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La luz del cuarto se encendió. Cerré los ojos porque me los dañaba. Los frote con mis dedos cuando sentí que el colchón se undía a mi lado. Instintivamente salté de la cama y me paré. Los abrí de par en par y agradecí lo que vi. Mi cuarto, mi cama, mi apartamento. No puedo explicar la felicidad que sentí en ese momento.

-Vuelve a la cama preciosa, tu cabeza debe estar a punto de explotar.- Dijo Fran dándole palmadas a la cama.

-Joder, no sabes cuánto duele.- Froté mi cabeza. Me arrastré a mi cama nuevamente, me acurruqué y me tapé todo el cuerpo con la sábana. Una duda cruzó por mi mente y no dudé en preguntar.- ¿Estamos solos?- Fran asintió y me acarició el pelo.

-Si preciosa.- Me sonrió.- ¿Quieres que me vaya?- Preguntó haciendo una mueca.

-No.- Tomé su mano y me acurruqué en la cama lista para seguir durmiendo.- Quédate.

-¿Aquí?- Preguntó. No pude contestar. Un profundo sueño se apoderó de mi.

-Volveré nena. Tu sabes que volveré. Tu quieres que vuelva.- No pude ver quién decía eso. Todo estaba oscuro. Quise levantar la cabeza, pero alguien parecía presionarla contra la mesa en la que repentinamente estaba apoyada. Creí reconocer aquella voz ¿Cómo no hacerlo? Había pasado una de las mejores noches de mi vida con aquel hombre. James. Lo que oprimía mi cabeza me soltó. Levanté la vista para ver de quién se trataba, y dios, que equivocada estaba.- ¿Qué pasa preciosa? ¿Te han comido la lengua los ratones?- Sonrió con chulería, mientras yo solo lo miraba, petrificada en aquel lugar.- ¿Quién te defenderá ahora perra?- Se acercó con paso firme a mi y pude ver la furia en sus ojos, esa que había visto durante años sin decir nada, esa que sabía que siempre regresaría. Esa furia injustificada e inentendible que solo había visto en una persona. Desgraciadamente esa persona solía ser mi cielo, mi vida, mi todo... Ahora solo era el infierno que me mortificaría hasta la muerte sin razón alguna. Su puño apretado, listo para destrozarme la cara, se acercó rápidamente hacia mi. Yo solo me acurruqué en el suelo esperando a que todo acabara, como hacía siempre que esto pasaba.

-Yo.- Levanté la mirada para ver a quién pertenecían esas largas y bronceadas piernas y me quedé sin aliento con lo que vieron mis ojos. Ana estaba parada frente a mi agarrando la mano de Marcos para frenar el golpe.

-¿Y qué harásprincesita?- Preguntó riendo. Entonces, más rápido de lo que puedes decir "no" Marcos sacó un arma y sin inmutarse le disparó en el pecho.

-¡¡¡NOOOOO!!!- Me levanté de donde me encontraba y corrí hacia su cuerpo que caía como plomo al suelo. Logré llegar a tiempo para agarrarla antes de que se golpeara. La tomé entre mis brazos y le quité los dorados mechones de pelo que tapaban su hermosa cara.- ¡¡ANA!!- Las lágrimas bañaban mi rostro y caían sobre su pecho. Escuché una risa detrás de mi, pero la ignoré. No me importaba en lo más mínimo. Puse mi mano en su mejilla y le di pequeños golpecitos intentando hacer que reaccionara.- Ana...- Silencio.- ¡Ana!- Gritar no funcionaba y no sabía que hacer. Sus ojos estaban blancos, parecia... ¡Joder! No podía ser. No la iba a perder a ella también.- ¡ANA! ¡Joder, contesta!- Nada. No respondía. La apoyé contra mi pecho y empecé a gritar incoherencias. Las lágrimas no tenían intención de abandonar mis ojos. El dolor empezó a oprimir mi pecho y mi cabeza no paraba de latir. Alguien agarró mi mano y me asusté.

Dime tu nombreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora