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Ana salió de su estupefacción y no dijo nada, solo me miró a la espera de que yo hablara.

—Primero que nada, hay una cosa que te tiene que quedar muy clara: Tú y Francisco no son nada. Ni siquiera sé si son amigos.— Ana rodó los ojos y suspiró.

—Tú no sabes nada Elena.— Si había algo que odiaba era cuando Ana se portaba como una niña pequeña, ignorando las explicaciones que le daba.

—Cállate y escúchame.— Siseé enfureciéndome más con cada palabra que ella decía.— Francisco me llevó a mi apartamento anoche porque yo estaba demasiado ebria para ir por mi cuenta, y luego de eso solo dormimos. ¿Por qué cojones has entrado así a mi casa? ¿Quién te crees que eres para entrar gritando incoherencias de aquel modo?— No emitió ni un sonido.— Pero sobre todo, ¿qué he hecho yo para que me dijeras todo lo que has dicho?— Ana bajó la mirada y se quedó en silencio. Esperé unos segundos su respuesta, pero aparentemente la señorita enfadada no tenía intención de abrir esa boca para algo que no fuera pelear, lo cual me cabreó mucho más, si es que se podía.— ¡Contesta!— Ana se sobresaltó y me miró a los ojos. Aquellos bellos ojos café mostraban arrepentimiento y verguenza, pero eso no me quitaba el dolor por todas las cosas que había dicho.

—Hay cosas de mí que no sabes Ele.— Mi cabreo disminuyó un poco al escucharla llamarme "Ele", pero no se lo iba a poner fácil después de que intentara echarme de su casa.

—Pues dímelas.— A pesar de lo mal que me hacía saber que Ana no había confiado en mí lo suficiente como para contarme esas cosas, quise saberlas. Necesitaba saberlas. Ana permaneció en silencio y sus ojos se llenaron de lágrimas. Todo el enojo que tenía desapareció al instante cuando su mirada cayó y una cristalina gota resbaló de sus ojos chocando con aquel pulido suelo de kaoba.— Ana.— Me acerqué a ella y la obligué a mirarme tomándola con delicadeza por la barbilla.— Puedes decirme lo que quieras. Siempre has podido.— Nuestras miradas se unieron en lo que me pareció una eterna charla en un profundo silencio. Sin decir nada, Ana se apartó de mí y se dirigió a su cuarto. Esperé durante un instante hasta que volvió a aparecer, pero esta vez con Hanna en sus brazos. Pasó a mi lado y siguió caminando hasta llegar a la puerta.

—Si puedo decirte lo que quiera— Otra lágrima rodó por su mejilla.— te diré que te vayas ahora mismo de mi casa.— Tomó el picaporte y abrió. Pagaría millones para ver mi cara en ese momento. Completamente anonadada, caminé hacia ella. Estaba llegando a su lado cuando ella estiró sus brazos con la pequeña Hanna y me la entrego. Yo simplemente me quedé ahí, viéndola echarme de su casa, de su vida, sin importarle todo lo que habíamos vivido juntas. Era como si estuviera tirando 20 años de amistad a la puta basura. Flipaba. Flipaba en colores.

—Si me obligas a cruzar por esa puerta— Todo se empezó a ver borroso por culpa de las lágrimas que parecían querer apoderarse de mis ojos.— no vuelvas luego pidiendo que te perdone Ana.— Ella no contestó y simplemente abrió mas la puerta. Sin poder creerme todo lo que estaba pasando, salí de aquel lugar sin mirar atrás, pero no pude evitar que las lágrimas inundarán mi rostro. Caminé hacia el ascensor y luego de eso, todo sucedió tan rápido que no sé en qué momento llegué a tocar la puerta del apartamento 16B.

—Voy.— Gritó alguien desde el interior. Segundo después Mónica abrió la puerta.— ¡Elena! Que gusto ve...— Su cara empalideció al verme. Parecía haber visto un fantasma.— Pero ¡niña! ¿Qué te ha pasado?— Preguntó acercandose con el ceño fruncido.— ¿Estás bién?— No contesté, las lagrimas no me lo permitían.— ¿Ha sido... Él?— Negué con la cabeza.— Pero entonces ¿qué ha pasado?— Me sorbí los mocos y me limpié el rostro con las manos. Muy femenina, lo sé.— Ven, entra y te preparo un té o algo.— Abrió la puerta de su apartamento y me invitó a entrar. Caminé detrás de ella apreciando la hermosura de aquél lugar. Todo estaba hecho de distintos tipos de madera. Había un sofá de las roble con unos cojines verde manzana, y frente a éste, había una pequeña mesa cuyas patas estaban hechas del mismo material, pero la superficie era de vidrio. Toda la pared estaba revestida con madera y también había muchos muebles a los que no presté demasiada atención, como la mesa sobre la que estaba apoyada la televisión.— Franco, cuida a Frida.— El grito de Monica me distrajo de mi analisis. Caminó hacia la cocina que a pesar de que debería ser igual a la mía, era completamente diferente, y pasados unos minutos volvió con una taza en la mano. Me la entregó y se sentó a mi lado.— Bien, vamos a ver. Cuéntame qué te ha pasado.— Y solo esas palabras bastaron para que estallara en llanto. Le conté todo lo que sabía y lo que recordaba de anoche mientras ella se limitaba a escuchar y asentir. Cuando terminé, ella me ofreció un pañuelo y me sobó el hombro.

—Eso ha sido todo.— Me dí cuenta que la historia tenía menos sentido de lo que yo pensaba.

—Y dime, ¿qué es eso que ha dicho Ana sobre la llamada que tu amigo contestó?

—¿Cómo?— Pregunté sin entender muy bien a qué se refería.

—Has dicho que Ana, antes de irse hoy de tu apartamento dijo algo sobre una llamada.— Me quedé helada. Era cierto, Ana había mencionado algo de una llamada que Fran había contestado.

—Joder, es que tienes razón.— Quedé completamente intrigada al darme cuenta de aquello. Mónica me miró con cara de reproche.

—Esa boca.— Me sorprendió que me reprochara de aquella manera, y estaba por decir algo cuando recordé al bebé y el chico que estaban en la otra habitación.— Creo que aún hay muchas cosas que no sabes de anoche.— Se escuchó el llanto de un bebe y ella se puso de pié.— Y ahora, no es que quiera ser maleducada ni mucho menos, pero tengo una niña a la que hacer dormir, así que creo que tendrías que ir a tu apartamento, dormir un poco y luego pensar en esos pequeños detalles que todavía no tienen respuesta.— Me sonrió y unas arrugas se formaron en sus mejillas. En ese instante, aquella mujer me recordó mucho a mi adorada madre. Me levanté del sofá y dándole un fuerte abrazo, me despedí y me dirigí a la puerta.

—Hola hermosa.— Sonreí a Hanna que me esperaba sentada en el sofa. Cerré la puerta detrás de mi y dejé las llaves en la mesita que había cerca de la puerta. Me acerqué a la hermosa criaturita que no dejaba de sacudirse y saltar desde que había entrado. Después de unos rasguños y mordiscos, me levanté y la bajé al suelo. Caminé hacia la cocina con Hanna mordiéndome los talones y saqué de la alacena, la bolsa en la que tenía su comida. Al escuchar el ruido que hizo el alimento cuando lo tomé, Hanna perdió totalemnte la cabeza y comenzó a correr por todos lados. No pude evitar reirme. Llené un vaso con agua y me acerqué a donde estaban sus platos de comida y agua. Puse un poco de alimento, tratando de que Hanna no me comiera la mano, y también le puse agua. Guardé la bolsa en la alacena, lavé el vaso y algunas cosas más, y caminé a mi cuarto. Sin siquiera ponerme mi pijama, me tiré en la cama. Sonreí al eacuchar el tintineo del collar de Hanna cada vez mas cerca. Había tenido que poner su cama al lado de la mía, porque cuando estaba en la sala, Hanna dormía en el suelo a mi lado. Pequeña traviesa. Mi sonrisa se borró al pensar que horas antes estaba durmiendo en esta misma cama con Fran. Miré la hora en mi móvil y casi me ahogué con lo que ví. 02:37. Pensé en Mónica y en todo el tiempo que la había molestado con mis problemas, teniendo ella que antender y cuidar de sus hijos. Hice una nota mental para disculparme con ella, y tomé mi movil. Configuré la alarma para levantarme a las 6 y darme una ducha antes de ir al trabajo. Luego lo puse sobre la mesa de noche, me acomodé en la cama y, entre diversos pensamientos, me quedé dormida.

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Hola corazones! 💞
Lo prometido es deuda, así que aquí les dejo la segunda parte de esta maratón. Espero que les guste 😊

Mañana por la noche o el miércoles por la mañana subiré la proxima parte 😄
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Les mando un fuerte abrazo con mucho amorts💜🙌
~The Dreamer💞~

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