Kamikaze

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Entonces opté por lo fácil. Y cuando alguien como yo así procede, no quiere decir con eso que la facilidad tenga que ver con la simpleza o comodidad, es más un recurso de permitirse dar rienda suelta a una capacidad innata de novelar asuntos triviales con la destreza del que va en bicicleta y se permite alzar ambas manos para sentir el correr del viento con mayor libertad. Quizá por momentos ocurría que daba con salir a la calle y dar un paseo sin pretender llegar a sitio alguno, y allí le veía representada en todo; unos niños plomizos y descalzos redundando en risas, intentando desplegar al aire una cometa con poca cola y tan rota; el perro loco escapado meneando al viento las orejas, arrastrando la correa y la señora asustada y de mal humor correteandolo y gritando palabrotas, dejando atrás a su hija pequeña en alaridos a todo lo que dan sus pulmones, los mocos chorreandole de la nariz a la solapa del vestido; el vendedor de películas piratas ofreciendo la última en cartelera a un señor fornido de anteojos que escéptico lee los créditos en la contracara de la carátula arqueando las cejas; el heladero campaneando con habitual estridencia ante la inclemencia del sol de mitad de año, conjurando con su repiquetear las ansias de niños y grandes. Te vi en todos, todo me hace verte y vierto a veces con acierto los más logrados versos en soneto que suenan a sueños y a lamento porque estás conmigo pero lejos.

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