si piden volver? ¿Cómo los convierto de nuevo?

Entonces recuerdo las teorías de Erick, las que quería contarme, y recuerdo muchas cosas más, en un solo segundo, y me siento aturdida. Entre ellas, recuerdo que hoy es día de clases.

Giro la puerta del cuarto de mi padre. Elliot está tumbado en su cama. Ruedo los ojos y me dirijo a la cómoda. Su celular hace un ruido infernal. ¿Soy la única que aprecia el sueño en esta casa? Sólo quiero apagarlo y volver a dormir, mañana también podré ir a clases.

La pantalla cambia de diferentes colores y entonces noto una palabra en ella: Morita. Toco la pantalla para detenerla, desactivo todas las otras alarmas programadas para dentro de cinco y diez minutos, y me dirijo hacia la puerta con confusión. ¿Morita?

—Buenos días —me abraza por detrás y lo golpeo involuntariamente, pero no le hago daño.

—Perdón.

—Tienes buenos reflejos —se mofa y le golpeo en el estómago.

— ¿Tú no estabas dormido?

—Estaba, pero te sentí al entrar en la habitación —señala sus ojos rojos y sonrío.

—No quiero ir a clases —reconozco — ¿Podemos llegar tarde?

Elliot se ríe en seco, sólo para enojarme.

—No. Tienes que ir, no pienso graduarme si tú no estás conmigo.

Me separo de él y le doy un beso en la mejilla.

—Está bien, entonces te dejo el trabajo de instructor. Ayuda a Erick, yo iré por Ondina.

— ¿Qué te parece si mejor yo voy a preparar algo de desayuno?

—No, cualquiera puede poner leche y cereal en un tazón.

—Ah, pero no como yo —finge superioridad y le golpeo en el hombro antes de abrir la puerta.

—Ayuda a Erick, nos vemos abajo pronto.

Corro hacia mi cuarto que está en frente y abro la puerta con estruendo. Es mi mejor manera de despertar a Ondina. Ella se sienta asustada y me mira con ojos aterrados. Lo he hecho bien.

— ¡Levántate, es urgente! —finjo desesperación y ella sale de la cama lo más rápido que puede, se termina enredando con las sabanas y se cae, pero logra llegar hasta mí.

— ¿¡Qué sucede!? —me pregunta preocupada

— ¡Coge una toalla, cepillo, y corre al baño!

Ella obedece alarmada y yo hago lo mismo. Cierro con seguro cuando llego.

— ¿Qué pasa? —vuelve a preguntar algo perdida.

—No mucho, sólo quería asegurarme de que llegáramos antes. Nunca he compartido el baño, pero sé que no tendremos suficiente tiempo si ellos entran primero.

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