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Cubrí a Hanna con una toalla y corrí a buscar mi móvil. Marqué el primer número en la lista sin importarme quién fuera.

—¿Ya me extrañas?— Preguntó James con un tono de voz sexy.

—James. Necesito que vengas.

—¿Qué ha pasado? ¿Estás bien?

—Alguien ha entrado a mi casa y han lastimado a Hanna. Te necesito.

—¿Estás en tu casa?— Su preocupación era evidente. Se escuchó que hablaba con alguien, pero no logré entender qué decía.

—PERO SI ME ACABAS DE DEJAR AQUÍ HACE MENOS DE CINCO MINUTOS ¿¡¿DÓNDE MÁS PODRÍA ESTAR?!?— ¿Este es tonto o se hace?

—Primero: relájate. Segundo: baja el tono.— ¿Pero este quién se cree que es?— Y tercero: me refería a si sigues dentro de tu casa. Sal ya mismo de ahí. Quién quiera que sea que haya lastimado a Hanna— Durante unos cortos segundos se quedó callado.— puede seguir adentro.

Pensé mejor lo que él había dicho y de nuevo, como para variar un poco, me sentí estúpida.

Corté la llamada y salí del apartamento cerrando la puerta detrás de mí. Caminé al ascensor, pero alguien me agarró del brazo.

—¿A dónde vas?

Mierda.

—Williams no te va a salvar ahora.

Comenzó a arrastrarme hasta el apartamento, pero me puse firme y me safé de su agarre.

—Puedes hacerme cualquier cosa a mi.— Mi vista estaba fija en el suelo. No quería mirarlo a los ojos, no podía.— Cualquier cosa que se te ocurra en tu oscura y macabra mente.— Sonrió de satisfacción ante mis palabras.— Pero has dañado a un ser indefenso e inocente.— Puso cara de indignación, fingida, por supuesto.

—¿Yo he dañado?— Levantó una ceja y se tocó el pecho con la mano.—¿Yo he dañado a tu cachorro?— Dijo haciendo énfasis en el "yo".— La última vez que nos vimos te dejé muy claro que sí hacías algo que no debías, lo pagarías muy caro.— Sonrió con chulería.— Ha sido— Se acercó a mí.— tu— Se paró a unos centímetros de mi cuerpo.— culpa.— Me clavó el dedo en en pecho.

Es cierto. Ha sido mi culpa.

Soy una estúpida.

Egoísta.

No debí dejar que esto pasara.

Me alejé de él con sus palabras resonando en mi cabeza, y corrí al ascensor. Subimos y las puertas se cerraron, siendo él lo último que vi.

¿Cómo pude ser tan idiota? ¿Cómo pude dejar que esto pasara? Debí haberle dicho a James y Ana que se fueran aquel día. Ahora Hanna pagaba mis errores.

Las puertas del ascensor se abrieron y corrí a la acera. ¿A dónde iré estas horas?
Miré a todos lados esperando que alguna idea llegue a mi, pero nada. Caí de rodillas en el suelo y apreté suavemente a Hanna contra mi pecho.

—Lo siento tanto pequeña.— La cachorra emitió un suave quejido y yo lloraba con mi cabeza apoyada en la suya. Lloraba sin saber que hacer, lloraba con impotencia, lloraba por haber sido tan estúpida y egoísta.

Egoísta.

Las palabras de mi madre resonaron en mi cabeza. Miré al cielo y la recoerdé. Recoerdé todas las veces que la hice llorar, las muchas ocasiones en las que la decepcioné, lo mucho que lloró cuando Marcos...

—¿Elena?— Alguien se acerca a mi y se arrodilla a mi lado.—¿Estás bien?— Levanté la mirada para ver de quién se trataba y me decepcioné un poco al ver que era Abel y no... James...

Dime tu nombreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora