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Abrí lentamente los ojos cuando sentí que alguien lamía mi cara.

-Hola hermosa.- Sonreí mirando a Hanna y saqué mi brazo de entre las colchas para acariciarla. Parecía feliz a pesar de las grandes heridas que cubrían su pequeño cuerpecito. Quiso levantarse y acercarse más a mi, pero no la dejé.- Quieta.- Puse mi cara más seria para que hiciera caso, y lo hizo. La acerqué un poco más a mi, con mucho cuidado. Se apoyó contra mi cuerpo y allí se quedó dormida.

Miré mi alrededor y escaneé la habitación. No era grande. La pintura de las paredes se caía y el piso de moqueta estaba manchado en muchos lugares, ¿con qué? Prefería no saberlo. Las ventanas daban hacia un gran muro, haciendo que la vista fuera horrible. La cama, para mi sorpresa, era bastante cómoda, y las colchas sobre ella, muy calentitas. Lo malo era que el lugar era monohambiente, es decir que la cocina, el comedor y el cuarto estaban todos en una misma habitación. La cocina no era nada fuera de lo normal, un horno, una pequeña heladera y un lavabo. La mesa que estaba cerca de ésta era tan enclenque que sentía que con solo mirarla se caería.

Tomé el móvil descartable que había comprado y envié un mensaje a Mónica con la dirección del lugar donde me alojaba. Era la clase de lugar al que no iría una chica sola, al menos no una chica como yo.

Escuché un ruido afuera, miré por la ventana para encontrarme con la llivia. Lindo día para dormir pensé. Para mi desgracia, tenía que llevar a Hanna al veterinario y no podía quedarme acostada.

Me senté en la cama, con cuidado de no moverme mucho para no despertar a Hanna, pero fue en vano. La cachorra levantó su pequeña cabeza y miró en mi dirección.

-Quieta.- Ella entendió mis palabras y apoyó su hocico en mi pierna. Le hice caricias y me levanté de la cama. Cuando mis pies hicieron contacto con el frío suelo, un escalofrío subió por mi espalda.

Me quité el vestido que llevaba puesto de la noche anterior, ya que unas notables manchas de sangre lo habían manchado. Tomé el bolso que Mónica me había dado y saqué un jean azul y una remera mangas largas roja que me había prestado. Me vestí y saqué del bolso unas converse, pero se había olvidado de darme calcetines. Imaginé las ampollas que dejarían éstas en mis pies y, sin otra alternativa, me puse las zapatillas.

Caminé al baño y me miré en el pequeño espejo que había. Mi pelo estaba... Mal, pero no tenía intención alguna de tomar un baño en esa tina. El problema no solo era que estaba llena de musgo, sino que anoche había una cucaracha muerta dentro. Ni loca me acercaría a eso.

Salí de allí y caminé hacia la cama en donde Hanna se encontraba. Le sonreí y la tomé en brazos. Ya no sangraba y eso me hacía sentir bastante mejor. Claro, exceptuando a la voz en mi cabeza que no paraba de torturarme.

Es todo tu culpa.

Eres una inútil.

Egoísta.

Sacudí la cabeza para hacer desaparecer aquellos pensamientos y caminé hacia la puerta.

Pagué a la señora de recepción los veinte euros que valían la estadía de la noche anterior y ésta. Salí de aquel lugar para ir a otro no mucho mejor. La calle estaba desolada, pero juro que podía sentir muchas miradas clavadas en mí.

Caminé dos cuadras hasta una calle un poco más transitada para tomar un taxi que me llevará a la veterinaria. Afortunadamente conseguí uno más rápido de lo que esperaba. Le di al hombre la dirección y éste arrancó.

-Bueno Elena. La mayoría de las heridas han sido superficiales, nada grave.- Solté el aire que no sabía que estaba reteniendo y miré con una enorme sonrisa a Hanna. Todo está bien pequeña pensé.- Pero...- El aire dejó de entrar por mis pulmones.- Una de ellas ha sido profunda.- No dije nada, solo me quedé allí esperando que terminara de hablar.- Afortunadamente, has sabido parar el sangrado y gracias a eso no nos estamos lamentando de una tragedia.- Sonreí y, por un segundo, sentí un gran amor por Ana. Pero luego recordé nuestra conversación de anoche y se me pasó.- Por ahora le pondré está venda al rededor de las heridas. Usted deberá encargarse de que no se mueva más que lo justo y necesario, o de lo contrario, la herida más peligrosa podría abrirse causando un sangrado grave.- Me miró serio y yo solo asentí.- Ya puede irse.- Dijo con una gran sonrisa.

Dime tu nombreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora