~34~

51 2 4
                                    

Una suave brisa veraniega rozó mi cuerpo, tan cálida como si de un beso del sol se tratara. Intenté moverme, pero unos fuertes brazos me lo impidieron completamente. Abrí los ojos y me encontré con las hojas de un gran roble meneándose al compás del viento. El ruido que producían al chocar unas con otras, sumado al relajante repiqueteo del agua resultaron la perfecta canción para aquél momento.

James tenía uno de sus brazos debajo de mi cuello y el otro rodeando mi cintura con firmeza, asegurándose de que no pudiera huir a ninguna parte. Volteé mi rostro para poder verlo. Sus largas y oscuras pestañas llamaban la atención, sus facciones relajadas permitían ver a un chico normal, no a uno de los multimillonarios mas grandes de todo el mundo, diría que el mas grande, pero creo que ese ha de ser su padre. Una pequeña sonrisa se formó en su rostro, haciéndolo ver mas hermoso de lo que ya era. Su sonrisa era algo único, lo hacía resaltar sobre cualquier otra persona. No era la típica que un chico le dedica a una chica solo para flirtear, todo lo contrario, con aquel simple gesto podías ver lo sincero que era respecto a sus emociones, podías apreciar lo que es el verdadero cariño, sería idiota si no viera el afecto que ese dios griego me tenía.

—¿Disfrutando las vistas, pequeña?

—Y no sabes como.

—Interesante...— Entrecerró un poco los ojos y me miró sin borrar la sonrisa que cubría su rostro.— Déjame intentar algo...— Se sentó sobre la manta, quitando su brazo de atrás de mi cuello y soltando su fuerte agarre. Sentí la imperiosa necesidad de pedirle que se quedara, que no se moviera, sin sus brazos rodeándome me sentía vacía.

Entonces, contra todas las expectativas, él se quitó la camiseta que llevaba puesta y volvió a su lugar. Sus brazos estaban una vez mas rodeándome, y yo me sentía segura de nuevo.

—¿Mejor así?— Aprecié su perfecto físico unos instantes antes de responder.

—Mucho mejor así.— Me acerqué más a él para sentir el calor de su cuerpo contra el mío. Apoyé mi mano en su pecho y acomodé mi cabeza en su cuello. Aspiré su dulce perfume y no pude evitar sentirme aun mas atraída hacia aquel hombre al que casi no conocía. ¿Qué me estaba pasando?— ¿Sabes?— Esperé a que me mirara para continuar.— Nunca lo he hecho frente al atardecer.— Sus ojos se abrieron desmesuradamente durante unos segundos, pero luego fueron reemplazados por una traviesa sonrisa.

—No tendré sexo contigo ahora.— Negó ligeramente con la cabeza y comenzó a acariciar mi cabello con la mano que rodeaba mi cuello. En el momento en el que dijo eso, me sentí estúpida por mi comentario y, a la vez, también me sentí rechazada. ¿Acaso ya se había cansado de mi? Mi cerebro y mi corazón comenzaron a andar a mil por hora. ¿Y si ya no le atraía? Había adelgazado bastante en estas últimas semanas por el estrés, ¿sería eso? Pero, gracias a Dios, James continuó hablando.— No puedo negar que tu cuerpo es... Uff... Tu cuerpo es mi entrada al infierno, y tu eres el demonio mas sexy que he visto en toda mi vida, pero en momentos como este, prefiero simplemente hablar. Quiero conocerte, que me cuentes lo que nadie sabe de ti, cuéntame tus miedos, cuales son tus sueños, dime por qué disfrutas tanto la música... Quiero saber tanto de ti como me sea posible, quiero estar todo lo que quede del día escuchando tu melodiosa voz contarme quién fue tu primer amor, quiero que me cuentes como rompieron tu corazón, háblame sobre las travesuras que hacías de niña, los viajes que has hecho, las personas que has conocido... Quiero saber todo lo que me dejes de ti, pero si no quieres decirme tu nombre, no necesito saberlo. De cualquier manera, para mi siempre serás mi princesa.— Su mano acarició mi mejilla con suavidad.

Un nudo formó en mi garganta y las lágrimas comenzaron a acumularse en mis ojos. Mi cerebro estaba vacío y mi corazón acelerado. Todo lo que había dicho James me dejó atónita durante un largo rato en el que ninguno dijo nada. Todo era tan hermoso que parecía sacado de un cuento... Pero he aquí el problema: ya me habían hecho pasar antes un infierno por cuento de hadas y no estaba dispuesta a soportarlo de nuevo. Mi corazón no podría con ello, y mucho menos mi cabeza que estaba a punto de estallar.

Dime tu nombreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora