Densidades esos besos tuyos de océano. Incomprensibles ojos aguados y transparentes si me ves abandonar la ciudad por la vía del ferrocarril. Y allí fui. La guerra hizo estragos, en todos, en ti, en mí, ya nunca más volví a ser el mismo. Mudé de piel, los pies como de gigante me sostuvieron y anduve vagando el mundo. Rosado y flamengo, ambidiestro de reconocerte en todo, los lugares mutaron para dibujar tu misterio como secuela inolvidable; ahora soy ente y deambulo alucinado, ultrajado por el recuerdo de un mar de posibilidades que incubaste en mí. La marea aumenta en ímpetu en noches de luna; sirenas cantan tonadas estridentes como señuelo para atraparme; diviso en sobrevuelo las costas del mapa de tu exuberante cuerpo y alardeo de mis privilegios contigo, porque hay noches que me haces rosado y flamengo.