CAPÍTULO 5 ( PARTE 3 )

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El móvil de Violeta vibró en su bolsillo.

Lo sacó del apretado bolsillo trasero de su pantalón vaquero y miró la pantalla.

- ¿Te ha escrito mamá? La he llamado miles de veces y no me contesta. -Le preguntó Max nervioso.

Violeta no aguantaba aquella situación:

- Dios, Max, tranquilízate, ¿quieres? Estará en algún lugar sin cobertura, por que, sino, ella ya nos habría lamado cientos de veces, ¿verdad? -Violeta abrazó a su hermano y este le dio un beso en el pelo.

- Tienes razón, enana. Tienes razón. -Aunque Max, obviamente, no se fiaba del todo, pero, intentó parecer tranquilo, por lo menos, frente a su hermana pequeña. - Entonces, ¿quién era?

Violeta volvió a mirar su teléfono y leyó en voz baja el mensaje de su bandeja de entrada.

- Ah, se me había olvidado. Hoy se quedaban unas amigas de clase a dormir aquí a casa. Mierda, tengo que ir a comprar un montón de cosas, alquilar una película en el videoclub, sacar los colchones del trastero... -Miró su reloj y puso los ojos como platos. - ¡Max, vienen en dos horas!

- Eh, eh, tranquila, tranquila. Hagamos una cosa, ¿vale? Yo empezaré a subir colchones del trastero y a recoger el salón y tú irás a comprar y al videoclub. En una hora lo tendremos todo. -Le guiñó un ojo después de acabar la frase.

- Eres el mejor hermano del mundo entero. - Le abrazó, cogió sus llaves de encima de la mesa y salió corriendo del apartamento.

Max tenía razón. En una hora tuvieron todo listo y las chicas llegarían en unos treinta minutos y para que no se sintieran incómodas y por su propia salud mental ( sabía perfectamente que no le haría ningún bien quedarse en medio de cuatro alocadas adolescentes que expiraban hormonas femeninas por todos lados ) hizo tres pizzas de tamaño familiar, cogió un botella de dos litros y medio de Coca-cola, cuatro bolsas de fritos y patatas y se encerró en su cuarto.

Al cabo de un rato oyó como sonaba el timbre de la puerta y como Violeta se deslizaba en calcetines por los pasillos para abrir a sus amigas. En cuanto abrió la puerta comenzaron los gritos y los efusivos saludos. La fiesta de las chicas había comenzado.

El joven imaginaba las conversaciones que podrían tener las chicas entre ellas mientras él usaba en móvil o miraba algún vídeo en el ordenador, por sus carcajadas parecía que lo estaban pasando bien.

A eso de las cuatro de la madrugada, las carcajadas disminuyeron y las chicas se disponían a meterse en los sacos de dormir. Por un momento, hubo un silencio sepulcral en la casa y Max aprovechó para salir de su guarida y ver un rato la tele, supuso que las chicas estarían ya dormidas, a si que, salió solo con el pantalón del pijama, es decir, un pantalón de chándal desgastado de color gris ceniza.

Tenía más hambre. Se dirigió a la nevera cogió la tarrina de helado que escondía Violeta en el fondo del cajón del congelador, cada uno tenía una, pero Max se la acabó el primer día. Era de menta con pepitas de chocolate, no era su favorito,p ero le valía.

Se sentó en el sofá, puso los pies encima de la mesa, encendió la tele, abrió la gran tarrina de helado, metió la cuchara y se la metió en la boca. Se había equivocado, aquel helado estaba delicioso.

Estaba a punto de quedarse dormido, cuando una voz femenina le interrumpió por la espalda:

- ¿Me das un poco?

Veni,vidi,vici (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora