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—Te he extrañado nena.— Dijo el enfermo que me impedía hablar. Intenté sacudirme, empujarlo, liberarme de su mano para gritar por auxilio, pero no tenía sentido, él era mucho mas fuerte que yo. Siempre lo había sido.— Vamos nena. Ambos sabemos que intentar resistirte es inútil. A demás, sé que tu quieres conmigo.— Dijo el maldito y engreído de mi ex.— Haremos lo siguiente: Primero nos meteremos en el ascensor, luego iremos a tu apartamento donde te soltaré y te follaré.— Eso último me dio escalofríos. Sabía que lo haría. Sabía que abusaría de mi. No sería la primera vez, pero siempre esperaba que si fuera la última. Luego me maltrataría por rechazarlo. Se iría satisfecho y volvería cuando yo lo hubiese superado. Siempre hacía lo mismo. Nada, ni las órdenes de restricción que ya tenía lo paraban. Usualmente esperaba un tiempo a que las aguas se calmaran para luego volver. Era un puto enfermo, pero no había nada que yo pudiera hacer para cambiarlo. Ni siquiera mudarme a otro país sirvió, ya que me buscó y me siguió.

Las puertas del ascensor se cerraron y Marcos maldijo. Eso significaba que alguien de los pisos superiores lo había llamado y que alguien bajaría en él.

—Como digas algo que no debas, sabes que volveré a encontrarte y que las consecuencias para ti no serán nada favorables preciosa.— Sin decir más me destapó la boca y me soltó, pero solo durante unos segundos antes de volver a agarrarme por la cintura con fuerza, como si pensara que yo podría escapar, lo cual no tenía nada de sentido. Incluso si lo hiciera el me atraparía en cuestión de segundos.

El ascensor llegó nuevamente y una despampanante mujer rubia, con unos hermosos y brillantes ojos grises, salió del interior con un bebé en brazos. Una vez que estuvo fuera, Marcos me empujó discretamente para que entrara. Mientras más nos acercábamos a mi apartamento, sabía que estábamos a tan solo unos pocos pasos de la reencarnación de uno de mis muchos demonios. Un demonio al que por mucho tiempo amé. Un demonio que solía ser mucho mas importante para mi que mi propia familia. Un demonio que quisiera hubiese quedado en el pasado, pero no era así. Él siempre regresaba para recordarme lo estúpida que fuí y lo miserable que aún era. Una lágrima rodó por mi mejilla y cerré los ojos. Estábamos dentro del ascensor y las puertas se cerraban cuando la misma mujer que había bajado segundos antes lo frenó.

—Disculpen.— Dijo con una sonrisa mientras miraba a Marcos.— He olvidado mi bolso.—Informó. Esta vez me miró a mi y su sonrisa desapareció en 0,1 segundo.— Señorita— Dijo preocupada.— ¿Va todo bien?— Miró a mi acompañante con desconfianza y lo analizó de arriba abajo. El brillo de sus ojos había desaparecido, y en su lugar se había instalado la desconfianza.

—Si. Va todo bien.— Marcos se agachó para recoger el bolso que se encontraba en el suelo y se lo entregó a la mujer en un movimiento brusco.— Aquí tiene. Ahora, si no le molesta, tenemos prisa.— Dijo tajante.

—Bueno, gracias.— Dijo también ella con el mismo tono.— Ahora, si no te molesta, me gustaría que me respondiera ella.— Su mirada se dulcificó cuando se dirigió a mi. Me quedé en silencio sin saber que responder y noté la preocupación en la mirada de la mujer. Marcos me dió un pellizco con el que quiso indicarme que tenía que responder.

—Yo...— Por unos segundos mi mente quedó en blanco, totalmente confundida, desesperada. Si mentía, terminaría mal. Muy mal. Si decía la verdad, en la próxima ocasión que no tuviera a nadie que me salvara, sería peor. Era la primera vez en mi vida en la que, fuera cual fuese mi respuesta, el resultado sería malo.— Si.— Contesté agachando la cabeza. Las lágrimas inundaron mis ojos, pero no me permití llorar. Todo sería peor si lo hacía.— Si, todo está bien.

—Ya la ha escuchado, todo está bien. Ahora, si nos disculpa, tenemos prisa.— Dijo mi demonio con una sonrisa de suficiencia. La mujer dudó de su respuesta hasta que escuchó que alguien decía detrás de ella:

Dime tu nombreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora