Allí estaban. Harakura intentaba cerrar la boca para que Koyoro Zhang no se percatara de su asombro pero le era imposible.
Las monumentales y lujosas mansiones que había visto anteriormente en revistas e Internet en exóticos lugares como los barrios más exclusivos de Berverly Hills, las afueras de los boscajes de Inglaterra o algunos privilegiados ranchos en Colorado, Estados Unidos, no tenían nada que envidiarle a aquel caserón a las afueras de Macao.
El palacete contaba con cuatro pisos de altura sin contar la planta baja en la que se encontraba el garaje con estacionamiento para diez coches y dos limusinas, un ascensor en el vestíbulo, una serie de almacenes donde el influyente japonés archivaba sus papeles y otros elementos relacionados con sus importantes negocios, tres salas de más de trescientos metros cuadrados dónde se realizaban comidas, cenas y actos de gala, diez aposentos individuales, dieciséis cuartos de baño, todos con plato de ducha y jacuzzi, tres saunas, una en cada piso, una bodega, una sala de billar, bolos y recreativos, otra sala de cine capacitada para treinta personas, un pequeño y privado restaurante para citas especiales con cocina propia, pista de atletismo interna y un campo de volley-playa detrás de la propiedad.
Fuera, en el exterior, había una zona para barbacoas y fogatas, tres piscinas de veinte metros de largo, un lujoso porche, una falsa cascada y una laguna artificial, un laberinto construido de arbustos y decenas de cosas curiosas, caras y extravagantes.
El japonés llevó a Harakura a su habitación, la habitación principal.
Harakura se sentó a orillas de la cama mientras su ligue preparaba dos vasos de whisky del caro con un par de hielos, él se acercó de nuevo hacia ella y le acercó un vaso y se sentó a su lado, muy cerca, sin dejar prácticamente espacio entre ambos. Se sentó pero no dijo absolutamente nada.
Harakura se percató, el hombre no había sacado la billetera de su bolsillo, seguía ahí en el bolsillo trasero de su pantalón, lo único que se le ocurrió fue lo siguiente:
Dio un trago largo a su whisky y dejó el vaso encima de una coqueta mesa de caoba, cogió el vaso del japonés e hizo lo mismo despacio, con sensualidad. Acto seguido, con brusquedad le empujó en la cama mientras ella se quedaba encima suya y empezó a besarle, intensamente mientras él le seguía el juego. Sin que se diera cuenta, comenzó a quitarle la ropa y al despojarle el pantalón, abrió sigilosamente la billetera y cogió la tarjeta magnética de color negro mate y la introdujo dentro de su tanga rojo.
Ya está, ya la tenía, ahora había que hackearla y para eso necesitaba su bolso.
- Koyoro... - Él la interrumpió con un beso. - Escucha, tengo que ir... - Otro beso. Harakura le apartó seria pero intentando ser lo más amable posible. - Antes de que hagamos esto... Necesito prepararme, dame quince minutos. Voy al baño.
Saltó de la cama, cogió su bolso y entró al inmenso cuarto de baño. Sacó su dispositivo para hackear tarjetas de crédito y de teléfono y metió la cédula negra mate de Koyoro mientras intentaba ponerse en contacto con Helena:
- ¡Helena! ¡Helena! ¿Estás ahí?

ESTÁS LEYENDO
Veni,vidi,vici (EDITANDO)
Teen FictionQuizás creas que esta es una novela cualquiera. Pero te marcará para siempre. Todo va a cambiar en la vida de Violeta, pero no solo en la de Violeta... También en la tuya después de leer esta intrigante, misteriosa y romántica novela. Juveni...