Estoy en casa. Mamá y papá están conmigo. Están a salvo. Mamá sonríe y escucha música, como siempre. Papá lee el diario y de reojo la observa bailar y cantar, y sonríe. Ambos están felices. Ana está a mi lado, ríe. Pero su risa se vuelve extraña. Su rostro empieza a hacer una expresión exagerada. Ya no ríe. Está llorando y gritando algo que no comprendo. Me esfuerzo, pero no la oigo. Se está alejando. No, no lo hace. Ella corre hacia mi, soy yo la que se aleja. Entonces veo que señala en la dirección donde segundos antes había visto a mi padres. Miro hacia allí, pero ahora todo se ha transformado en un restaurante, mis padres ya no están. Esperen... Conozco este restaurante. Es el Rico Y Sano. Miro a mi alrededor. Está repleto de gente, pero no conozco a nadie. Estoy sola en la mesa. Ana no está conmigo. Eso me sorprende. Nunca he venido a este lugar sola. Miro en dirección al baño, me levanto y estoy por ir allí cuando alguien toma mi mano. Es Ana. Le sonrío, pero ella llora, llora desconsoladamente. Le pregunto la razón, pero ella no para de decir "Está en tu casa Ele. Sal de allí". Mi teléfono suena. Es James. Levanto la cabeza en busca de Ana, pero ya no está. Estoy en el baño de mi departamento. Frente a mí está el espejo. Me miro en él y veo mi maquillaje todo corrido y mis ojos enrojecidos. Agacho la cabeza para ver lo que vibra en el lavabo. Es mi móvil. Atiendo y oigo una voz muy familiar decirme "¡¿Por qué no me dijiste que tú eras Elena?!" Levanté nuevamente la vista hacia el espejo y vi que detrás de mí había alguien. Era James. Intenté tocarlo, pero el solo me gritaba. No paraba de gritarme que su deber era cuidarme y en cambio, por mi culpa, se había acostado conmigo. A su lado, de repente, apareció mi padre. Estaba consolando a James y me miraba a mí con una cara que nunca antes le había visto. Parecía... Desaprobación. El señor Williams desapareció y en su lugar estaba mi madre. Mi baño se transformó en un campo cerca de una calle. Mis padres pasaban en un coche y yo estaba atada a una silla con la boca tapada a unos metros de la carretera. Les gritaba que fueran con cuidado, pero ellos no me escuchaban. Entonces un camión apareció de la nada y el coche de mis padres quedó debajo de él. Las cuerdas que sostenían mis manos se soltaron y lo que tapaba mi boca se cayó. Corrí hacia ellos con las lágrimas brotando a borbotones de mis ojos. Les hablaba, los tocaba, pero ninguno contestaba. Mis padres estaban muertos. Habían muerto frente a mi ojos. El tipo del camión no paraba de decir "Lo siento", pero yo no lo escuchaba, no quería hacerlo. Mis padres estaban bien. Debían estarlo. Todavía no estaba lista para dejarlos. No podían ser ellos. Me levanté del suelo, y todo se transformó en mi viejo departamento. Comencé a correr en dirección a mi cuarto cuando una voz decía sin parar detrás de mi: "Eres una maldita perra.", "Te mereces todo esto.", "Ven a por tu castigo zorra.", "Tus padres están muertos por tu culpa.". No podía dejar de correr. Mejor dicho, sabía que no debía dejar de hacerlo, si lo hacía él me atraparía. Llegué a mi cuarto. Me tiré en la cama y puse la almohada sobre mi cabeza. Los gritos cesaron. Esperé unos minutos para asegurarme de que ya no estaba y decidí salir de mi escondite. Miré a los costados y no vi a nadie, pero cuando di vuelta mi cabeza una vez mas, él estaba ahí. Me tomó del brazo y sabía lo que iba a hacer...
PUM PUM PUM. Un fuerte ruido me despertó. Estaba toda sudada. No lograba reconocer de dónde venía el ruido. Me senté en el sofá, me froté los ojos para intentar despabilarme y le hice unos mimos a la cachorra que estaba a mi lado. Parecía completamente aterrorizada. Se calmó y se acostó cerca del calefactor. PUM PUM PUM. El mismo ruido de nuevo. Me paré y escuché que alguien gritaba mi nombre sin parar. PUM PUM PUM. Era la puerta. Alguien golpeaba la puerta. Fuí a mi cuarto a buscar mi móvil para ver la hora. Eran las 3.48 de la mañana. ¿Quién podría buscarme a estas horas con tanta desesperación? Decidí averiguarlo. Me acerqué a la puerta y la abrí. Con los ojos aún medios cerrados logré distinguir una cabellera rubia que se acercaba a toda velocidad hacia mí. De un segundo para el otro estaba tirada en el suelo sobándole la espalda a Ana que lloraba descontroladamente.
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Dime tu nombre
Chick-LitElla era todo lo que él quería. Él era todo lo que ella quería evitar. El jefe y la secretaria. Cliché. Pero ¿qué pasa cuando su historia empieza sobre una mentira? ¿Es posible ser feliz viviendo en una? No es tan sencillo como crees... Todos los de...