XLVII

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Tres tonos después, el silencio inundó la llamada.

—¿Damien? —dije, cuando salí del edificio.

—Hey, escúchame.

Parecía estar susurrando, sin embargo, me pegué más el auricular para escucharlo mejor.

—¿Qué pasa? ¿En dónde estás?

—Más bien, ¿en dónde coño estás tú? Estuve marcándote a tu celular y tan sólo la voz de un crío me contestaba. Creí que me había equivocado de número.

—Voy saliendo. Por cierto, ¿cómo tienes mi celular?

Una risilla traviesa se oyó al otro lado de la línea.

—Ya sabes quién soy. Puedo hacer de todo.

—Das miedo.

Estando en el aparcamiento, me metí al auto y encendí el motor.

—No eres el primero que me lo dice. Bien, escucha. Necesito verte en algún lado. Pero no en casa. Mi madre está aquí y es una chismosa de primera. No quiero que nos escuche.

—¿Qué es tan importante que hablas así?

—Supuse que todo el día estarías con Pip, así que me molesté en investigar más acerca de Kenny. Y querrás saber lo que sé ahora, ¿verdad?

—Estoy en el auto, ¿en dónde te veo?

—En el basurero principal de la cuidad. No tardes. Huele literalmente a mierda.

—Es el basurero principal, ¿a qué esperas que huela? ¿A flores?

Se oyó un suspiro burlón.

—Uf. Lástima que de igual forma no podría olerlo.

Ya había comenzado a conducir hacia el basurero cuando corté la llamada. El día parecía estar bastante frío, pero no le había tomado mucha importancia al salir de casa.

Tras pasar otros cinco minutos, mi teléfono comenzó a vibrar en mi trasero: era un mensaje de Butters.

«Gracias por el peluche. Muy bonito detalle.

Y, por cierto, no digas nada sobre lo de anoche.»

South Park "Eres mío, Ángel" [Crenny]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora