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Sola. Diez de la mañana y el único sonido que se escuchaba era el de los coches que iban y venían en la calle. No podía levantarme. Mejor dicho, no quería hacerlo. Me dolía el corazón. ¿Será que estoy destinada a pasarla mal? Era el último día libre que me habían dado en el trabajo, pero probablemente si quisiera faltar un par de días mas podría hacerlo, ya que el señor Williams, el dueño de William Industies, la empresa para la que trabajo, era un amigo muy íntimo de mi padre. Es curioso, porque en realidad nunca lo conocí en persona. Él no vive aquí en Madrid, vive en Estados Unidos, pero tiene una de las delegaciones de la empresa aquí, y mi padre lo conoció un día al salvarlo de ser atropellado por un autobús, cuando él iba distraído hablando con alguien en el móvil. A partir de ese día se volvieron muy amigos. Él también debía estar muy mal. Pero a pesar de lo sucedido, a pesar de mi dolor, tenía que seguir adelante, sé que eso es lo que mis padres querrían. Había pasado ya una semana desde el accidente, pero seguía sintiéndolo como si acabara de suceder hace tan solo unos instantes...

De repente, un estruendoso sonido me sacó de mis pensamientos. Era mi móvil. Miré la imagen de mi querida amiga Ana que aparecía en la pantalla. Dudé en contestar, pues sabía lo que quería. Cuando me enteré de lo sucedido ella estaba a mi lado, habíamos quedado en reunirnos a la hora del almuerzo en un restaurante que ambas amábamos, el Rico y Sano. Quedaba a tan solo cinco cuadras de mi trabajo, pero a quince del suyo. Ambas íbamos allí por dos razones: uno, ella era vegetariana, dos, yo estaba casi siempre haciendo régimen, entonces comiendo aquí ambas ganábamos. El día en que mi vida cambió por completo, el día en que recibí la llamada del hospital en el que me decían que mis padres habían muerto en un accidente automovilístico, ella, como siempre, estuvo a mi lado a pesar de que yo la había tratado de la peor manera. Siguió junto a mi hasta que dos días después yo me alejé de todos y me encerré en mi apartamento sin atender ninguna llamada, ni contestar ningún mensaje. Pero ese era mi último día de aislamiento, al día siguiente debía volver al trabajo, tenía que empezar a reincorporarme en la sociedad, y sabía que la mejor manera de hacerlo era hablando con mi mejor amiga, así que reuní fuerzas sabiendo lo que me esperaba, y contesté con la voz débil por no haberla usado en casi una semana:

-Ana...

-¡¿Se puede saber por qué coño no me has contestado ninguna de mis puñeteras llamadas?! ¡¿Donde estas?!

-Oye Ana, yo... Lo siento... Estoy...- No me dejó terminar

-Oh no guapa, hace cinco días que no te veo ni sé nada de ti. Sé que no estás bien ¿Vale? Lo entiendo. ¿Quién lo estaría después de...- De mi interior salió un sollozo que le hizo disminuir su tono.- He ido a tu departamento, no se si estás ahí o no, pero no me has dado señales de vida, no sabía como estabas, y sé que por mas que digas que quieres estar sola, no es lo que necesitas. Oye Ele, entiendo que esto sea difícil, sabes que lo entiendo, tus padres fueron como mi segunda familia, ustedes fueron mas familia para mi que la mía- Su voz temblaba, sé que se estaba tragando las lágrimas. Ella era la única que podía entenderme. Desde los seis años éramos mejores amigas, y en estos veinte años que hemos estado juntas, la mayor parte del tiempo la pasábamos con mi familia porque la suya estaba simplemente conformada por una madre que nunca estaba en casa. Fátima no era mala madre, solo viajaba mucho con su trabajo y esto le impedía poder pasar tiempo con su hija, y fué esto lo que creó una gran brecha entre ella y su hija. Mis padres la habían tomado tanto cariño que ya era como una hija para ellos, y una hermana para mi.- pero no puedes encerrarte en tu cuarto y vivir allí por siempre. Necesitas salir, tomar aire fresco, tomar una ducha, porque estoy segura de que no lo has hecho.- Como me conocía mi mejor amiga. Cuando me pasaba algo muy doloroso, me acostaba en mi cama y no salía de allí por dos o tres días. Solo que esta situación era muy distinta a cualquier otra. Mi familia lo era todo para mi.- Óyeme Ele... Yo... Yo te necesito. Si no lo haces por ti, hazlo por mi.- Su voz era un susurro- Necesito saber que la única familia que me queda está bien. Por favor, déjame verte.

Dime tu nombreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora