Desperté luego de lo que, a mi parecer, fueron horas. La habitación estaba oscura y en la silla a mi lado no había nadie.
Mónica habrá ido a casa, debe ser tarde pensé.
Intenté volver a dormir, pero me resultó imposible. El echo de volver a ver a Ana y la preocupación que vi en sus ojos, no salía de mi cabeza.
Di vueltas y mas vueltas en la cama durante un largo rato, pero nadie entraba en la habitación, nadie venía a verme. Estaba sola. Sola como nunca antes. Un gran vacío comenzó a crecer en mi interior provocando que las lágrimas comenzaran a brotar de mis ojos. Me puse en posición fetal intentando ocultar mi sufrimiento, pero ¿de quién? Seguía sola.
Pasaron varios minutos en los que mi única compañía eran mis sollozos hasta que, finalmente, conseguí volver a dormir.
—¿Elena?—Habló aquella voz mas que conocida para mi.— ¿Estás despierta?—Inspiré hondo justo antes de desperezarme. Mis párpados se sentían pesados, ¿cuánto tiempo habría dormido? Los abrí lentamente, pero no pude ver nada. La habitación estaba en penumbras, no conseguí distinguir ni mis propias manos.— Lo siento nena. Te quiero, esto no volverá a pasar, lo prometo.— Fue cuando escuché aquellas palabras cuando mi cerebro despertó.
—¡¿Marcos?!—Me senté rápidamente en la camilla e intenté encontrar una luz o alguna cosa que me sirviera para iluminar la habitación y ver de quién se trataba. No podía tratarse de él, él estaba encerrado, ¿no es así? ¡¿Cierto?!
—Mira como te he dejado...— Sonaba geniunamente arrepentido de sus acciones, como si se sintiera la peor persona del mundo... Bueno, lo era. Pero algo en su voz me enterneció. Sonaba como cuando lo había conocido, antes de que su locura se desatara. Nunca entendí por completo la razón por la cual me hacía todo esto, lo que si sabía era que no lo hacía por celos injustificados, como la mayoría de las personas que golpean a sus parejas, tampoco fue por alcohol, y mucho menos por drogas. Nunca logré entenderlo del todo, pero fuera lo que fuese, eso le había hecho saltar un tornillo y, lentamente, arruinó nuestras vidas. Las de todos.— Lo siento tanto.— Un sollozo escapó de aquellos labios que tiempo atrás solía devorar mientras hacíamos el amor en nuestra casa de Argentina. No podía hacerme esto, no después de haberme torturado y lastimado durante tanto tiempo.— Pero por eso estoy aquí, quiero arreglar las cosas.
—No hay nada que arreglar, Marcos. Has destruido mi vida por completo.—Una lágrima cayó por mi mejilla mientras pensaba en todo lo que había perdido por su culpa.
—Oh nena, te equivocas, hay una forma de enmendarlo todo, y la traigo aquí conmigo.— No podía ver nada, pero puedo asegurar que lo escuché acercarse. Estiré mi mano buscando algo con lo que defenderme si llegaba a intentar lastimarme, pero fue inútil. Segundos después él estaba agarrando mis brazos e impidiéndome hacer cualquier tipo de movimiento. Intenté zafarme de su agarre, pero todo pareció ser en vano. El aparato que marcaba mi ritmo cardíaco pareció volverse loco, los agudos sonidos que emitía me ensordecieron. Intenté golpearlo, pero mis brazos y piernas no respondían, intenté gritar por ayuda, pero mis labios no se abrieron. Todo lo que intentaba parecía ser en vano, como si fuera un sueño. Entonces, Marcos cubrió toda mi cara con un ¿trapo? y en ese momento, supe a lo que se refería con "enmendar todo".
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Dime tu nombre
ChickLitElla era todo lo que él quería. Él era todo lo que ella quería evitar. El jefe y la secretaria. Cliché. Pero ¿qué pasa cuando su historia empieza sobre una mentira? ¿Es posible ser feliz viviendo en una? No es tan sencillo como crees... Todos los de...