No entendí para entonces eso de asumir una situación tan difícil con una enorme sonrisa. Así lo hacías casi siempre cuando de verdad te lo proponías. Y tomabas impulso para dar espacio al silencio porque me mirabas a los ojos claros que poseo y ya proponías treguas que esperabas salieran de mí. Y yo, justificante, en tu ayuda acudía poco receloso y exento de cautela a apoyar tus deseos. Te aprovechaba de este modo. No siempre te podía hallar así. Eras ambivalente, y si de ti emanaba felicidad a pesar del día trágico, ya estaba besandote las escalonadas sonrisas.