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—¿Qué dices si hacemos un día de campo?— Lo miré sorprendida. Acababa de tener el mejor polvo de mi vida y él saltaba con una pregunta tan casual, como si nada.

—Como podrás haber notado, mi apartamento es un desastre, dudo que haya algo como aquí que nos sirva para hacer un día de campo.

—No pregunté si tenías cosas para hacer uno, pregunté si te apetecería.— Contestó con una de sus comisuras elevadas.

—De acuerdo, pues... Sería divertido, pero no veo cómo pod...

—¿Ha sido eso un si?— Fruncí el ceño por la grosera interrupción, y él, al notarlo, gesticuló con sus labios un "lo siento".

—Ha sido un claro que si.— Su sonrisa me llenó el corazón. Parecía tan feliz como un niño al que por fin le regalas ese juguete que tanto deseaba.

Ambos estábamos aún bajo la ducha, así que terminamos de enjabonarnos y salimos.

—¿Lista?— Ambos estábamos montados en su coche, sin canasta,con la misma ropa con la que habíamos llegado, solo que esta estaba ahora un poco mojada ya que no habíamos encontrado toallas para secarnos.

—Podría estar mas lista, pero digamos que sí.— Contesté con una sonrisa. Estaba muy emocionada por tener nuestro propio tiempo asolas, lejos de todo y todos, lejos de las preocupaciones y de los problemas. Lejos de nuestras vidas. Aunque fuera solo por unas horas,aquella idea me emocionó de sobremanera, pensar que podría ser alguien más y olvidar todas las ideas que mortificaban a mi agotado cerebro.

—Haremos unas paradas antes de llegar a nuestro destino, espero que no te moleste.— Asentí, no me molestaba en absoluto.

Apoyé mi cabeza en el cristal y miré a la ciudad pasar rápidamente frente a mis ojos. Madrid, mi querida ciudad.

—Pequeña, despierta.— Abrí los ojos y me encontré con unos hermosos ojos grises que me miraban ansiosos.

—¿Me he quedado dormida?— Me froté un ojo con el puño, me picaba. Estiré mis entumecidas extremidades y volví a centrar mi atención en el bello hombre frente a mi.

—He hecho unas compras mientras dormías, pero ahora necesito tu ayuda.— Entonces, un poco mas despierta, noté que ya no llevaba puesto su traje, sino un cómodo vaquero y una camisa a cuadros roja,típicamente campestre, y un par de zapatillas que parecían reluciéntemente nuevas. Asentí, aún un poco confundida.

Bajó del coche y dió la vuelta para abrirme la puerta, un gesto demasiado caballeroso.

—Gracias.— Un guiño de aquella hermosa mirada fue suficiente para hacerme sentir aún más atraída hacia él.

Entramos en un local, pero como aún seguía adormilada, no presté mucha atención de qué se trataba. No fue hasta que una dulce y atractiva morena se nos acercó que noté lo que había a nuestro alrededor.

—Buenos días, les doy la bienvenida a Just Girls ¿estabais buscando algo en particular?— Mis ojos se abrieron de par en par, y mi cara se tornó roja cuan tomate. ¿Qué coño hacíamos nosotros en aquel lugar?

—Buen día.— Contestó James reprimiendo una sonrisa al ver mi rostro. Se estaba divirtiendo, y lo peor es que lo hacía a costa mía.— Si, me gustaría ver alguna prenda para la señorita que me acompaña esta tarde.— ¿Por qué la vida me odiaba de aquella manera? Fulminé a James con la mirada. Cuando saliéramos de aquel lugar, lo mataría.

—Claro, por aquí.— La morena contoneó sus curvas mientras caminaba hacia uno de los mostradores.— ¿Qué talle tendrá su esposa?— La inocencia de la chica me impidió corregirle su error, a demás del echo de que explicar lo nuestro sería demasiado complicado. ¿Qué eramos? ¿Novios? No, no lo eramos. ¿Amantes? Demasiado poca cosa para lo que pasaba entre nosotros.

Dime tu nombreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora